Gilda Barrientos/ Auxiliar de Investigación del Instituto de Investigación y Proyección sobre Dinámicas Globales y Territoriales/

 

El teatro es una práctica que solo puede llevarse a cabo en colectividad, es decir en constante interacción. Es un acto social: “porque siempre hay alguien que imagina y narra, y otro que escucha y observa” (Tello y Ravassi 2006, p.5). Así pues, el teatro siempre emite un mensaje a la audiencia, ya que durante la presentación de la obra se forma una red de relaciones complejas entre actores y espectadores produciendo estímulos visuales, verbales, gestuales, y técnicos.

Considero importante profundizar en el teatro como herramienta pedagógica, colectiva, política y social.

En ese sentido, cabe mencionar que este tipo de teatro desarrolla en el alumno un pensamiento crítico y analítico de sí mismo y de su contexto. Además, este tipo de teatro insta al estudiante a someterse a un proceso investigativo sobre el tema que se va a presentar en la obra, para que pueda profundizar en él y posteriormente aportar ideas en el proceso de creación, dotándolo de un sentido de propiedad sobre su aprendizaje. El teatro -como se mencionó anteriormente- también es un espacio de intercambio, es decir, de trabajo colectivo, en el que tanto alumno como maestro, son creadores y cuestionadores a la vez.

A su vez, el teatro, al dotar de autonomía y al fomentar la libertad de expresión y participación en el individuo que lo practica, es un instrumento que ha servido para denunciar, para exponer y reflexionar o decidir sobre los problemas de la sociedad. Es decir que en el ámbito político o social, se enfoca en provocar un cambio, desde lo micro hasta lo macro, instando tanto a los actores como a los espectadores a la acción para lograrlo.

No obstante existen diversas corrientes teatrales, en las que el director es quien crea y los actores, solo interpretan, principalmente el teatro tradicional o comercial que más que una puesta en común, se ciñe a un guión. Al respecto, el teatro denominado tradicional o teatro de consumo o comercial, se caracteriza por emitir una leve crítica social y por la ausencia de problemas graves. Éste fue utilizado por la clase capitalista para mero entretenimiento y no para fomentar el análisis, la reflexión y la denuncia en el espectador.

Por otro lado, el teatro actual, nace con un grupo de dramaturgos y de instituciones que se manifiestan en contra del teatro comercial.

Es un teatro revolucionario, que se encuentra con dificultades principalmente la censura porque cuestiona a los grupos de poder, explora, indaga, profundiza en los temas que va a presentar. Plantea preguntas y obliga al actor y espectador a analizar sobre los temas expuestos. Los temas representan situaciones cotidianas de carácter social y político.

Cabe destacar, que este tipo de teatro guarda una estrecha relación con la Pedagogía del Oprimido de Paulo Freire, quien fue uno de los pedagogos brasileños más influyentes del siglo XX. Ya que la propuesta de Freire, fue creada para los oprimidos, ésta pretende liberarlos a través de una educación crítica, basada en el diálogo, ya que al expresarse libremente, y al analizar su entorno, se vuelven partícipes y protagonistas de una transformación tanto a nivel personal como social.

Asimismo, la educación liberadora consiste en que el alumno es capaz de cuestionar lo que se le presenta y el educador es el encargado de generar ese proceso cuestionador para que los educandos emitan sus opiniones e ideas, ya que para Freire, “el autoritarismo inhibe, no permite que la pregunta florezca y mucho menos que la creatividad se desarrolle” (Salazar, 2014, p.305).

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