Manuel y Mayarí
Corresponsales Brújula
Raúl Mérida es un joven estudiante de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, quien actualmente se prepara para participar en una importante obra de teatro.
La verdad es que a Raúl siempre le ha gustado mucho la actuación, desde pequeño ha participado en montajes escolares y, por un breve momento de su vida, perteneció al elenco del Teatro Abril. Sin embargo, a sus 20 años, considera que su papel más importante y reconocido fue El príncipe, en La Cenicienta, cuando tenía 14 años.
El joven está entusiasmado por el nuevo papel que debe interpretar, ya que será más interesante, complejo e inteligente que los anteriores. Es por esto que Raúl decidió empezar a comportarse como ese personaje, para lograr encarnarlo con mayor éxito.
Curiosamente, este papel tiene más parecido con él (o por lo menos, un poco más que El príncipe), ya que será un sujeto inteligente, con gran compromiso y sensibilidad espiritual, y de agudo razonamiento. Raúl sabe que, como buen actor, debe de comenzar a convertirse en este personaje, para imaginarse a sí mismo con esas características.
Raúl interpretará a un hombre que nació en una familia acomodada en la Ciudad de Guatemala, quien demostró desde muy pequeño tener una gran agilidad mental, que le permitió completar sus estudios de manera satisfactoria e ingresar a la universidad.
Al concluir sus estudios de secundaria, se enfrentó a decidir a qué profesión dedicarse. Pese a su corta edad, este joven determinó que estudiaría Filosofía, ya que el conocimiento era algo que siempre lo había inquietado y fascinado.
A los 16 años se graduó de Doctor en Filosofía, ¡vaya logro y orgullo para su familia! Sin embargo, había algo que todavía faltaba en su corazón, un detalle que inquietaba su mente y alma. Este sentimiento lo llevó a cambiar el curso de su vida. El joven optó por dedicarse a la sociedad y al ser humano, así que se trasladó a México e ingresó a la Orden de la Compañía de Jesús, fue así como inició su vida jesuita.
Como no le agradaba vivir alejado de su patria, familia y seres queridos, al ordenarse como sacerdote, regresó a su amada Guatemala y fue rector de un importante colegio capitalino. Lamentablemente, el destino sería cruel con este joven, quien, a causa de ciertas crisis políticas, fue condenado al destierro, junto a sus compañeros de la Compañía de Jesús.
Este exilio fue duro para él, ya que se trasladó a un país europeo en donde fue subestimado por ser un joven exiliado del nuevo continente. Durante este destierro desarrolló al máximo su talento como escritor y poeta. Fue ahí donde escribió su gran obra.
Quizá Raúl no nació en 1731, quizá no ha tomado la decisión de ordenarse como un futuro jesuita, y es bastante improbable que un rey lo envíe al exilio algún día.
Quizá Raúl no termine el resto de su vida en Italia y puede que al visitar el viejo continente, no sea rechazado por los mayores intelectuales del lugar. Puede que tampoco escriba una obra tan llena de amor por su patria, como lo fue Rusticatio Mexicana, pero sí está convencido de que una parte de Rafael Landívar vive en él, y por eso siempre recuerda sus palabras.
¡Alégrate, Patria inmortal, la más ínclita urbe del reino, y de nueva ruina ya libre, pervive mil años: la fama nacida al vencer a la súbita muerte, tu triunfo, yo mismo y mi canto está pronto a llevarlo a los astros. Mi plectro entre tanto de ronco tañido, solaces del llanto, recibe, y que seas en cambio tú misma mi lauro!