aislamiento

Intrapaz/

Querida persona sana:

¡Hola! Te preguntarás por qué no te saludo de una forma convencional. Lo que sucede es que quiero llamar tu atención hacia algo que tú y muchas personas dan por hecho: tu salud. ¿Sabes que esa salud es uno de los factores que te permiten salir los viernes a parrandear, correr maratones o ir a la universidad? Quiero que estés consciente de ello y por ello te escribo. Quiero explicarte lo que se siente ser como yo: una persona enferma.

Tengo cáncer y vivo una lucha constante cada día por sobrevivir. Quimios, pastillas y reposo… así pasa la mayoría de mis días. Pero también tengo días buenos muy buenos en los que puedo salir a caminar al parque con Bruno, mi perro. Esos días caminamos mucho porque después de un tiempo es momento de entrar nuevamente y guardar reposo… bah.

Las quimios hicieron que se me cayera el cabello; esto no le pasa a todos, pero a mí sí y hace un poco difícil salir a la calle. Personas como tú que no me conocen me ven extraño, desvían la vista cuando paso o murmuran entre ellas; algunas incluso me señalan y se ríen. Es difícil… no me siento normal. Y es que yo entiendo que no lo soy, es decir, tengo una enfermedad grave que en cualquier momento me puede vencer pero… también quería quiero serlo.

Quería estudiar diseño gráfico, me gusta mucho dibujar y fantaseo mucho (dicen que tener imaginación es muy importante para ser diseñador). Me encantaría ir a la universidad y que mis diseños sean reconocidos a nivel nacional. Tal vez fundar una revista solo para diseñadores guatemaltecos donde se muestren distintas técnicas, colores, modas. No sé, algo así. Mi papá también sueña soñaba eso y por eso siempre me compra crayones, cuadernos, acuarelas… Si pudieras ver mi cuarto, está lleno de dibujos y fotografías, telas y cosas por el estilo. Sí, ojalá lo pudieras ver.

 Pero lo más probable es que nunca lo harás porque no me conoces ni parece que quieras hacerlo.

 Me pone triste sentirme aislada y más aún la facilidad con la que me ignoras. Y no es porque yo crea que soy especial o algo así, sino porque yo también tengo cosas que compartir. A veces te veo triste o enojado, gritándole a tu mamá en el carro o escucho en las noticias que por ir ebrio has causado un accidente… me gustaría decirte recordarte las ganas que tenías por crecer cuando éramos pequeños.

¿Te recuerdas que soñábamos con ser astronautas, maestras, policías o modelos? Decíamos que íbamos a ser importantes para el país, para nuestra casa y para nuestra mamá. No sé cómo íbamos a salvar al mundo siendo astronautas, pero esa era la idea.

Para hacerme las quimios debo ir al hospital. Es complicado porque no me gustan, además, algunas enfermeras me tratan como si no quisieran que estuviera ahí, como si fuera una carga para la sociedad. Hay otras que me llevan helados y libros; ellas son las más difíciles porque me ven como si no tuviera esperanza de sobrevivir.

Y aunque a veces se siente así, me gustaría pensar que no es cierto.

También he hecho amigos.  Conocí una niña de 13 años que tiene SIDA. Usualmente tiene un semblante muy triste pero si tuviera que escoger un color para ella sería amarillo radiante. No es que su piel sea color amarillo… es que tiene un brillo muy bonito, especialmente cuando llegan los voluntarios universitarios. Llevan loterías, revistas y libros para compartir. A veces llegan sin nada, solo a platicar y a reír un buen rato con nosotros; casi nunca lloran.

Para ella es un poco más difícil que para mí, la gente que sabe de su enfermedad casi nunca la toca, pero no voltean la mirada cuando ella pasa. En cambio, la señalan e incluso dicen cosas desagradables de ella.

Y no únicamente los niños de su edad, a veces también son jóvenes como nosotros. Como tú, que van a la Universidad.

Esto me da coraje y pienso si existirá alguna forma de enseñarles a estas personas que una enfermedad grave no es castigo de Dios. Que quienes estamos enfermos no estamos pagando ninguna penitencia. Que también tenemos sueños e ideas innovadoras. Tal vez no podamos ser astronautas, pero sí podemos, queremos y tenemos derecho a SER.

Así que hoy, persona sana –tengas la edad que tengas- te invito a que abras un poco más tu mente y corazón. A que no me ignores o aísles, pero tampoco me señales o te rías de mí. Salúdame, háblame; quién sabe, quizás hasta soy el amor de tu vida (jejeje).

Esto me lleva a lo último que te quería decir: probablemente te preguntes por qué inicié esta carta tratándote como “querido” y no como “respetable o estimada”. Verás, mi enfermedad me ha hecho consciente de que la vida dura poco y por ello he decidido amar a todos, incluso a ti, a quien no conozco y quien no me conoces.

A pesar que me aísles sin saber que no soy color gris opaco como crees, sino rojocomo la pasión que siento por la vida… aunque esta se me siga escapando.

Imagen Paz Enfermos

Compartir