Jóvenes Guatemala

Erik Moscoso/ Opinión/

Se estima que de los más de catorce millones y medio de guatemaltecos el 70% de la población tenemos menos de 30 años. Este 70% equivale a un poco más de diez millones, mientras que un poco menos de la mitad de estos (aproximadamente 4.8 millones) están entre las edades de 13 y 29 años. Las personas que estamos dentro del rango somos los que nos  podemos llamar adolescentes y jóvenes.  Es decir que un poco más de un tercio de la población estamos dentro de este rango.

Todos hemos escuchado a más de alguien decir que los jóvenes somos el futuro del país. Yo prefiero decir que no solo somos el futuro, sino también el presente. Un presente que tristemente nos ilumina con luz tenue un futuro incierto. Un futuro que no pinta parejo para todos. Culpamos de la situación a nuestros dirigentes y de la poca credibilidad que los partidos políticos tienen en nuestra nación, pues al final ellos (sus miembros) tarde o temprano nos representarán.

Vemos cómo partidos políticos en un sentido coloquial “nacen, mueren o vuelven a renacer”.

La volatilidad electoral, la edad de los partidos políticos, el arraigo de estos entre los ciudadanos y la fortaleza de la organización partidaria son los indicadores tradicionalmente usados para medir el grado de estabilidad de un sistema político.

Los partidos políticos en Guatemala enfrentan dificultades para impulsar procesos de institucionalización que le permitan consolidarse como instancias de representación, agregación y articulación de intereses. En gran medida, retos presentados debido a prácticas como el clientelismo y la designación de candidatos sin un sistema de elección democrática; designación a dedo.  Estas, razones por las cuales los partidos políticos según estudios recientes acerca de la democracia en nuestro país, tienen los porcentajes más bajos de credibilidad junto con el Congreso o el organismo Ejecutivo. Por lo anterior, muchos jóvenes que, cabe recalcar, somos los que nos estamos involucrando en la vida política del país o pensamos más adelante involucrarnos, hemos perdido la credibilidad en los partidos.

La política de nuestro país es algo que nos afecta a todos. Aunque muchos digan que no les interesa la política, es algo que debería, pues son los políticos de nuestro país quienes toman las decisiones que a nuestra generación o a los que vienen detrás de nosotros puedan llegar a afectar. Es necesario dejar nuestra indiferencia de lado y unir esfuerzos que contribuyan a la transformación de las organizaciones políticas, hasta que se construyan en instituciones permanentes, democráticas y representativas de la sociedad multicultural del país.

Cómo miembros de la generación Y o mejor conocida como la generación milenial, vivimos dentro de un mundo donde se ha llegado a ver las realidades como la inseguridad y la violencia como normales. Donde el individualismo de nuestra generación nos ha convertido en personas indiferentes muchas veces ante la problemática social.

Ahora es menester plantear la pregunta: ¿qué tenemos los jóvenes que dar para que “Guatemala salga adelante”?  En el fondo, eso es lo que todos queremos, ¿cierto?

Yo no soy quien tiene que dar la respuesta, se las dejo a modo de reflexión para que cada uno de nosotros nos la respondamos.  Los invito a que nosotros -la generación Y- que nacimos inmersos en la tecnología, la usemos para transformar la realidad, que salgamos de métodos convencionales de educación y podamos buscar el aprendizaje también por medio de la involucración activa dentro de nuestra sociedad.

Jean-Jacques Rousseau decía: “La juventud es el tiempo de estudiar la sabiduría, así como la vejez el tiempo de practicarla.”. La sabiduría viene de todos lados, uno nunca sabe dónde, cuándo, cómo y muchas veces de quién se va a aprender. Tenemos que estar abiertos a escuchar, ver y sentir cosas que quizás a veces pasamos por alto. Yo por mi lado con lo poco, o mucho, de juventud que me queda seguiré tratando de adquirir más sabiduría para algún día poder ponerla en práctica y ayudar a que todos salgamos adelante y jalemos parejo.

Fotografía: Andrea Godínez

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