patria criollo

 Jose Castillo/ Colaboración/

Apuntes de una discusión

Leer siempre ha sido mi pasión. Un día decidí compartirla con otras personas para conocer sus puntos de vista; por ello, en 2012, inicié un club de lectura junto a un amigo. A partir de entonces, he moderado varios clubes de lectura de diferente índole.

A principios de este año, le di forma a mi proyecto más ambicioso hasta ahora: un club de lectura sobre Historia de Guatemala. Escogí siete libros para emprender este reto que hoy está pagando buenos dividendos. Con el apoyo de SOPHOS y AECE, hemos abierto un espacio para discutir la historia de nuestro país, esa incómoda historia que algunos niegan y en la que otros todavía viven. Nos reunimos todos los primeros sábados de mes y la participación es gratuita.

En junio, el libro seleccionado fue la Patria del criollo, de Severo Martínez Peláez. Resulta imposible citar al autor de cada una de las reflexiones que expondré en este espacio, pues fueron las impresiones que cada uno de los participantes del club tuvo sobre el libro, lo cual no es óbice para darles todo el crédito.  Sin embargo, antes de pasar a estos interesantes comentarios, quisiera sintetizar (si es posible) el libro en cuestión.

El problema estructural de este país es económico y está sustentado en el racismo. Existen dos grupos antagónicos. Lo interesante del ensayo es el desarrollo que hace el autor de los prejuicios y de las innumerables formas de racismo que persisten hoy en día. También el análisis de las capas medias, las “castas” o los que “quedaron en medio” de estos grupos es digno de mencionar.

En definitiva, un libro imprescindible para conocer la estructura de la sociedad guatemalteca.

La discusión se centró en los tres prejuicios que el autor identifica como legitimadores de la superioridad racial de los españoles sobre los indios (es el término que el autor utiliza para referirse a los indígenas). El primer prejuicio dice que son holgazanes. El segundo, que son dados al vicio. Y el tercero, que tal vez es el que más predomina hoy en día, afirma que los indígenas están cómodos con lo que tienen y que no hay razón por la cual quieran mejorar su calidad de vida.

Tristemente, estos prejuicios fueron adoptados por los criollos y posteriormente por los ladinos y con solo salir a la calle se puede comprobar que la cosa no ha cambiado.  Dos comentarios llamaron especialmente mi atención. El primero, más que un comentario, fue una pregunta que dio lugar a muchas otras: ¿quién paga el salario mínimo a su empleada doméstica? Son muy pocas personas. De hecho, un abogado laborista mencionó que el salario promedio para una empleada doméstica es de Q.1,500.00 mensuales. ¡Más de Q.1,000.00 por debajo del salario mínimo! ¿No deberían tener estas personas los mismos derechos que cualquier otro trabajador? ¿Por qué se le subvalora tanto el trabajo doméstico? Como lo mencioné anteriormente, esta pregunta solo generó otras preguntas, que si bien no pueden ser contestadas inmediatamente (no es el objeto de este texto), dejan mucho que reflexionar.

El segundo comentario surgió a raíz de otro prejuicio, el de la holgazanería. Los españoles señalaban a los indígenas como holgazanes y dejados por no ejecutar en el pleno de sus capacidades un trabajo obligatorio por un salario miserable. Resulta irónico, pues a los españoles y a los criollos nunca les gustó trabajar, sino que otros hicieran el trabajo por ellos. ¿No es esto holgazanería? Además, no había oportunidad de crecimiento si uno hacía bien su trabajo. La condición racial determinaba el futuro de una persona. Lamentablemente, parece que el uso de participios en este párrafo está de más, pues esta situación, de alguna manera, persiste hoy.

En resumen, esta sí es la patria del criollo, porque su estructura social fue concebida de esa manera. Sin embargo, no se debe olvidar con el sudor de quién fue construida. Hoy nadie es español, criollo, indígena o ladino. Al menos no cuando de reconstruir nuestra patria se trata. En ese caso, todos somos guatemaltecos.

En julio, discutiremos “El sueño de los justos”, una novela de Francisco Pérez de Antón, ambientada en la Revolución Liberal.

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