Ingrid/

Fin de año es para mí una época muy especial, a pesar de que está llena de situaciones familiares que me provocan sentimientos diversos. Sin embargo, desde que soy parte de Al-Anon las he aprendido a disfrutar mucho más, sabiendo que soy yo quien maneja mis emociones: las reconozco, las valido y las acepto.

He aprendido a vivir un día a la vez, así que no planifico con meses de anticipación las fiestas. Mi compulsión por controlar todo y a todos me hacía planificar exageradamente cada detalle: la cena de Navidad, la decoración y los regalos, si alguien intervenía en mis planes me molestaba y perdía la calma. Me fastidiaba la negociación sobre en qué casa o con qué familia pasábamos qué fiesta, e  incluso los regalos que les hacían o dejaban de hacer a mis hijos.

Ahora sé que si un plan no va a realizarse, puedo tener una alternativa y aceptar que la vida me sorprenda.

En Al-Anon he aprendido que puedo sentirme triste si un ser amado ya no está conmigo y que puedo sentirme feliz y agradecida por las personas que sí están y a quienes demuestro mi cariño y respeto. También puedo aceptar las decisiones de otros, si quieren regresar conmigo a casa o continuar la fiesta…

Las épocas de fin de año se llenan de anuncios y promociones que nos hacen comprar sin pensar, rebajas que probablemente no sean tan buenas después de todo, que nos hacen llevarnos a casa cosas sin que las necesitemos. Al-Anon me enseña a pensar: si voy de paseo a algún centro comercial, veo las cosas tan lindas que hay pero si no lo necesito, no lo compro, es mi derecho. Y si realmente necesito algo voy y lo compro. Muchas veces el no tener las posibilidades económicas para comprar un regalo o ropa nueva nos hace sentirnos frustrados y tristes.

Los convivios y las fiestas de fin de año son  probablemente el tormento de la época para alguien que vive con un alcohólico. 

Al principio todo va muy bien, pasamos momentos muy alegres en familia o con amigos.  Sin embargo, al avanzar la fiesta y la bebida, las cosas se complican por el que es agresivo o por el que no quiere irse o por el que no quiere entregar las llaves, etc. Ahora puedo quedarme fuera de esas situaciones, no estoy obligada a estar en un lugar donde no quiero estar.  Entendí que estos ambientes no eran nada positivos para mis hijos, así que decidí que si no era una fiesta familiar, ellos no iban. No los expondría más a este ambiente.  Puedo quedarme en casa y abstenerme de compartir esas circunstancias o si puedo ir y tener un plan B para regresar a casa en el momento que crea correcto retirarme, lo hago.

La facilidad de pedir un taxi está al alcance del teléfono. El alcohólico siempre va a quedarse donde hay licor, no tiene la capacidad de poner como prioridad la seguridad de su familia, así que las personas no alcohólicas tomamos esas decisiones. Antes no tenía tan claro esto y participaba en la discusión de ¡vámonos! y él no quería, me molestaba, discutíamos en público, era vergonzoso. Así que poco a poco conociendo y aplicando mi programa, aprendí el desprendimiento emocional.

Muchas veces después de la fiesta, mi alcohólico seguía bebiendo solo, pero entendí que era su propia batalla. No puedo librarlo de su dolor. Puedo ser cariñosa y atenta, pero no soy su salvadora.

Hoy después de muchas situaciones difíciles que enfrentó mi alcohólico amado, buscó ayuda en AA. Se dio cuenta que tenía un problema con la bebida y que no podía continuar así, yo tomé la misma decisión y busqué ayuda en Al-Anon.

Sí, es Navidad y la fiesta no tiene nada que ver con licor y emborracharse, pero no todos tienen esa conciencia. Así que empecé por mí.  Mis hijos y yo decoramos la casa, preparamos un lugar especial donde va a nacer El Salvador y vivimos el adviento, rezando juntos cada domingo. Preparamos regalos para cada familia ¡de mi familia para la tuya!. El día de Navidad es un tiempo para pasar en unión familiar, así que preparo una cena especial ese día y quien quiera venir, mi casa está abierta. Ahora por la gracia de un Poder Superior somos una familia en recuperación.

Compartir