Andrea Urrea/ Insituto de Estudios Humanísticos/ Opinión/
Ya pasó la fiebre del fútbol y la euforia del mundial. Este mundial que ha sido, sin duda, uno de los más controversiales, desde su organización hasta las sorpresas que dejó: como la temprana eliminación del ex-campeón, el mal arbitraje al inicio y lo lejos que llegó la selección de Costa Rica.
Tomando en cuenta que Guatemala nunca ha ido a un mundial de fútbol, hay muchísimos compatriotas que dejan por un lado sus actividades cotidianas por sentarse frente a un televisor durante 190 minutos a ver a 22 jugadores correr detrás de un balón. Y eso no es todo, además gastan dinero en camisolas de sus equipos preferidos, cantan a viva voz las porras, celebran las victorias y lloran las derrotas.
Sin embargo, la cuestión aquí es ¿por qué muchos se sienten identificados y representados por una camisola de una nación extranjera? Y no es que no nos sintamos identificados por nuestro país, pues un país es un territorio administrado por un Estado; pero una nación es más bien una cultura donde existen símbolos, ritos y tradiciones, es una comunidad imaginaria de la que todos formamos parte y es aquí donde surge el conflicto.
Para entender esto es necesario ahondar un poco en la historia y en los fenómenos sociales. Según el antropólogo guatemalteco Marcelo Zamora, el Estado “moderno” guatemalteco cuenta con una Constitución que garantiza los derechos a todos sus ciudadanos, sin embargo a través de la historia se ha visto que es en los decretos de letra pequeña que se invalidan muchas veces las leyes generales. Si nos situamos en el contexto en donde surge el nacionalismo del siglo XIX en Guatemala, tenemos un Estado que estaba formándose y que debía construir una nación, pero también necesitaba construir una economía para poder sustentarse, y en este caso fue una economía de monocultivo. La famosa economía cafetalera, que necesitaba un ejército de campesinos que cultivara el café casi forzosamente, casi en situación de esclavismo. Entonces ahí, entre esas personas, la idea de nación no tenía mucho sentido pues, ¿de qué derechos se estaba hablando? De aquí que, a pesar de que el Estado tenga un discurso igualitarista con ideas de ciudadanía, símbolos patrios y rituales, la gente vive otra realidad totalmente distinta. “En Guatemala, la experiencia económica marca muchísimo la poco practicable idea de nación”, afirma Zamora.
Si tomamos en cuenta que una nación es un terreno cultural, un entramado de símbolos, un país tendrá éxito en construir una nación si hay una homogeneidad que precede, opina Zamora. Esto no se refiere solamente a una homogeneidad étnica, como es el caso de Estados Unidos en donde no existe una homogeneidad étnica pero sí un tipo de religión cívica donde existen derechos que se cumplen para todos sus ciudadanos. En Guatemala en cambio, no existe un proyecto homogeneizador, aunque se puede tener una homogeneidad religiosa que tiene como base el cristianismo, pareciera que aquí opera otra lógica. La lógica de segmentación. Sin embargo se sigue insistiendo en la idea de una nación única.
Enfocándonos un poco más en el tema del fútbol, este es la religión actual, opina Zamora. Hay una nueva capa de especialista rituales, la casta sacerdotal, que son los periodistas deportivos. Dedican horas, energía, dinero y profesionales para poder construir una infraestructura global en donde está escrito qué es y qué no es fútbol. Hay cadenas impresionantes en donde se manejan muchos intereses económicos. Existe una entidad que controla cada detalle, las reglas, qué está permitido, incluso cómo debe celebrarse un gol, etcétera.
El fútbol es una religión omnipresente y Guatemala no es externa a esta.
Este se ha constituido como el deporte nacional pues forma parte de los símbolos de la nación. Siempre forma lazos afectivos entre los que están participando del communitas, pues se sienten parte de un grupo en el que todos son hermanos de todos. Zamora destaca que tomando el fútbol desde el punto de vista antropológico, este puede ser un ritual para construir la nación.
“El equipo nacional no es simplemente el resultado de la creación de un Estado, a menudo ayuda a forjar la nación”. Pascal Boniface (1999) (Director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París)
Pero entonces, ¿por qué muchos guatemaltecos se sienten tan identificados con equipos de otros países, en su mayoría europeos? Zamora opina que en Guatemala ha existido una fascinación histórica por lo europeo; desde el siglo XIX, cuando se estaba construyendo el nacionalismo guatemalteco, hubo líderes políticos que generaron políticas públicas para que “atrajeran la sangre europea, pues creían que era en esta que se iba a difundir el gen del progreso”. Sin embargo, en la actualidad esta fascinación pudiera estar más enfocada al control, es decir, “si todos sabemos que el Estado guatemalteco no va a meter las manos por la población, preferimos ir al “jefe” del Estado, que en este caso serían sus socios económicos”, explica Marcelo Zamora. Y agrega que hay comunidades del Altiplano que tienen monumentos a Holanda, por ejemplo, pues son los donantes que permiten que se lleven a cabo distintos proyectos de infraestructura, entonces estas comunidades serán más leales al reino de Holanda que al Estado guatemalteco. Por otra parte, en Guatemala, sigue imperando la idea hegemónica de que la blancura tiene una supremacía racial, aunque esto puede estar cambiando, opina Zamora.
“Si no hay una nación con la cual identificarnos, vamos a seguir buscando referentes en otros lados.”– Marcelo Zamora
Zamora opina que otra razón por la que los guatemaltecos buscan identificarse con otras naciones, es que asumirse como guatemalteco es complejo. “Implica asumir una historia política que es horrible, implica que te conozcan en el mundo porque vienes de un país violento, (…). Entonces es más fácil asumirte de otra comunidad que te refiera a una idea de éxito, de ascenso, de bienestar y de autoestima” dice Zamora, y agrega que “si vamos a ser coherentes con nuestras ideas políticas, entonces vamos a asumir que el nacionalismo es una invención liberal, es decir que tiene que ver con el Estado y que es desde la nación que vamos a tener derechos, entonces si no nos asumimos como miembros de una comunidad política nunca vamos a acceder a esos derechos”.
Puede que esta sea una manera muy dramática para ver el fenómeno del fútbol y habrán unos que dirán que son fanáticos de los equipos extranjeros porque nuestro fútbol no tiene el buen nivel que tienen otros países o que nuestra selección no nunca ha llegado a jugar en un mundial, o que es pura moda, o porque en ese país juega su jugador favorito. Sea como sea, el fútbol vino a poner el mundo entero de cabeza y seguirá haciéndolo cada cuatro años.