Antes de encontrar a Al-Anon pensé que algo andaba mal conmigo, porque amaba a un alcohólico. No comprendía cómo podía seguir amando a alguien, cuyo comportamiento cuando bebía, era insensato.

Me sentía aislada y sola con estos sentimientos; sentía que si tan sólo pudiera encontrar la manera correcta de comportarme con el alcohólico, la bebida se detendría.

Comenzaré con mi relato. Cuando lo conocí estábamos en la universidad y me pareció el hombre más simpático, guapo, carismático y sobre todo ‘media vida’. Para mí fue un gran flechazo, pero al parecer yo no lo había sido para él.  Siempre andaba rodeado de chicas lindas y agraciadas y yo pensé que no era una de ellas; pero no había por qué perder las esperanzas.

Yo había terminado una relación de más de 4 años y pensaba dentro de mí “un clavo saca otro clavo.”

Un día saliendo apresurada del salón de clases, llevando un proyecto de diseño sobre mis brazos, me topé bruscamente con él y mi proyecto quedó tirado en el suelo, prácticamente destrozado. Al principio sentí una gran furia, pero cuando vi que era él, me sonreí. Él quiso disculparse, me levantó del suelo y me ofreció ayuda con mi proyecto, luego me invitó a un agua para que se me pasara el susto. Por primera vez, sentí que había puesto sus ojos en mí. Me moría de felicidad.

Llegó a mi casa a ayudarme en el proyecto, pero no me fue de mucha utilidad ya que él estudiaba auditoría; poco a poco nuestra amistad empezó a crecer, él era tan alegre, tan ‘pachanguero’.

Yo gozaba de su compañía, pues yo era una mujer tímida y él me hacía sentir muy diferente. Nos hicimos novios y después de casi dos años, adivinen qué sucedió… sí así es, nos casamos.

Yo era la mujer más feliz del planeta tierra, sabía que bebía, pero yo estaba completamente convencida que mi amor lo iba a cambiar, que solamente eso era lo que yo necesitaba, AMOR.

Mi primer dolor fue mi fiesta de bodas; se embriagó como loco y no quería salir de allí, salimos rumbo al hotel casi de mañana, me sentí frustrada y despreciada, pero seguía creyendo que mi AMOR era súper poderoso y lo haría cambiar. Hoy sé que se necesita mucho más que eso… el amor no es suficiente y ni yo ni nadie sería capaz de hacerlo cambiar, la responsabilidad para cambiar era de él, solamente de él.

Vinieron nuestros hijos y el alcoholismo de él se hacía más grande.  Ese chico súper alegre se había convertido en un gruñón, mal educado y patán; había descuidado sus obligaciones y su apariencia.  Estaba amargada, insegura, triste, me sentía en el limbo y mi espíritu estaba abatido.  ¿Cómo era posible que una chica de 22 años y 2 niños se pudiera sentir así? ¿Quería amargar a los peques con nuestras constantes discusiones, mis gritos y nuestra postura de padres ausentes?

No, ¡noooooooo! no habían venido al mundo para vivir de esa manera. Así que un día que  llevaba a los niños a casa de mi madre, escuché en la radio una charla donde hablaban del alcoholismo y cómo afectaba a sus familiares. Me quedé con la boca abierta, me estacioné y anoté un número telefónico, al llegar a casa llamé y busqué un grupo cerca de mi vivienda; estaba dispuesta a intentar cualquier cosa, así que me dirigí a Al-Anon.

Mi esposo sigue bebiendo, pero en Al-Anon he ido aprendiendo a convivir con él. Aprendí qué actitudes puedo controlar, a establecer mis límites, las precauciones que debo tomar, etc. Me queda muy claro que no puedo cambiarlo ni a él ni a nadie y que no puedo seguir salvándolo cuando se mete en problemas. Él debe asumir la consecuencia de sus actos.

Por medio de Al-Anon he aprendido que el alcoholismo es una enfermedad. He aprendido que la enfermedad me ha afectado y que puedo sentirme enojada por eso, pero puedo ser amable.

Creo de todo corazón que, no es malo convivir con un enfermo alcohólico, lo complicado está cuando no sabemos cómo.

Por eso Al-Anon podría ser una solución, tanto para parejas como para las personas que en casa tiene a un alcohólico o para quienes vivieron con uno.

 

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