Carlos Muñóz / Brújula
Dicen que tenemos el lago más bonito del mundo. Seguro ya se imaginaron la clásica postal del Lago Atitlán. Alguna vez también tuvimos un lago cerca de la ciudad, bastante chilero. Ahora es tan re bonito que prácticamente es una planta de tratamientos residuales natural. Por otro lado tenemos ríos hermosos, como el río Cahabón cuando pasa por Semuc Champey y otros como el Río la Pasión, que se llenan de peces muertos. Está claro que algo estamos haciendo mal. Y el hecho de estar entre los únicos dos países de Centroamérica sin una Ley de Aguas podría ser una pista.
Han pasado 32 años desde que se escribió la parte de la Constitución donde en relación al agua, se establece que “una ley regulará esta materia”. Desde entonces, mucha agua ha corrido bajo el puente, con 27 iniciativas que se han presentado para crear una Ley de Aguas sin que ninguna haya visto la luz. No bastó que el año pasado se realizara una multitudinaria Marcha por el Agua, igual los diputados no aprobaron la sanción del desvío de ríos en el código penal y mucho menos la Ley de Aguas.
En Brújula consideramos el manejo del agua del país como un tema trascendental que debe abordarse desde el enfoque en el cual este recurso es ante todo, un bien público al que todos deberían poder accesar y un recurso natural que debe utilizarse de forma sostenible. Tenemos derecho a consumir agua de calidad y la obligación de consumirla con responsabilidad. Esto actualmente no es posible, por lo que aquí te dejamos 5 problemas por las que necesitamos una Ley de Aguas.
Río desviado = comunidad afectada
Aquí es donde entran los intereses económicos que tanto complican la aprobación de una ley de aguas. El desvío de ríos funciona más o menos así: las fincas productoras necesitan del agua para sus actividades agrícolas, por lo que mediante tuberías desvían el caudal de ríos que generalmente pasan por sus propiedades, hacia los cultivos u otros lugares donde necesiten del agua. Esto no sería tan grave si, por un lado, no redujera el caudal que llega a las comunidades que se encuentran más adelante y por otro, si el agua que utilizan no la regresaran contaminada a su caudal. Las comunidades terminan recibiendo poca agua y muchas veces, contaminada por químicos u otras sustancias que se utilizan para las actividades económicas.
En abril de 2016 el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales estimó que había más de 50 desvíos de ríos solo en la Costa Sur. Las producciones de banano, café y sobre todo palma africana implican grandes cantidades de agua. Es obvio que no se trata de prohibir cualquier uso del agua para fines agrícolas. Pero sí de evitar que, por el uso productivo, pongamos en riesgo nuestros ríos y afectemos la salud y el acceso al agua de las comunidades.
Los peces grandes contaminan y no pagan el daño
Retomemos la contaminación del agua. ¿Se acuerdan del desastre ecológico que sucedió en el Río la Pasión hace 2 años? De la nada aparecieron miles de peces muertos a lo largo de 150 kms. La principal sospechosa, y única posible, es la productora de Palma REPSA. La hipótesis es que derramaron líquidos nocivos en el río, afectando todo el ecosistema de este y a las familias pesqueras de las comunidades cercanas. ¿Saben cuántas personas han sido condenadas por esta tragedia? Ninguna. El caso sigue sin resolverse. E incluso si se llegara a sentenciar, el código penal establece que el monto máximo de multa por contaminación indistrial es de Q10 000. No es nada comparado al daño que hicieron.
Por eso es que una Ley de Aguas debe de contemplar sanciones a la contaminación del agua acorde a los daños provocados y promover una legislación que impida que este tipo de delitos se queden en la impunidad. Ante todo es cumplir con la regla: el que contamina paga.
Todos sacamos agua pero ninguno sabe cuánto nos queda
Cualquiera en Guatemala puede cavar un pozo en su propiedad. Nada ni nadie nos dice que no podamos. El clavo está en que nadie sabe cuántos pozos existen y por ende, nadie sabe cuánta agua subterránea se está consumiendo ni tampoco cuánto nos queda en las reservas de aguas subterráneas. Esto es un problema para el ciclo del agua porque este tipo de reserva acuífera es la que más tarda en renovarse y es vital para alimentar a los ríos, de los cuáles cierta cantidad de agua se evapora y luego cae en forma de lluvia en la tierra, infiltrándose una parte bajo tierra. Si explotamos el agua subterránea como lo hacemos en la ciudad de Guatemala, tendremos que cavar pozos cada vez más profundos y alteraremos cada vez más el ciclo del agua, es decir menos ríos y lluvias, es decir, seguiremos alterando el clima.
Por eso es importante saber cuántos pozos hay en Guatemala y conocer cuánta agua estamos sacando del subsuelo.
Protegemos reservas naturales pero no reservas de agua
Ligado a esto último se encuentra la protección de cuencas hidrográficas. La idea de esto es hacer algo similar que lo que se hace con las reservas protegidas. Es poder delimitar zonas donde el agua no puede ser consumida para asegurar la renovación de las cuencas hidrográficas. Esto se logra limitando el consumo de agua en esas zonas y reforestando en áreas estratégicas. Según estudios del IARNA, hay en la ciudad ciertas áreas que mejoran la recarga de agua subterránea de forma más eficiente que otras. Estas áreas se encuentran principalmente en barrancos de la ciudad capital y en municipios aledaños. Una Ley de Aguas debería de contemplar este tipo de estrategias.
El agua nos limpia pero.. ¿quién limpia al agua?
El agua necesita que luego de ser utilizada para el consumo humano, sea tratada para que regrese a su cauce lo más limpia posible. Esto implica la creación de plantas de tratamientos que purifiquen el agua e incluso nos permitan reutilizarla. Para lograr eso necesitamos construir plantas de tratamiento en las principales ciudades del país, un sistema de distribución del agua eficiente así como drenajes para transportar el agua contaminada. Queda mucho por hacer en este aspecto.
Siendo realistas, todo esto requiere de un presupuesto que las municipalidades y el Estado no poseen. Por lo que no suena descabellado que los usuarios que sobrepasen cierta cantidad de agua utilizada, deban de pagar una cuota de esta para así utilizar los recursos para un mejor tratamiento del agua.
La Ley de Aguas urge, urge desde hace 32 años y cada día que pasa urge más. La dificultad en su aprobación radica en la fuerte conflictividad que esta genera. Las empresas agroindustriales no suelen estar dispuestas a renunciar a sus privilegios. Pero también hay otros actores, como los 48 cantones de Totonicapán, que se han opuesto a una Ley de Aguas que le otorgue al Estado la gestión del agua. Es por eso que quizás no podamos tener una Ley de Aguas perfecta, pero el conocer los problemas detrás de la gestión del agua nos debe animar a exigir la aprobación de una propuesta con la cual podamos llegar a consensos.
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