/Por: Juan José Pinzón
Posaste para mi,
a la sombra de la luna,
como un ciervo herido,
en temporada de caza;
Y tu arco plateado,
descansaba sobre tu cuerpo argentado;
con tal gracia barroca,
tu cabello color roble cubría tu sonrisa;
Recorrí pacientemente hasta tu labios,
por tu piel clara y lisa;
las ninfas del bosque atestiguaban,
la inmortalidad en la que estabas revestida;
Las musas envidiosas,
en colérica rabia ardían;
hija del mar y la espuma,
una doncella cubierta de estrellas.