De pequeña tuve un sinfín de juguetes. Recuerdo que en esos tiempos, mi familia era económicamente estable, demasiado diría yo. Jamás utilicé mis juguetes, me gustaba una fantasía distinta que la de jugar muñecas creando un hogar o jugando bebés. Pensaba que ese aún no era mi papel, y pensé bien.
Me gustaba que me regalaran libros, ellos sí que me hacían volar, imaginar, soñar; y claro, eso me volvió una niña “rara”, recuerden que el rompimiento de patrones o el ser diferente nunca es bien visto, pero por suerte, tengo una mamá que me deja ser feliz.
He tenido una complicada, aunque corta vida; pues tuve un papá muy poco capaz para asumir ese papel pero a su vez y a su manera, muy enamorado de mí. Aún existe pero ya no está, por eso el “tuve”. También tengo una amiga con uno de los corazones más nobles del universo y muy dedicada en lo que se propone pero que es incapaz de decirle a su papá que quiere ser ingeniera porque el patriarcado parece ser un defecto tradicional de nuestra cultura guatemalteca y esa es carrera de hombres.
Siempre he sido una persona muy soñadora, mas nunca me he visualizado con hijos.
Creo que cuando una es adolescente, si quiere, se puede dar cuenta de la importancia y de la responsabilidad de tomar ciertas decisiones en la vida. Y en mi realidad, estoy segura que no quiero traer más seres al mundo, a uno que sufre de sobrepoblación, donde la niñez no es prioridad y se muere de hambre.
Creo que el hecho de criar a otro ser humano y la decisión de tenerlo, va más allá de una estabilidad económica o un título universitario. Tendríamos que examinarnos, descubrir nuestro ser, cuestionarnos si estamos psicológicamente capacitados para asumir la responsabilidad.
Y en realidad, esta decisión ya no solo se resume a todo lo anterior. El 8 de marzo quemaron vivas a más de 40 niñas y el mundo no se detuvo ni un segundo. Como si la memoria no existiese, como si las vidas no importaran, como si no doliera en el alma los sueños quemados de vidas inocentes. Un mes después se pierde otra vida, alguien incapaz de comprender los derechos de los niños (y aún si no los tuvieran), atropella a un grupo de niños que con todo su derecho a la libre locomoción manifestaban buscando una mejor educación y más oportunidades pero, como niños inocentes, se les olvidó que acá respiramos odio.
Los niños necesitan amor, una niñez feliz y pasiva y aquí hace mucho tiempo dejamos de saber qué era eso.
Hace poco tiempo comentaba esto con mujeres mayores y no me tomaron en serio. Les causó chiste mi decisión y me dijeron que era muy joven para saber lo que quería. ¿Acaso los jóvenes somos faltos de conocimiento? Luego me comentaron y me compartieron su pensamiento: “La maternidad es una función tanto social como biológica, y tener hijos es el principal objetivo y el deber de una mujer”.
Perdón, pero me considero una persona capaz; sé que puedo ser mamá, maestra, escritora, secretaria, artista… Puedo aportar muchas cosas más al mundo. A veces la sociedad, la religión, la cultura y la educación conspiran contra el ser humano y nos preparan para ser autómatas al servicio de ellas.
Tener hijos es un privilegio, un derecho, NO una obligación.
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