Javier García / Corresponsal /
SÍ ES CIERTO. Los profesores no son totalmente íntegros. Tenemos inconformidades y quejas hacia ellos, con unos más que con otros, pero eso también lo podemos encontrar con jefes de trabajo o amigos. En este artículo he decidido hablar especialmente de las estudiantes, o al menos, de algunas de ellas, y su relación con los profesores.
Muchas veces algunas mujeres llegan a sentir inconformidades debido a que los catedráticos por ser en su mayoría hombres, no les prestan atención o no atienden sus dudas, lo que las hace sentir de menos. Pero tal vez no toman en cuenta que hay algunas que desean y buscan demasiada atención a sus asuntos y la costumbre de “ser mujer” significa que debe tenérseles más consideración y atenderlas de una manera especial, donde no sea incorrecto el trato, ni mucho menos denigrante, pero tampoco pretensioso y acosador. Cuando en realidad, lo que aquí importa es si sos un buen estudiante, más allá de ser hombre o mujer.
Algunos hombres por naturaleza piden a gritos que se les reconozca como “machos alfa”; personas sin sentimientos, frías, preparadas para actuar más que para dialogar. Gustan de tomarse poco tiempo para pensarlo e ir directamente al meollo del problema. Y sí; algunos de estos tipos de hombres se vuelven catedráticos.
Cuando la estudiante ingresa a la universidad, luego de estar acostumbrada a una atención detenida a sus requerimientos durante su época de colegio, se enfrenta a una institución que no le dará precisamente esa atención. La joven que antes exigía atención de su maestro, con el tiempo se convierte en una persona confiada que cree poder manejar sus estudios dentro de la universidad a su gusto y antojo, como también ser ella quien maneja y controla a sus catedráticos. “Me asigno con él porque es fácil”; “No hago el trabajo porque seguro me deja repetirlo”, son frases que suelen decir, creyendo tener el control de todo.
Sin embargo entre esa etapa de confianza desmesurada, de repente aparece aquel profesor que por tanto tiempo ha impartido la misma clase sin que muchas personas comprendan cómo continúa dándola. Más que una clase de alta exigencia, esta pareciera ser un filtro de carrera, ya que con seguridad el catedrático hace tronar a la mitad de la clase. Claramente el catedrático presta muy poca importancia a lo que piensan sus estudiantes, sus punteos o apreciaciones. Un catedrático exigente, pero no necesariamente conocedor del tema.
Y es allí donde surge un conflicto entre la estudiante promedio que ha ganado sus cursos por medio de sus posibilidades y capacidades versus el catedrático cerrado que le importa más lo que hará después de la clase que el tiempo en que se encontrará impartiéndola. La estudiante comienza a enfocarse más en analizar al profesor que lo que este enseña. Observa que atiende solamente a aquellas preguntas que son de demasiada importancia y que se encuentran dentro del plan de lo que enseña; todo lo demás será tomado como una pérdida de tiempo o llamado de atención a no perder el tiempo.
Cuando la estudiante lanza una pregunta, el profesor contesta: “eso está en el libro” o “eso lo vimos la semana pasada”. Para la ofendida estudiante se acabó el mundo.
Solo le viene una frase a la mente “Es que el no me atiende porque es machista” y por eso solo a los hombres les contesta.
Claro, esto lo hace sin darse cuenta que a la estudiante con mejor promedio de toda la promoción sí le respondió su pregunta que lanzó minutos antes que ella. Pero todo esto es cegado por un conflicto personal que existe entre la pobre estudiante incomprendida, que es atacada por el mal catedrático machista.
Comprendamos algo. La sociedad ya no está diseñada para estar viendo si se es mujer o si es hombre. Solamente “Él que sabe, sabe y el que no, a estudiar”. Decir que los catedráticos, aquellos que en realidad tienen conocimiento de su materia, preparan sus clases y manejan una buena didáctica, son desconsiderados por el sexo del estudiante, sería atacar su moral y compromiso docente. Creo que a pesar que pueden haber algunos catedráticos que hagan mal su trabajo, y entre esto atacar a algunas mujeres, los buenos profesores no lo hacen, y queda en manos del estudiante lograr sobresalir o no en el curso.
Ese es un caso. Ahora bien, vamos con la estudiante avivada…
Sin considerarme machista, simplemente pregonero de lo que veo claramente. Aquella que está en la universidad para socializar y llenar su vida de actividades, dependiendo de las amistades que consiga o pasatiempos que pueda descubrir; aquella que lo último que le importa es ver si lleva buena zona para entrar al examen final, desesperada por tener novios, hombres o mascotas por colección.
Ella que no soporta que “el feo le diga que no”, ni que los demás no pasen por alto que ella está ahí, no por su inteligencia o por su belleza, sino por su actitud extrovertida. Ella espera alcanzar el reto más duro de todos: conquistar o hacer fallar el compromiso del catedrático sobre ser ecuánime con todos y no tener preferencias. Aquella que por muchos años ha sabido manejar las actitudes de los hombres, y “por gracia del Señor”, ahora ese conocimiento le puede ayudar no solo a sacar buena nota, sino a tener el menor esfuerzo posible con lanzar algunas miradas de ternura al profesor o unos halagos falsos, pero increíblemente efectivos.
Es en este caso donde podés analizar: ¿Es acaso el catedrático el machista? Porque si vemos a estos que se desviven por aquellas jovencitas para que entiendan todo en su clase, prestándoles una atención extremadamente personalizada, y atienden a todos sus requerimientos a costas que los otros compañeros también necesiten la misma atención o más. ¿Es el hombre machista o la mujer es la interesada?
Entonces, no digamos que el catedrático tiene preferencias, es machista, feminista o simplemente “Es que no me quiere.” La labor del catedrático conlleva muchos retos y también es importante valorar el trabajo de aquellos que lo hacen bien. Uno debe ser el interesado en dar su máximo esfuerzo, y no enfocarnos a quien le presta más atención, si es más a hombres o a mujeres. Esos son problemas personales del estudiante sin mayor importancia.
Nuestro único deber como estudiantes es estudiar y generar conocimientos, no para ganar clases, sino para aplicarlos a la vida y formar un mejor país.
Fotografía: http://www.tenacityspeaks.com