Mario Majano/Corresponsal/Opinión/
No ver la realidad de pobreza extrema en nuestro país es difícil, sin embargo no requiere ningún esfuerzo ignorarla, como lo hacen algunos y no creo que sea obligación de ningún ciudadano preocuparse por ella. Lo que pienso, es que los mismos ciudadanos tienen más poder que el gobierno para contrarrestar el crecimiento de la pobreza.
En mi búsqueda por ocupar las tan valiosas horas de mi vida probé por muchos pasatiempos que, de a pocos, fueron formando mis actitudes frente a la vida y me crearon cierta ansiedad por mantenerme ocupado. Esto me condujo a encontrar los voluntariados, donde me encontré contrastando realidades: la mía y la de las personas a quienes brindaba ayuda. Cuando pasa esto reconoces que hasta no ver cómo es la situación no puedes comprenderla, ya que no es de la manera en que las personas lo describen. En lugar de sentir lástima por las personas que viven en situaciones deplorables, aprendes a ver a algunas personas con admiración ante su determinación por salir adelante en cualquier situación en que se encuentren.
Independientemente de los objetivos a los cuales pretendan llegar las distintas ONG, son imposibles de conseguir sin personal, sin importar si son cooperadores o voluntarios; debe haber gente dispuesta a impulsar eficientemente sus programas de intervención social. Realizar trabajos para buscar una sociedad mejor y justa, es más efectivo que sentarse de brazos cruzados a reprocharle al gobierno sobre su supuesta «ineficiencia» para tomar acciones para el beneficio común.
Colaborar con el desarrollo de las personas, desde aspectos físicos, sociales, emocionales, económicos, entre otros; depende en su mayoría de aquellos que tienen los recursos necesarios para brindarles una mano de apoyo, no solo haciendo referencia al dinero, sino también a la oportunidad de regalar un poco de tiempo para aquellos que lo necesitan.