AL ANON/ Opinión/
Hace algunos años inició mi proceso de conocimiento y crecimiento personal cuando ingresé a Al-Anon. Me devolvió la vida que no tenía sentido alguno al momento que llegué a este grupo de doce pasos.
Soy Ana y tengo 24 años, me críe en un hogar disfuncional, razón por la cual comparo mi vida como la de una margarita: florece durante ciertas épocas soleadas del año, pero también se adapta fácilmente a la sombra (si no me mantengo alerta a mis emociones).
Me gustaría iniciar contando un poco sobre mi infancia. En mi hogar nunca vi una botella de champagne, vino, ron, whisky o licores más fuertes; recuerdo que sobresalía la neurosis y la dependencia de los demás. Siendo una niña no comprendía lo que pasaba, el sentimiento de ambivalencia cada vez se hacía más grande. A veces creía que estaban locos, después pensaba que era normal vivir así en constante conflicto; nunca supe definir mis sentimientos. Muchas veces sentía una mezcla de enojo, tristeza, ansiedad, culpa y responsabilidad. A los 11 las consecuencias de la disfuncionalidad, comenzaron a ser evidentes ya que mis relaciones sociales comenzaron a decaer, mi ansiedad se incrementó al igual que la poca perseverancia hacia todo. Ingresé a todos los deportes que pude, clases de pintura y canto. En nada era constante, nada me gustaba y con nada estaba conforme.
Durante mi adolescencia comencé a tener más consciencia de lo que pasaba en mi hogar. Sin embargo, la negación no me permitía ver con claridad la realidad de mi vida. A los 12, desarrollé un trastorno obsesivo compulsivo debido a la intensa ansiedad que padecía. Trastorno que ya siendo joven y adulta, gracias a mi trabajo de recuperación en Al-Anon, ha mejorado.
Me agrada poder compartir mi historia con honestidad dentro del grupo, con personas que me comprenden.
Tengo muy presente como si fuera ayer mis 16. Esa fue la época en la que conocí a mi novio actual. Fueron dos años aproximadamente en los que yo observaba que le gustaba salir a parrandear, el trago y tenía muchos amigos; todo lo contrario a mí. Nunca me percaté que él tenía problemas con la bebida ya que para mí era muy normal su ritmo de vida, porque pensaba que TODOS consumían de esa manera. Luego de varios accidentes automovilísticos, un ingreso al hospital, volverme yo parte de sus mentiras por encubrirlo, dejar de salir con tal de que no bebiera, controlarlo excesivamente, etcétera; me dí cuenta que algo andaba mal en mí. Él también llegó a esa idea y voluntariamente ingresó a un centro de rehabilitación. Nuestro tercer aniversario lo celebramos dentro del mismo. Fue allí donde mi vida comenzó a cambiar para bien, allí conocí la existencia y la necesidad que tenía de Al-Anon. No es fácil para una persona de primer año universitario, entrar a un grupo de rehabilitación como Al-Anon, ya que los jóvenes rechazan estos tipos de programas y critican a las personas que los integran.
Por primera vez en mi vida, decidí perseverar en algo: mi recuperación. Así empecé a usar lo aprendido en Al-Anon para vivir mejor dentro del ambiente universitario.
Hoy puedo darme cuenta que no fue casualidad el sentirme atraída sentimentalmente hacia una persona alcohólica ya que provengo de un hogar donde existe la disfuncionalidad. He aprendido que la enfermedad es la misma, llámese dependencia a las personas o alcoholismo, solo que tiene diferentes síntomas como lo son el consumir licor, drogas, el sexo, comprar compulsivamente y demás. Hoy, entiendo donde se desarrolló mi dependencia emocional y mi fuerte deseo o necesidad de controlar a mi novio cuando él estaba en consumo. Él consumía alcohol pero yo lo consumía a él completamente con todo y emociones. Ya no me afecta como antes el comportamiento de otra persona, ya no estoy obsesionada por controlarlo. El programa de Al-Anon me ha enseñado que trabajar en mi vida es un proceso continuo que no tiene fin.
Aprender a respetarme, valorarme, conocer tanto mis cualidades como defectos; aprender a amar poniéndome límites y soltando el control, es lo más beneficioso que he aprendido en este proceso de recuperación.
Ana
Imagen: Picsfair