¿Cuántas veces nos han de romper el corazón a lo largo de nuestra vida? Por corazón roto hablo claro, no solo de las rupturas amorosas, sino del sin número de eventos, circunstancias, personas y momentos que escapan de nuestro corazón, capaces de desgarrarnos el alma y hacernos tambalear tan duro, que dentro nuestro, todo cambia y se reordena. ¿Cuantas han de ser las personas que formaran parte de este viaje y cuantas otras serán el destino? Siempre habrá quienes nos mostraran sus verdaderos colores, otros que no tendrán la confianza de abrirse, con algunos seremos verdad y quizá con otros seremos pura apariencia y compromiso. ¿Dónde está nuestra verdad y nuestros ideales? Hay ciertas cosas que no deberían tener precio en nuestra vida, esas cosas que no están en venta son las que nos definen y determinan que tan lejos llegaremos.

Empezar por cuestionarnos, debería ser regla ante las cosas que son trascendentales para nuestro trabajo o crecimiento personal; porque demasiadas veces las rutina, lo cotidiano y cuanto nos rodea se va permeando de a pocos en lo que somos o decimos ser. Y así, sin darnos cuenta, terminamos poniendo precio a quienes somos.

Quizá y no lo tengamos claro, pero las construcciones sociales que vamos edificando a nuestro alrededor, son determinantes para lo que hacemos o decidimos hacer con nuestra vida. Nos vamos convirtiendo en las personas que nos rodean, adaptamos sus costumbres, ideas, planes, ética de trabajo y hasta perspectiva de la vida que cada uno tiene. ¿Pero cómo sabemos si las personas a nuestro alrededor son las correctas? ¿Cómo saber si nosotros somos alguien positivo para quienes nos rodean? Creo que no hay una fórmula mágica para saber quién es bueno y quién no para nosotros, si la hubiera, probablemente no habrían tantas personas acuerpando corruptos, iniciativas espurias y dañinas o defendiendo causas tan indefendibles para la situación de nuestro país.

Martin Luther King decía que en una sociedad, lo más preocupante no es “el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética, lo más preocupante es el silencio de los buenos.” 

Sí, somos más los buenos en este país (aunque a veces no lo parezca) pero tenemos tan arraigada la cultura del miedo y el silencio, que “los malos” siempre andan haciendo ruido y ganándose a las personas en cada medio donde se muevan. ¿Por qué callamos si sabemos que las cosas están mal? ¿Qué estamos esperando para levantar la voz y tomar un paso al frente? Muy a pesar de que en demasiadas ocasiones nos sentamos a ponerle un poco de razón a la coyuntura, los eventos cruciales, la recuperación de la memoria y nuestra búsqueda colectiva del bien común o sin importar todo el análisis que hagamos, pareciera que nos cuesta (o no nos gusta) darnos cuenta que pecar de omisión es lo que muchos hacemos y es de donde “los malos” toman su motivación.

De alguna forma, nuestro silencio es producto también del “aprecio”, respeto o veneración que le tenemos a una persona “mala”. Pero esos sentimientos y momentos, nos sesgan y evitan que veamos la verdad, pequemos de omisión o si nos confronta, vayamos contra ella y veamos cómo defenderle a capa y espada nuestro sesgo. Pero eventualmente habrá un punto de quiebre, que suele ser, cuando el silencio juega en nuestra contra y nos vemos expuestos a todo lo que decidíamos ignorar. Ese punto donde la fidelidad o amistad desaparecen por una traición, duele e importa, porque la persona nos demuestra sus verdaderas intenciones y como los motivos de la traición pesaron más que cualquier amistad, afecto o sentimiento que se tenga para nosotros. Pero esa traición debe ser liberadora y por ende, capaz de reorientar nuestra causa hacia la verdad, el bien común y las buenas cosas.

Me encanta la frase “Al pie del cañón” y como esta se usa para hacer referencia de aquellos, dispuestos a luchar hasta las últimas consecuencias por un ideal, un proyecto, o los principios y valore que nunca se negocian. Tras semanas de intenso debate interno, me he dado cuenta que defender una causa o no ponerle precio a las cosas debería ser nuestro mantra, como individuos, sociedad y hasta como país. Esto no evitará que pequemos de ilusos o hagamos caso omiso de las cosas, porque somos humanos y el ambiente social de nuestro país suele glorificar el delito y el silencio, pero no debe ser así.

No importa cuánto tiempo pasemos callados o ignorando lo que sucede, si somos capaces de reinventarnos, reubicarnos y reajustar nuestra dirección, vibraremos en una frecuencia diferente. Podremos entonces levantar la voz, dar un paso al frente y negarnos a permanecer callados o indiferentes en medio de la injusticia, el dolor, la exclusión, intimidación, odio o indiferencia; cuando empieces a sentirte inconforme y hacer valer tu voz, perderás amigos, se alejaran de ti muchas personas y llegaras a sentirte solo, pero todo es parte del proceso, el camino debe limpiarse para saber quiénes son los que están con y para nosotros.

Y así puedan llegar aquellos que luchan, trabajan y velan por el bien común, esos que no negocian sus principios o valores.

Los tiempos que vivimos actualmente nos conducen a momentos donde habrá que escoger entre lo que es fácil y lo que es correcto, basados en el amor o el miedo que haya en nuestros corazones. Sigamos al pie del cañón, aceptemos nuestros fallos y enmendemos según corresponda, porque este momento, aquí y ahora, necesita de compromiso con la verdad.

“Por cada buena razón que hay para mentir, hay una mejor razón para decir la verdad.”
Bo Bennett

Compartir