Carlos B. Muñoz/ Brújula/
Si preguntamos a un grupo de universitarios, especialmente de las universidades privadas, cuántos de ellos estudiaron en un establecimiento educativo público, es probable que sean muy pocos. Del aproximadamente 5% de la población que accede a la educación superior en Guatemala, la mayoría de ellos estudió en establecimientos privados antes de ingresar a la educación superior. Y es que la educación pública puede llegar a ser un tema ajeno para muchos, pese a que proporcionar y facilitar educación a todos los habitantes sea una obligación del Estado guatemalteco. Los comentarios malos abundan y las justificaciones del gobierno también. Sin embargo, es importante saber diferenciar las verdades de los mitos, con el objetivo de trabajar por la recuperación y fortificación de un sistema educativo público que puede significar no solo un avance sustancial en el desarrollo del país, sino la reivindicación de un derecho que pertenece a todos y la dignificación de los guatemaltecos. Por eso aquí dejamos 3 mitos y 3 realidades sobre la educación pública en Guatemala.
Mito 1: La primaria la tenemos totalmente cubierta
El primer paso al hablar sobre educación, es lograr que todos los niños y niñas asistan a la escuela. La educación pública en Guatemala se ha enfocado en el nivel de primaria, es por ello que los mayores esfuerzos se han dado en este nivel. Los distintos gobiernos han presumido sus diferentes esfuerzos para fortalecer el acceso y calidad a la primaria; el mayor logro que hemos tenido como país fue la cobertura casi completa de la primaria. En el 2009 se había alcanzado una cobertura del 97.8%; de cada 100 niños en edad de asistir al nivel de primaria, 97 lo estaban haciendo.
Sin embargo, en los años posteriores la cobertura fue disminuyendo significativamente, llegando a 85.4% en el 2012 y 81% en el 2015, valores similares a los que teníamos a principios del siglo. Esto ha sido en parte debido a los enfoques que los distintos gobiernos han tenido en materia de educación. En el gobierno de Álvaro Colom (2008-2012) los esfuerzos iban hacia el aumento de cobertura a través de transferencias monetarias condicionadas bajo un enfoque de derecho al acceso a la educación gratuita. En el gobierno de Otto Pérez Molina (2012-2016) los esfuerzos se dirigieron a la mejora cualitativa de la educación primaria, específicamente en las competencias lectoras. Este descuido o cambio de priorización evidentemente tuvo un efecto en el acceso a la educación primaria, por lo cual es falso decir que este nivel ya lo tenemos cubierto.
Verdad 1: La educación secundaria es la más vulnerable de todos los niveles educativos
Si bien es cierto que la cobertura en educación primaria ha caído en los últimos años, esta sigue siendo por mucho el nivel en el cual más invierte el Estado; los datos en los otros niveles son decepcionantes. A nivel de preprimaria la tasa de escolaridad es de 45.6%, el de básicos 44% y el de diversificado 24.1%. A grandes rasgos, se puede afirmar que 6 de cada 10 jóvenes guatemaltecos no tienen la oportunidad de estudiar, muchos por la necesidad de comenzar a ser económicamente activos o porque simplemente sus condiciones socioeconómicas no lo permiten. Aquellos que logran inscribirse en la educación secundaria tampoco tienen todo asegurado, ya que 3 de cada 10 jóvenes que ingresan son expulsados y 5 de cada 10 pierden un año. Un aspecto que perjudica fuertemente en estos niveles, es el vínculo que se ha generado entre los institutos públicos y las pandillas. Esta es una tendencia propia de los institutos y los centros de educación básica que se encuentran en las periferias de las áreas urbanas. La falta de inversión en prevención de la violencia es uno de los principales problemas que afecta la educación media pública del país, pudiendo ocasionar que muchos jóvenes dejen la escuela para evitar ser víctimas de actos violentos.
Mito 2: El Estado invierte y prioriza la educación
Para el año 2016, el presupuesto para el Ministerio de Educación es de Q12,892 millones, siendo el ministerio con más presupuesto del país. Sin embargo, el monto alcanza apenas para cubrir los gastos administrativos, es decir para pagarles a los empleados del ministerio y los maestros. Dentro de este presupuesto únicamente Q16 millones van a inversión, es decir el 0,12%. La viceministra Evelyn Segura había afirmado a principios de año que lo mínimo que necesita el Ministerio para funcionar correctamente era Q15 000 millones. En los últimos 10 años, Guatemala ha gastado alrededor del 3% de su PIB en educación, a pesar que la Ley de Educación establece en el artículo 192 que se deben de realizar las acciones pertinentes para que el 7% del PIB nacional se invierta en educación . Esto lo ubica entre los países del mundo que menos invierten en formar a sus ciudadanos. A nivel regional, Costa Rica es el país con mayor inversión educativa, utilizando el 20% de sus ingresos en la inversión en educación; economías similares a la de Guatemala gastan alrededor del 13%. Por lo tanto, el gasto en educación está muy por debajo de las necesidades del país y los estándares mundiales.
Realidad 2: No hay fondos pero sí formas para financiar la educación en Guatemala
Lo primero que hay que tomar en cuenta es que el Estado Guatemala tiene una obligación legal de invertir en educación. Con el actual presupuesto es obvio que no se puede alcanzar este porcentaje y el Estado debe de tener los fondos necesarios para asegurar su funcionamiento en todas las áreas que le competen, además de la educación. Nuestra baja recaudación tributaria impide que a ministerios tan esenciales como el de Educación se les pueda asignar más recursos provenientes del presupuesto nacional. Sin embargo, sí se puede optimizar el uso de los recursos a través de políticas públicas. Estas se tienen que enfocar en la profesionalización de docentes, el combate a las causas de deserción escolar y sobre todo en la revisión de pactos colectivos. La optimización y aumento de la recaudación fiscal se puede conseguir en la medida de que se pongan en marcha procesos de rendición de cuentas que motiven a los guatemaltecos a apostarle a la educación pública.
Mito 3: A pesar de ser pobre, el que quiere puede estudiar
Esto puede llegar a ser parcialmente cierto pero sólo aplica para la primaria. La investigadora Mónica Salazar, del Instituto de Investigación y Proyección sobre Dinámicas Globales y Territoriales (IDGT) de la Universidad Rafael Landívar afirma que tenemos un Ministerio de educación primaria y un nivel de educación media privatizado. En el país se ha dado un proceso de privatización que surge a partir de la Reforma Educativa de 1998, posterior a los Acuerdos de Paz, promoviendo la descentralización de la Educación incentivando la participación de la empresa privada en el nivel medio educativo. Consecuencia de esto es que el sector privado se ocupe actualmente del 80% del diversificado. El problema de esta transición de ser un derecho en la educación primaria a ser un servicio en la secundaria es que el nivel educativo depende del ingreso de la persona. Además la carencia de institutos públicos de educación básica y diversificado también afecta a nivel geográfico, ya que estos se suelen concentrar en las cabeceras municipales. Los jóvenes que quieren continuar con sus estudios se ven obligados a migrar a estas, lo cual no siempre es posible por cuestiones de trabajo y mantenimiento. Eso los obliga a recurrir a centros privados o simplemente, dejar los estudios. Con esto se pierde la igualdad de oportunidades para el acceso a la educación y esta pasa de ser un derecho a ser un privilegio.
Realidad 3: Nuestro sistema educativo es causa y efecto del subdesarrollo
Nuestro sistema educativo se caracteriza por ser de bajo nivel, evidenciando sus carencias en las pruebas de lectura y matemáticas que poseen menos del 50% de aprobación. La falta de profesionalización de los docentes y uso de nuevas tecnologías son factores que inciden en una educación de baja calidad. Pero más allá de ello, hemos reducido la educación a una capacitación para el trabajo dejando por un lado un aprendizaje de calidad y desarrollo del pensamiento crítico. De esta forma el aporte del Estado a la educación se limita prácticamente a enseñar a leer y sumar a la población a través de su cobertura en primaria. Las personas con bajos recursos pasan de la escuela a engrosar las filas de trabajadores en agricultura, comercio e industrias manufactureras. De esta forma, se mantienen los ciclos de pobreza que impiden el acceso a una vida digna y educada.
El artículo 71 de la Constitución Política de Guatemala indica que es obligación del Estado proporcionar y facilitar educación a sus habitantes sin discriminación alguna. Hoy, la educación pública se encuentra sumamente descuidada y los fondos no son suficientes para mejorarla. Sin embargo, existen varios esfuerzos que buscan reinvidicar la educación estatal. El surgimiento de sindicatos de maestros independientes y el empeño de algunos institutos por mejorar la formación de sus alumnos son algunos de ellos y nos deben de motivar para apostarle a la educación pública en Guatemala. Una educación que no se limite a un aprendizaje básico para conseguir empleo sino que forme ciudadanos que sepan construir una sociedad más incluyente, justa y que reconozca la dignidad de las personas. Debemos evitar que nuestro sistema educativo se rija por una lógica empresarial ajena al objetivo fundamental de la enseñanza, y el fortalecimiento de la educación pública es nuestra mejor carta para lograrlo.
Los datos utilizados para este artículo provienen de los boletines ¿Hacia dónde va la Educación Pública en Guatemala? una serie de estudios hechos en conjunto por UNESCO, ICEFI, PRODESSA, IPNUSAC y la Universidad Rafael Landívar; y de la investigación “Mitos y contradicciones de la Educación Media en Guatemala” de la Licda. Mónica Salazar, que forma parte del libro “Reescrituras de la educación pública desde Centroamérica”, realizado en conjunto por las Universidades Jesuitas de Centroamérica, dentro de las cuáles se encuentra la Universidad Rafael Landívar y que será presentado en el Congreso Nacional de Educación de EJEGUA.