Renzo Lautaro Rosal
Director de Incidencia Pública URL
rlrosal@url.edu.gt
La encuesta realizada en el pasado mes de febrero por El Periódico y Canal Antigua presenta una serie de datos interesantes para analizar la percepción que tienen diversos segmentos de la sociedad sobre sus principales problemas. A nivel nacional (53.7%) y de su comunidad (26.5%), el principal problema es la inseguridad; pero en el ámbito familiar y personal esa dimensión pasa a un segundo lugar (18.8%), después de la situación económica (21.5%). A más proximidad, la escala de importancia se modifica. Estos datos son especialmente relevantes cuando se analizan las percepciones de la juventud sobre la inseguridad ciudadana, sector subrepresentado en las estadísticas.
La inseguridad afecta a los jóvenes desde múltiples dimensiones. En lo familiar, porque casi no hay familias que no hayan sido afectadas directamente por la violencia; eso cambia totalmente las pautas cotidianas del entorno más cercano al joven. Las rutinas no vuelven a ser las mismas, los miedos se multiplican. Muchos jóvenes no conocen las principales zonas de la ciudad capital, cuando salen no tienen mayor idea de dónde están los principales sitios públicos. Sus encargados, como estrategia de protección, prefieren que los jóvenes visiten zonas bajo resguardo; de allí que los “paseos” preferidos sean los centros comerciales.
Pero eso no es todo. A medida que la percepción de la inseguridad avanza velozmente, ciertos imaginarios se sitúan con fuerza en nuestra juventud. Frente a un Estado que no da respuestas contundentes a esta dimensión, la principal víctima de las críticas furiosas son las instituciones públicas. A ello responde que la confianza en la Policía Nacional Civil sea la más baja de las instituciones del sector justicia, disminuyó de 40.3 en 2008 a 31.0 en 2010, según el Estudio de cultura política de la democracia en Guatemala 2010, elaborado por ASIES y la Universidad de Vanderbilt. Este dato es sumamente peligroso en un país, que como Guatemala, acumula factores que en cualquier momento pueden encender nuevas fuentes de conflictividad.
Las condiciones actuales permiten que el apoyo hacia la democracia sea muy bajo comparado con los otros países latinoamericanos. Mientras que Uruguay es el país donde hay mayor apoyo (86.2), Guatemala se ubica a la cola (62.8), solo superando a Honduras (62.6) y Perú (60.1). La satisfacción con la democracia está asociada al tipo de respuestas efectivas frente a los problemas reales. Los apoyos no son cheques en blanco y los jóvenes son el principal sector que reclama respuestas concretas, rápidas, sin mayor adorno.
La inseguridad contribuye a acumular manifestaciones de intolerancia. Hoy los guatemaltecos somos más intolerantes y desconfiados que antes. Esos dos factores dicen mucho de nuestra precaria cultura política. El estudio citado contempla varios indicadores para medir el apoyo de la población al sistema político. En todos estamos sumamente mal.
La población que está ubicada en la categoría de democracia en riesgo es aquella que ha sido víctima o cercana a hechos de la delincuencia, o que ha sido afectada por acciones de corrupción.
Mientras estos datos aumentan año con año, el proceso electoral aún no presenta ningún elemento esperanzador desde los partidos políticos que están compitiendo. Todos los partidos dicen priorizar el asunto, pero al final de cuentas nadie presenta planteamientos distintos que marquen diferencia entre el discurso y las acciones concretas. Ni los gobiernos de turno y ni los partidos tienen la menor idea de qué hacer al respecto, y por lo tanto no están en condiciones de asumir con seriedad la terrible magnitud que representa la inseguridad ciudadana, especialmente para los jóvenes, fuente clave para la afirmación y desarrollo de los valores democráticos.