VENEZ

María Alejandra Paz/ Colaboración/ Venezuela/

Tengo diecisiete años, soy venezolana. El régimen chavista llegó al poder en el año 1998, cuando yo tenía dos años de edad. La verdad es que nunca he visto o vivido otra cosa que no sean los resultados de estos últimos 15 años de gobierno, pero si existe algo que puedo entender completamente es el porqué una gran parte del pueblo está cansado de estos. Y ese es el objetivo de mis palabras: dar a conocer mi punto de vista acerca todos estos acontecimientos. Permítanme iniciar hablando de mi tierra citando una frase que leí y en definitiva me marcó:

“¿Dónde queda Venezuela?
En el pecho, a la izquierda.

Venezuela es el país donde hay muchísima riqueza en petróleo, bellezas naturales, tierras fértiles, cultura y gente trabajadora, pero hay extrema pobreza en la mente, en el corazón y en la conciencia. El lugar donde hay un gran potencial que cada día es desperdiciado por la cabeza de Estado y, lamentablemente, ignorado por una parte de su población. Vivo en un país donde desde hace aproximadamente 15 años hermanos, hijos, padres, primos y amigos han cortado total comunicación únicamente por pertenecer a bandos políticos distintos. El desempeño de los servicios públicos es patético, las vías públicas están a punto de volverse intransitables y a pesar de que claman que hay “soberanía alimentaria”, casi absolutamente todo lo que tenemos se trae de afuera, sin contar el hecho de que existen colas kilométricas para obtener apenas algunos de los productos de la cesta básica, si es que los consigues. El desabastecimiento es otro de los problemas que tenemos, además de que la inflación está al 57,3%.

En mi país la corrupción es algo del día a día, donde tienes que pagar de tu bolsillo a funcionarios de la ley para que no te arresten, a tribunales para que realicen algún papeleo de manera óptima o incluso a dueños de mercados para que te den la comida que ellos mismos acaparan. Hay miles de hospitales y clínicas que no pueden siquiera realizar las operaciones más sencillas porque no hay insumos para ello, sin mencionar los tratamientos prácticamente inexistentes para personas con cáncer y otras enfermedades graves. Millones de familias se han resquebrajado por completo al recibir noticias de que alguno de sus miembros ‘fue asesinado’ por el hampa o al tener que hacer visitas anuales a la morgue. Nuestros medios de comunicación pertenecen al Estado mientras que los demás sufren de una autocensura extrema. Los periódicos han reducido radicalmente la cantidad de cuerpos gracias a la falta de papel y muchos estarán fuera de servicio pronto. Venezuela es el país donde poco a poco, y hoy más que nunca me doy cuenta, fue sembrada y regada una semilla llena de odio que hoy es la que hace que tantos venezolanos se insulten, amenacen y maten entre sí solo por pensar diferente.

Donde por no compartir el punto de vista del gobierno eres tachado de mentiroso, fascista, golpista, apátrida y traidor.

Hoy es 16 de marzo. Muchos ciudadanos iniciamos una Resistencia al régimen, donde ni siquiera estamos liderados por los políticos de oposición, sino por estudiantes y parte de la sociedad civil. Llevan organizando protestas pacíficas a lo largo de todo el país desde hace 32 días y lo que los protestantes han vivido ha sido algo brutal; víctimas de la represión ordenada por Maduro cayeron asesinados solo el primer día dos estudiantes (Bassil Da Costa y Robert Redman) que son llamados por parte del pueblo como héroes. Contándolos a ellos ha habido un total de 28 venezolanos muertos a manos de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y los colectivos (un grupo de motorizados que están armados gracias al gobierno), cifra que cada día lamentablemente va subiendo. Y estas solo son las cifras conocidas, pues se oyen de muchos más asesinatos. Estos sujetos han combatido con armas de guerra, tanquetas, bombas lacrimógenas vencidas, perdigones, golpes y persecuciones a ciudadanos con pancartas, pitos, consignas y mucha voluntad. Vi con mis propios ojos cómo mis vecinos eran perseguidos por la guardia solo por manifestar en sus propias calles su descontento. A pesar de que hay un gran grupo de soldados que se han negado a reprimir al pueblo, la gran mayoría lo sigue haciendo. Sabemos que les dan privilegios como automóviles último modelo, viviendas, bolsas con comida y suplementos básicos, pero ¿cuánto vale la dignidad de un soldado hoy en día? ¿Valen realmente la pena todos esos beneficios materiales si la orden que tienen es matar a sus hermanos? Si el lema de la guardia nacional es “el honor es su divisa”, ¿dónde se supone que queda el hecho de que se presten a proselitismo político?

Petróleo

Hemos buscado métodos como guarimbas y cohetes para poder defendernos de los que juraron protegernos, pues ahora sabemos que no contamos con las fuerzas policiales. Al ver que muchos presidentes latinoamericanos se han hecho de oídos sordos ante la violencia y la OEA nos ha dado la espalda a pesar de las incontables muestras de violación de derechos humanos, simplemente me queda resignarme al hecho de que realmente estamos solos en esto… Solo se me ocurre pensar que nos han dejado de ver como individuos, ciudadanos o seres humanos, para vernos como barriles de petróleo. Como siempre, el interés es el motor de las acciones.

Mi familia y yo nos hemos visto obligados a mantenernos en casa, pues gracias a la militarización extrema que ha sido aplicada en nuestra ciudad sabemos que buscan a estudiantes como yo para incriminarlos en actos vandálicos y muertes, tal como han hecho desde hace semanas. El problema no es solo este, sino la cantidad masiva de allanamientos sin orden judicial que se han realizado; esto no es más que un claro ejemplo de la represión que quieren imponer contra el pueblo. El gobierno incluso ha tenido el atrevimiento de traer presuntamente desde Cuba cantidades masivas de milicos para que actúen en las calles, pues hay pruebas de ello. Es una muestra del miedo que siente Maduro ante el poder de un pueblo del cual está perdiendo el control.

Lo más cínico de todo el asunto es que el “presidente” (lo pongo en comillas porque aquí en Venezuela es llamado el ilegítimo por varias buenas razones) se atrevió a decir que todos los hechos de violencia fueron causados por los propios estudiantes, acusándolos de herirse entre ellos mismos. De agregado ha felicitado el trabajo de todos estos grupos militares y armados, calificándolos de ejemplares. Para mí esto no es más que una falta de respeto para todas esas familias con un luto muy oscuro al que muchos nos hemos unido y una clara demostración de que a ese hombre no le importa en lo más mínimo lo que pueda pasarle al pueblo. Esto ya no es una cosa de oposición vs chavismo/madurismo/oficialismo; estamos luchando por problemas que nos afectan a todos. Se de muchas personas que simpatizaban con el gobierno anteriormente y hoy están en cada una de las manifestaciones. ¿Ellos no importan tampoco para Maduro? ¿O será que nunca han importado, igual que todos los demás? ¿Hasta dónde se han perdido nuestros valores, principios y sentido común como para permitir que el radicalismo político destruya nuestra cordura y nos deje libre el campo para actuar de forma impulsiva contra personas que podrían hasta compartir el mismo tipo de sangre que nosotros?

El gobierno se jacta de que aquí hay libertad de expresión pero todos los medios de televisión prefieren autocensurarse a ser cerrados por ellos solo por hacer su trabajo, que es mostrar lo que sucede.

Fusiles

Dicen a toda la comunidad internacional que no existe represión alguna por pensar diferente. Pero ¿qué pueden decir las madres de los estudiantes asesinados, o las esposas de aquellos padres que ya no verán más a sus hijos? ¿Cómo puede existir la pluralidad que tanto exige la Constitución y la democracia en un gobierno cuando toda la división de poderes está secuestrada por el oficialismo?, ¿Cómo es posible que un muchacho al que conozco fue violado por un fusil por un Guardia Nacional y la Fiscal General de la República se haya atrevido a decir que fue mentira, cuando existieron otros detenidos de testigo? En una entrevista de CNN a Maduro con la periodista Christiane Amapour , ella preguntó: “¿Qué le mantiene despierto de noche?, ¿qué le preocupa?” y él respondió entre risas: “Yo duermo tranquilo, duermo como un niño. Tengo mucha tranquilidad.” No puedo entender cómo es posible que muchas de las personas que son simpatizantes con el gobierno no vean las situaciones de forma más objetiva y puedan decir “lo que está sucediendo con todos estos actos despiadados no es correcto”. Yo no he dado órdenes de asesinar a nadie y no puedo dormir en las noches.

Este último mes he sentido mucho miedo al revisar las listas con nombres de estudiantes y civiles detenidos por la guardia nacional (GNB) y demás grupos oficiales armados del país que logran filtrarse en las redes sociales, pues tengo el temor de que aparezcan nombres de algún familiar o amigo. El mismo miedo que siento cada día al leer el periódico y ver la incesante cantidad de noticias acerca de robos, secuestros y asesinatos. O el mismo temor extremo que me da cuando son pasadas las ocho de la noche, mi papá no ha llegado a casa y no contesta el teléfono. Aquí en Venezuela, desde hace más o menos 10 años, se debe estar preparado para lo peor siempre. Estoy acostumbrada a salir de mi casa temprano y cerrar por completo las puertas, a mirar detrás de mi cada 3 minutos mientras camino por las aceras como si fuese paranoica, a esconder mi teléfono en cualquier lugar de mi cuerpo, y a rezar cada vez que se para un automóvil o una persona en moto frente a mí. Nunca sé si me van a golpear, me van a disparar en la cabeza o me llevarán para pedir millones de bolívares a mi familia solo porque tengo algo bonito, de marca o por la sencilla razón de que les dio la gana y “me tocó a mí, qué mala suerte”. Es duro. Mis padres no quieren que salga, mucho menos de noche, y los entiendo. Sé que temen que no vuelva. Vivimos en un país donde todas las garantías están suspendidas; donde saben que nadie va a responder por mí. No sé si lo sabían, pero según un artículo de prensa escrito por Javier I. Mayorca el 17 de enero de este año (2014), Caracas, nuestra capital, es la segunda ciudad más violenta de todo el planeta.

Cada vez me convenzo más de que la forma en cómo sucedieron los hechos no fue la correcta.

Por lo menos vivaCuando Chávez llegó al poder, se encargó de dirigirse a las personas con bajos recursos que siempre fueron marginadas por otros gobiernos venezolanos y los trajo al mapa, diciéndoles que ellos eran importantes. Y todo eso es cierto, pues personalmente no estoy de acuerdo con que los beneficios sean solo para una clase social, sino que deberían aplicar para todos, incluso más para los que no poseen un camino fácil para oportunidades por problemas económicos, por ejemplo. Sin embargo, Chávez hizo que el resentimiento que esas personas habían guardado a lo largo de los años saliese y se manifestase de una forma negativa, con odio a los individuos que poseen mejores cosas que ellos, creando una separación inminente entre la sociedad. Podría haber sido de manera distinta si tan solo el líder hubiese querido que se generara un beneficio para todos, de forma que la gran parte marginada del país pudiese subir un peldaño en la escala social y económica, y no que el resto tuviese que bajarlo. Así se habría generado una sociedad mejor, donde todos tendrían las mismas oportunidades, puesto que este país es capaz de producir suficientes recursos (si es que se tiene la gestión correcta, por supuesto.)

Sin embargo, cito una frase de la cual no conozco el autor, pero que tiene total razón: “No hay peor pobreza que la mental”, y no hay peor ciego que el que no quiere ver. Todo es cosa es mentalidad, hoy más que nunca estoy convencida de ello. Los venezolanos debemos entender que, más allá del chavismo, el verdadero problema somos nosotros mismos. Es una reflexión que dejo para los que me rodean y principalmente para mí, pues el cambio empieza en uno mismo.

Tengo diecisiete años, soy venezolana. La verdad es que nunca he visto o vivido otra cosa que no sea este gobierno de los últimos 15 años, pero si existe algo de lo que estoy totalmente segura es que ya no quiero vivirlo. Estoy cansada. Quiero un cambio, y aquí, junto a millones de venezolanos más, estoy luchando por él. Estoy cansada del odio. Este país se está hundiendo en él… merecemos algo mejor.

Hoy más que nunca me siento identificada con esa frase:  “¿Dónde queda Venezuela?  En el pecho, a la izquierda.”

NOTA: Cabe recalcar que ninguna de las fotos colocadas en este artículo me pertenecen, pues son parte de una recopilación de imágenes que venezolanos han colocado en las redes sociales, ya que estas son nuestro único método de comunicación inmediato gracias a la censura de radio y televisión aplicada por el gobierno. Sin embargo, me pareció pertinente colocarlas, ya que “una imagen dice más que mil palabras.”

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