Cuando algo o alguien no es para nosotros, solo queda respirar hondo y dejarlo ir. Tanto en el amor y en la muerte se dice que cuando te toca, aunque te quites, y cuando no, aunque te pongas.
Antes de dejar ir, solemos esperar una “luz verde” que nos indique cuando es el momento preciso de “soltar” lo que nos hace daño; sin embargo, esa luz verde no se presenta de forma sutil y discreta, se presenta como una lección brusca y directa que nos hace entender que ese trabajo, ese automóvil o esa persona no es para nosotros.
No existe una formula para dejar ir aquello que nos hace daño, una persona tóxica o un vicio. Cada quien tiene su método. Eso sí, se debe tener fortaleza y determinación para aceptar que al momento de dejarlo, en su lugar solo quedará el recuerdo de lo que fue, del dolor que nos causó y de la alegría que nos puede dar el superarlo.
Seguir adelante no es una opción, es una obligación. Permitirnos fluir es avanzar como si nada fuera tan importante como para quitarnos la esperanza, como si nadie fuera tan valioso como para arrebatarnos la oportunidad de ser felices. Debemos soltar esa ilusión de amar, el deseo de querer y la necesidad de imaginarte con ello porque nada de eso es un complemento en nuestra vida, sino una cruel tortura que nos atormenta porque no lo conseguimos.
Para que todo fluya debemos ser conscientes de que quien huye no soluciona nada. Fluir no es alejarse. Fluir y soltar es de valientes porque dejar ir lo que no nos sirve, es avanzar a costa de afrontar una nueva realidad en la que ya no viviremos más con esa carga.
El primer paso para dejar ir es superar el miedo. Y muchas veces nos dejamos cegar por ese miedo y olvidamos que existe placer en vivir en calma, valorando las pequeñas cosas como un abrazo, una comida, un paseo, un baño, una conversación, un viaje.
Preferimos seguir programando cosas como “cuando sean vacaciones descansaré”, “seré feliz cuando llegue el fin de semana”, “sabré lo que es la alegría cuando tenga una buena pareja” olvidando que el mejor momento para vivir siempre es ahora.
Cuando aceptamos que la vida sigue, empezamos a valorar el presente de un modo armónico de acuerdo a nuestra conciencia, en libertad, en integridad y en una adecuada paz interior que nos permite disfrutar ese “aquí y ahora”.
Puede que todo lo anterior ya lo sepamos, pero siempre quedará esa parte de nosotros que espera esa luz verde, ese “Keep Calm and Carry On”, que nos recuerde que la única opción posible es seguir adelante, luchar y confiar que está bien que dejemos ir.