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Gabriel Reyes / Opinión /

Antes de evaluar la situación terrenal de un grupo de personal que el colectivo clase mediero ha determinado sean llamados “acarreados”, “ignorantes, o “estúpidos, debemos reconocer que nos encanta clasificar y poner etiquetas (como yo lo hice al llamarnos “colectivo clase mediero) a todos los que parecen diferir de lo que en el discurso podemos llamar ideales, ideologías, ideas o conceptos.

Los ignorantes, acarreados y demás adjetivos que recaen en el grupo de personas que se dieron cita en el parque central para apoyar la iniciativa de Líder y al doctor entre comillas, Manuel Baldizón, deben tener sus razones o -como bien llama Olson en su interpretación de la teoría de la elección racional de los movimientos sociales- motivos egoístas y de maximización de beneficios e intereses privados a partir de un cálculo meticuloso de costos y ganancias previo a iniciar cualquier acción colectiva.

Según Olson entonces, todos los individuos que participan en los movimientos sociales y colectivos tienen una motivación individual, que a grandes rasgos supera el enfoque colectivo y el interés político. Dicha teoría parece desmembrarse cuando los evaluados pertenecen a una clase social que no necesita la retribución inmediata -al menos no en el sentido económico- pero evaluemos entonces a un grupo particular que parece si necesitarla.

Pensemos en un ciudadano guatemalteco que habita en una zona marginal de la ciudad capital, que trabaja como guardia de seguridad privada y tiene una cantidad significativa de hijos que se baten con la desnutrición crónica en el corredor seco; es la lucha constante de un grupo importante de guatemaltecos, como usted y como yo. Ese grupo de guatemaltecos, repito, que a usted y a mí nos gusta llamar ignorantes, tienen un sinfín de necesidades no cubiertas por el aparato estatal.

Es decir, su conexión con el Estado y con las instituciones de gobierno es poca o nula.

Ahora pensemos que la familia de éste guatemalteco no tiene acceso a seguridad social, a pesar de tener derecho a IGSS (si en caso el honorable empresario no ha optado por hacer eco a la moda fantástica de no pagar las prestaciones de ley) el hospital más cercano está a kilómetros de distancia a pie; tampoco parece que el sistema escolar ha marcado sus vidas, los hijos e hijas mayores han dejado de estudiar para migrar o trabajar y los pequeños reciben una educación primaria no necesariamente de calidad, limitada por su condición crónica de desnutrición. El padre, quien recibe salario mínimo, envía una cantidad de dinero insuficiente para alimentos, vestido, medicinas, vivienda, luz, agua, etc. Dicha cantidad no cubre los gastos ni por la mitad, por lo que la familia debe pasar hambre, comer una vez al día y generalmente solo los varones.

Imagine usted esta vulnerabilidad y véala cercana, ahora contextualice; el partido LÍDER, UNE, PP, no importa póngale usted nombre y bandera, invade el corazón de este padre, le ofrece una bolsa de alimentos mensual, laminas para cubrir el techo de su casa, incluso acceso a agua potable y dinero en efectivo, todo esto a cambio de un par de cosas sencillas y sin relevancia: que se presente en el parque central con una playera del partido (que después puede conservar) y que ejerza su voto a favor de esta organización política. El ciudadano toma una decisión fundamentalmente económica, opta por aceptar los ofrecimientos y cumple con lo estipulado, el alimento logra saciar su hambre y la de su familia -al menos ante la emergencia de las circunstancias-; el largo plazo, para este guatemalteco no es una opción, no como lo es para usted o para mí. Saciar su necesidad fundamental en ese momento ha sido un alivio extraordinario. Ahora analice usted, dónde está lo estúpido de esta decisión, muchos no nos vemos  obligados a tomar decisiones económicas como ésta todos los días, agregue a la ecuación el hambre de su familia.

Sin miedo me atrevo a afirmar que es una decisión inteligente, además de considerar que para este individuo, gane quien gane las elecciones, su historia seguirá siendo la miseria, la pobreza, la enfermedad, la carencia y la tristeza.

El voto, en esta nuestra democracia que usted conoce bien, no tienen una relevancia fundamental para la mayoría de guatemaltecos que se ahogan en estas condiciones; no juzgue, al menos no tan rápido.

Hacer una evaluación más profunda nos llevará a entender (como intelectuales universitarios y sus similares) que las relaciones de poder en esta democracia no tienen injerencia fundamental en la población, y que hasta que no evaluemos la necesidad de promover reformas que rechacen la infiltración de intereses particulares que entorpecen los procesos y las políticas de desarrollo colectivo, no podremos exigir que la legitimidad de esta democracia juegue un papel fundamental en el cien por ciento de los ciudadanos. Piénselo dos veces antes de insultar y de posicionarse por encima de aquellos con otras necesidades que las suyas, puede que ellos utilicen sus elecciones racionales para poner a un gobierno que utiliza estos mecanismos, pero usted legitima los procesos macabros y criminales que han provocado esas desvinculaciones. Tomemos las calles, pero no para exigir la renuncia de nadie, el sistema no responde a los intereses de los peones que timonean el barco, sino a los intereses de otros grupos paralelos más macabros que ni usted, ni yo, hemos electo.

La evaluación profunda de la coyuntura debe enfocarse en proponer medidas de carácter institucional que modifiquen algunas bisagras del sistema político, esto con la intención fundamental de alejar a los grupos que han tomado posesión del Estado, utilizándolo como medio de cambio para sus intereses criminales o económicos; la reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, la independencia del Organismo Judicial y la elección de los magistrados deben ser prioridad de análisis de los expertos, de la academia y de la población. Dichos esfuerzos deben ser impulsados por este motor colectivo que ha salido a las calles a exigir la renuncia del dúo dinámico que gobierna, impulsemos las reformas, las renuncias no son una solución ni siquiera parcial.

Recuerde que las elecciones están a la vuelta de la esquina y la satisfacción momentánea de una decisión de carácter moral puede provocarnos una resaca de indiferencia que vamos a pagar caro, otra vez.

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