Esta se vuelve la primera, última y única columna “no impersonal” que escribo.

Negación que prefiero, antes que usar el adjetivo “impersonal” porque aunque todas mis aportaciones fueron propias e íntimas, siempre tuve la intención de que también figuraran personales para alguien más. Y así, si tenía suerte y seguía las instrucciones de los editores, lograría que varias personas, se identificaran con lo escrito de tal modo que al leerlo se sintieran también autores.

Ahora bien, es esta mi columna de despedida, ya que aunque no he escrito en algunos meses, estuve presente; aportando y formando parte del equipo a través del Rincón Literario, por ejemplo. Sin embargo, las obligaciones de la vida adulta, cada vez más amenazantes y las responsabilidades que conlleva expresarlo todo, cuando pasas de los que lo perciben a los que pueden hacer el cambio, me obliga a mantenerme, tal vez por un tiempo, alejada de la crítica y ubicarme; ojalá para siempre, del lado de la acción.

Además, y lo admito porque le debo a este querido medio la oportunidad de catarsis que tan necesaria se volvió con el trascurso de los años y la conflictiva situación nacional: no me encuentro en condiciones de seguir redactando columnas de opinión. Me siento “en el aire”, como no quisiera, pero sé que también están muchos el día de hoy.

Rota, dañada, un poco desesperada (…) como la buena canción de Andrés Cepeda.

Algunos días por mí y otros por lo que pasa, y especialmente por lo que NO pasa. Un sentimiento –confío- momentáneo, pero por ahora lo suficientemente fuerte como para estancarme y no dejar plasmar mis opiniones, y obligarme a analizar las posiciones de otros jugadores de este agotador ajedrez: Guatemala.

La intención, sin embargo, de ninguna manera es dejar con esta despedida un sabor a desilusión. Los medios como Brújula son válidos y especialmente urgentes y necesarios porque son a través de estos espacios de comunicación y formación, que los y las jóvenes, en quienes reside el más fuerte espíritu de rebelión ante las torpezas e injusticias; se encuentran, se escuchan y planean a partir de ahí, la toma de acciones concretas que generen ese tan deseado cambio.

Mi intención, es dejar la invitación y la bienvenida a los estudiantes universitarios: ¡Opinen, muchá! Y a partir de las opiniones, las conclusiones, los diálogos, hagamos algo.

Además, alentar y reafirmar que está en todos esa esperanza, no se va a marchitar, avanzamos, como país, hacia algo mejor;
y agradecer:

A quien leyó alguna de mis columnas; por el tiempo, el reconocimiento y la crítica.

A la Universidad Rafael Landívar; con quien no coincidí en varias ocasiones, ya que aun así, me educó y formó crítica y analítica; y sobre todo, me enseñó la devoción y firmeza que se debe tener con nuestros principios morales.

Y a Brújula, a quien siempre recordaré con especial cariño, por evitar –infinidad de veces- que me tragara el enojo y la desilusión.

Nos seguimos leyendo.
María Fernanda Sandoval

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