¿Cuántas veces en nuestra vida hemos escuchado la frase “cuidado que te vas a lastimar”? Y tras ello, ¿Cuántas victorias y cuántas heridas han ido sumándose a nuestra cuenta? Sin duda alguna, cuando la vida va color de rosa; es decir, todo parece ir muy bien, todo se siente fácil y agradable. Pero pasar a la contraparte, puede ser una tarea muy difícil. Sin embargo, esto se convierte en una necesidad, aunque no lo parezca.

El dolor está pintado como un fantasma, al que estamos tratando constantemente de huir. Este ser desagradable que nos aleja de la tan ansiada felicidad, puede ser seguido de emociones que lo hacen más repudiado. Algunas de ellas son: el miedo, la ansiedad, el estrés. La ironía inicia al decir que a pesar que esos momentos de dolor existan, debemos estar agradecidos por ellos. Podemos decir que esto es una locura, porque quién podría estar agradecido de algo tan sencillo como quemarse la lengua, por apresurarse a tomar un bocado de su comida favorita. Suena muy ilógico pero encontrarle el sentido, es el reto con el que nos topamos cuando aparece este fantasma.

Las experiencias tanto buenas como malas afectan nuestro bienestar, pero el centro de ello es elegir qué giro le vamos a dar y con qué nos vamos a quedar.

En pocas palabras, la actitud con que afrontamos cada una de nuestras vivencias es lo que les brinda o les quita el poder de afectarnos o por el contrario, de hacernos crecer. Estas experiencias que nos dejan un sabor amargo, pueden convertirse en un abono de primera calidad para que sobre ello, hagamos florecer un nuevo campo para continuar afrontando lo que venga, tomando ya como referencia lo vivido, para que no sea capaz de destruir todo lo que hemos construido.

El dolor después de vivir el correspondiente duelo, nos abre muchos caminos.

El primero es que puede generar un deseo que se apertura ante nuevas oportunidades, que no veíamos en ese momento o que no parecían factibles. Un ejemplo de ello es tener una cancelación o suspensión de contrato laboral. Es un golpe duro de recibir, pero después de llegar a la aceptación del dolor, podemos orientar la búsqueda al trabajo que siempre hemos soñado o decidirnos por fin a emprender, alternativa que es muy necesaria en nuestro país. Contribuir a la generación de empleo no solo brinda gratificación personal sino que es un aporte a la sociedad.

Segundo, aumentar la empatía. Sentir dolor nos da un mayor sentido de conexión con los demás, nos permite ser sensibles ante el dolor que pueden presentar.

Un ejemplo de ello es comprender a un amigo que acaba de perder a un ser querido, con algún detalle o simplemente con estar presente. Sin duda, es un momento para sentirse apoyado por quienes tiene afecto. Tercero, un incremento de sentirse autosuficiente. Una vez que hemos pasado un mal momento y lo superamos, nos damos cuenta que salimos victoriosos de aquel dolor, sin duda podemos afrontar la siguiente situación que se vea complicada.

Finalmente hay una cuarta, pero se convierte en la más importante y difícil de llevar a la práctica y esta es la gratitud. Agradecer por la vida en general con todo lo que trae consigo, esto nos hace valorar todas las cosas que damos por seguras y sobre todo, permite que nuestra actitud cambie al afrontar una situación difícil.

¿Por qué? Porque sin duda estar agradecidos por lo que tenemos, nos hace ser conscientes de lo que tenemos y por lo tanto, sacarle el mejor provecho tratando de conservarlo. Y en momentos complicados, nos hace dar gracias por el dolor, porque permite tener cimientos más fuertes para afrontar los duros huracanes que podemos pasar.

Seguramente en nuestro círculo de conocidos, hemos escuchado más de alguna historia que ha hecho más fuerte a alguien y que después de ello, ha encontrado un sentido más profundo a su existencia. Incluso en la ficción, podemos encontrar que varios súper héroes luego de una tragedia se convirtieron en una mejor versión de ellos. Y justamente de esto se trata, abonar nuestra semilla del crecimiento con el abono de una experiencia dolorosa, para alcanzar nuevos niveles y generar con ello una revolución interior; cuyo único fin es hacernos más empáticos, más fuertes y sobre todo más humanos.

 

Compartir