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Juan Pablo Romero/ Opinión/

Se han preguntado alguna vez, ¿a qué intereses responde el actual sistema educativo nacional? Yo sí, y cuando descubrí que era para la producción de promociones de jóvenes graduados en masa, sin muchas opciones de empleo y oportunidades de continuar sus estudios superiores, que de igual forma son inconsecuentes a la realidad nacional, decidí hacer un experimento pedagógico que en lugar de imponer y atemorizar la libertad del estudiante, pudiese en cambio facilitar un espacio de cuestionamiento lógico y fortalecimiento de la persona en cuanto a su espacio en su comunidad, en la sociedad, el municipio y el país. Inicié con 3 niños y niñas, ahora somos más de 250 participantes en la plataforma alternativa de participación comunitaria llamada “Los Patojos” (www.lospatojos.org.gt) y desde esta joven experiencia de 8 años, me atrevo a expresar la importancia de los sistemas de educación alternativa a nivel nacional.

Si un sistema educativo nacional como el que tenemos, responde a fundamentos estandarizados a nivel mundial e invisibiliza los problemas inmediatos de las muchísimas diferentes “Guatemalas” que componen este país, no tiene mucho sentido. Estudiar por necesidad sin saber en realidad para qué y cómo funciona el sistema, no es tan necesario en realidad si lo analizamos con seriedad; que la niñez vaya a una escuela tampoco significa que vaya a aprender, que haya escuela tampoco significa que hayan recursos o planes que respondan a las propias escuelas (agua, alimentos, materiales, electricidad, servicios sanitarios, maestros creativos y comprometidos, salud, etc). De aquí la importancia de repensar y replantearnos la posibilidad tener otras escuelas, otras aulas, otras maneras de enseñanza, otra forma también de aprender y enseñar; y que con el tiempo, deben ser reconocidos como espacios educativos alternativos que mejoran y visibilizan, que dignifican y enseñan a pensar y actuar en comunidad.

Estigmatizar que estos procesos son exclusivos únicamente en comunidades rurales y urbano marginales, es también un acto de no ver que también existen muchísimos sectores vulnerables o todo lo contrario, que hay también partes con casi todas las necesidades cubiertas, menos la de pensar y entender cómo ha vivido y vive Guatemala y sus 338 “Guatemalitas”.

La Educación debe suceder como un punto de encuentro para la diversidad humana, sin importar tanto qué es lo que se tiene,  sino más bien, qué es lo que se puede construir desde una formación liberadora, de amor y de respeto; en condiciones que aseguren el sano desarrollo psicosocial del niño y la niña, del y la joven. Es decir, alimentación, salud, deporte, recreación, participación ciudadana, activismo social, cuidado del medio ambiente natural, en fin, que nuestro sistema educativo responda a nuestras necesidades de vida, que inyecte la idea de los sueños, del amor a la patria y que sirva para generar identidad honesta e integral.

Si el Estado está ausente, la gente debe estar presente.

Los sistemas que siempre se mantienen, en su mayoría lo hacen no por ser efectivos en las personas, sino porque favorecen a las instituciones. Considero como educador “patojiano”, que los educadores y las educadoras que trabajan de manera responsable y comprometida en todos los sectores de esta hermosa patria, deben ahora más que nunca, replantear sus estrategias y reforzar sus ilusiones, ideas y maneras de sentir, para fortalecer una pedagogía para la vida. Que antes de ser número, seamos hermanos y hermanas, que antes de ser profesionales, seamos ciudadanos responsables, que antes de ser profesionales, seamos honestos, solidarios y sensibilizadores sociales.

Imaginen que Guatemala en lugar de tener juventudes graduadas profesionalmente a nivel estadístico, pudiese estar presente a nivel de nación y del mundo a través de juventudes hermanadas.  Que puedan ser ciudadanos y ciudadanas responsables, además de profesionales; que sean instruidos con honestidad, solidaridad para poder también, no solo ser académicos desempleados en su mayoría, sino mujeres y hombres con amor profundo a la vida y con el compromiso de no quedarse jamás a la espera, sino con la inquietud de activar sus sueños e ideas. Con el trabajo diario de asumir la reconstrucción de la sociedad guatemalteca.

Yo me quedo con lo segundo, ¿y vos?

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