Por Javier Aguilar
La pandemia del COVID-19, llegó a modificar rotundamente los protocolos que el sector turismo tenía establecidos; para el servicio de sus clientes, antes de ella. En un sector que giraba cada día más en torno a la experiencia que el cliente podía obtener, la prioridad pasó a ser la higiene, seguridad sanitaria e inocuidad de los servicios brindados. Es decir, el orden de los factores de relevancia cambió y con él, cambiaron también los procesos que forman parte de la experiencia turística.
Para dar respuesta a este nuevo panorama, el Instituto Guatemalteco de Turismo -INGUAT-, ha preparado una serie de manuales, que tienen como objetivo; reducir la probabilidad de contagio en las empresas turísticas. Dichos manuales son específicos para cada tipo de empresa, ya sea hotelera, de restauración, parques turísticos, agencias de viaje, proveedores de transporte, entre otras. La inocuidad y seguridad de los clientes y trabajadores, es la principal preocupación del INGUAT, ya que las empresas del sector turístico, poseen una alta probabilidad de sufrir contagios. De hecho, es por ello mismo, que ha sido de los sectores económicos más afectados; pues su sola operación, es un riesgo latente para la población involucrada.
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Calificar el desempeño del INGUAT en este momento, es aún anticipado. Sin embargo, para algunos, la institución debió brindar un mayor apoyo económico a las empresas turísticas. Desde un inicio y para otros, su papel se ha visto limitado a respetar las disposiciones gubernamentales; preparándose para la reapertura económica.
En mi opinión, coincido con el segundo de los criterios. Lastimosamente el INGUAT, es una institución económicamente dependiente de las operaciones turísticas, que el país genere; al verse estas reducidas en su totalidad, los ingresos de la institución también se ven severamente afectados. Con ello, el apoyo que podían brindar a las empresas, se limitó a marcar las pautas que éstas debían tomar, una vez la actividad económica se reestablezca.
Los manuales que ha generado para reducir el riesgo de contagio, han sido adecuadamente elaborados y aunque repetitivos en algunos incisos, están detallados de forma que su comprensión sea sencilla; para la mayor parte de la población. Cabe mencionar que la aplicación de dichos manuales, no es de carácter obligatorio para las empresas turísticas; solamente es una recomendación. Con ello, ya podemos iniciar a evaluar si el trabajo de la institución es correcto, aunque será hasta el momento de la reapertura, que el verdadero trabajo del INGUAT se podrá medir de mejor forma. La responsabilidad de velar por el cumplimiento de dichos manuales, es el trabajo que a mi consideración, juzgará a la institución; la capacidad que tenga de hacer presencia, en lugares donde nunca la ha tenido, será fundamental para lograr un trabajo exitoso.
Por ello, como se afirmó anteriormente, calificar el trabajo del INGUAT aún es apresurado; su labor principal no ha iniciado. Quedan de pronto, muchas preguntas sobre la reacción de las empresas turísticas; ante estas recomendaciones y ante las nuevas regulaciones sanitarias, que el INGUAT está promoviendo.
¿Qué pasará con las empresas que no posean la liquidez económica suficiente, para implementar estos requerimientos?; ¿Cuál será la capacidad económica de los clientes, para poder adquirir servicios turísticos a corto y mediano plazo?; ¿Qué responsabilidad legal y económica tendrá la empresa, si uno de sus clientes o trabajadores, se contagia de coronavirus en el establecimiento?; ¿Efectivamente tendrá alguna responsabilidad?