Andrés Franco/ Opinión/
Octubre es un mes bastante particular en mi vida, es un conjunto de emociones encontradas cuando viene. Un conjunto de situaciones se encuentran en este mes, recuerdos vuelven y el presentimiento de que el final de un año se acerca, se hace presente para empezar la típica evaluación de las “metas” que se plantearon. Esta vez, que venga el décimo mes del año, me obliga a regresar 5 años atrás.
El 2011 fue un año, que tanto mis amigos como yo, sentimos era el gran y majestuoso cierre de un viaje que algunos habíamos comenzado juntos y otros que nos juntamos en el camino. La sensación de sentirnos dueños y señores del universo, era natural (osea a los 18 años sinceramente, te sientes invencible).
Álvaro Colom salía, Otto Pérez se planteaba como ganador de las elecciones y la violencia era también pan de cada día. Pero eso sinceramente no era lo que daba vueltas en nuestra cabeza. Elegir el traje de graduación, estudiar para los últimos exámenes, imprimir la entrega final de seminario, ganar los exámenes de admisión de la U, estar seguros de la carrera que elegimos… estábamos planeando los últimos días de una época, por lo tanto había mucho en que pensar.
En las últimas “reuniones entre amigos” (o al menos eso decíamos a nuestros papás aunque sabían que les estábamos mintiendo) los sueños y las metas sobraban.
Nos esperaba un mundo difícil pero nosotros sentíamos que nada podía detener nuestras ganas de salir a conseguir lo que queríamos.
Las lágrimas y los abrazos también estaban a la orden, y ese sentimiento de querer congelar el momento y disfrutar ese año lo más que podíamos, lo sentimos miles de veces. Dejaba una vida entera en ese colegio, era mi casa, el lugar en donde pasaba más de 12 horas al día, y entrar por última vez con el uniforme puesto fue sinceramente uno de los días más difíciles que puedo recordar. Bueno, los años pasaron y sinceramente, el mundo sí es difícil y nos dio muy buenos golpes. Y es ahora cuando tengo que recordar, pero ubicando 5 años después.
Algunos siguieron estudiando y otros buscaron otra carrera. Ya hay licenciados o con pensum cerrado. Algunos son papás, están en una relación o siguen en los caminos de la soltería. Algunos se fueron y regresaron, y otros están en planes para partir. No voy a mentir, hay de algunas personas que sé muy poco o nada, y que sinceramente extraño, y mucho. Sin embargo, están los que nos mantuvimos juntos, saliendo lo más seguido que podemos, hasta el punto que un fin de semana sin verlos, se siente raro.
Para algunas personas es un poco difícil entender la forma como vivimos, la constante necedad de juntarnos una y otra vez. Pero más allá de las fiestas o lo que consumamos en ellas, estar junto a ellos es una experiencia que supera la amistad y se convierte en una reunión familiar bastante disfuncional, pero llena de cariño. Duros o no, los caminos de la vida no son lo que yo esperaba (citando la canción).
Llegas a voltear a ver al graduando de hace 5 años, y te preguntas: ¿Cuánto de él sigue en mí? ¿Cuánto de él desapareció?
Porque al verte al espejo, es muy fácil percatarse que tu imagen cambió: tu peso no es el mismo y por alguna razón la ropa de ese tiempo, simplemente ya no te queda. Pero escarbar en tu cabeza y en tu corazón, y revisar si esos sueños y esas ganas de conquistar al mundo siguen allí, es mucho más difícil. Es afrontar que la vida de una forma u otra te cambió, y que ahora desconfías un poco más de las cosas que antes no dudabas, o que ahora sigues mejor los consejos que pensaste no necesitar.
Al final, mis más grandes recuerdos de esos años se materializan es esos seres humanos tan especiales y únicos que siguen en mi vida. Mi familia son las 5 hermosas personas con la que vivo, y aquellos hermanos que me llenan de cariño, apoyo y alegría, y me hacen sentir el más pequeño que se siente feliz de sus hermanos mayores.
Ciertamente esta es una columna algo fuera de lo normal (bastante rara diría yo), y no tiendo a exteriorizarme tanto, pero viendo 5 años atrás o 5 años delante, lo único que puedo sentir es una infinita gratitud hacia esos seres que siguen conmigo. Obviamente son pociones bastante pequeñas de mi vida, comparadas a lo que me falta vivir, pero espero seguir recordando 10, 15 o 20 años más, junto a ellos.
Ante la vida y sus retos, solamente me sigo repitiendo lo mismo: Ad Astra, per Aspera.