Juan Pablo Escobar Galo/ Colaboración/
Primera historia
Soy Mariana Choc Ramírez. Recuerdo que cuando tenía 9 años de edad vivía en la Aldea El Manzanillo de San Lucas Sacatepéquez de Guatemala. Estaba cursando segundo grado de primaria y los fines de semana ayudaba a mi tío a vender periódicos en la plaza del pueblo.
Soy la tercera hija de mi madre, recuerdo que éramos siete hermanos, pero ahora solo quedamos 4.
Cuando cumplí 11 años, mi papá cansado de ser explotado en diversas fincas de producción de café, decidió migrar para los USA en busca de una mejor vida, pero ya nunca supimos de él…
Mi madre ya no nos mandó a la escuela porque necesitaba que le ayudáramos por las mañanas en las tareas de la casa, mientras ella trabajaba fuera. Por las tarde tuve que trabajar con mi tío vendiendo periódicos, dulces, manías y muchas cosas más en la calle.
En pequeños ratos libres trataba de leer algún libro o pequeños trozos de los periódicos, pero no siempre podía; poco a poco me acostumbre a no leer. Además, mi tío me decía “no pierdas el tiempo en cosas que no valen la pena…” me lo creí, y ya no leí.
Creo que mi tío estaba equivocado, porque a los 13 años me contrataron en un restaurante como mesera porque sabía leer, pero al poco tiempo cerraron el negocio y para no quedarme sin trabajo el dueño me conecto con un amigo que tenía un buen trabajo para mí, en la capital.
Ahora tengo 38 años, trabajo como prostituta en un burdel de la capital, saco el dinero suficiente para mantener a mis dos hijos y al borracho de mi esposo, pero ¿qué puedo hacer? Así funciona el mundo, así estaba escrita mi historia.
Segunda historia
Soy Mariana Choc Ramírez, recuerdo que cuando tenía 9 años de edad vivía en la Aldea El Manzanillo de San Lucas Sacatepéquez de Guatemala. Estaba cursando segundo grado de primaria y los fines de semana ayudaba a mi tío a vender periódicos en la plaza del pueblo.
Soy la tercera hija de mi madre, los fines de semana nos juntamos los siete hermanos en casa de mis padres a recordar con alegría nuestros años de infancia.
Cuando cumplí 11 años, mi papá se involucró en una cooperativa de café y trabajaba mucho y ganaba poco, pero alcanzaba para sacar a su familia adelante.
Gracias al trabajo de mi papá, mi madre siempre estaba en casa cuando regresábamos de la escuela. Durante las tardes realizábamos nuestras tareas escolares, ayudábamos en las labores domésticas y jugábamos a un sinfín de cosas.
Los fines de semana seguí trabajando con mi tío en la venta de periódicos, pero creo que fue ahí donde me nació el interés por estudiar Ciencias de la Comunicación. Al terminar el bachillerato, logre inscribirme en la universidad y estudiar lo que anhelaba. Mi tío me decía “dedica tiempo al estudio niña porque es algo que vale la pena”.
Creo que mi tío estaba en lo correcto, gracias a mis estudios pude trabajar en un medio escrito muy conocido, fue allí en donde realice mis primeros artículos y reportajes.
Ahora tengo 38 años, trabajo como productora en una radio del pueblo y coordino una revista educativa-cultural para jóvenes. Con mi trabajo y el con el apoyo de mi esposo, hemos sacado adelante a nuestros dos hijos. Pero cada día me pregunto ¿qué más puedo hacer para mejorar mi comunidad? Porque así funciona el mundo, si yo tuve oportunidades para el desarrollo, los demás también las deben de tener, quiero que muchos puedan contar la historia que cuento yo.
La educación es un derecho humano que puede cambiar la vida de muchos, pero de todos depende generar las condiciones para que se cumpla.
¿Tú con qué aportas?