Por: Everilda Felipe Lux Lorenzo
“Los colores de la piel, laten igual”
Sentirme extraña en el mismo país donde nací, por el hecho de tener diferente idioma, forma de vestir, costumbres, color de piel y posición socioeconómica, entre otros aspectos, afecta profundamente mi dignidad como ser humano.
La Organización Internacional del Trabajo -OIT-, establece que:
“la discriminación comprende cualquier distinción, exclusión o preferencia basada en motivos de raza, color, sexo, religión, opinión política, ascendencia nacional y origen social, que tenga por efecto anular o alterar la igualdad de oportunidades o de trato en el empleo y la ocupación”.

La discriminación consiste en excluir a una o más personas, ya sea por motivos de raza, género, etnia, edad, religión, situación económica, discapacidad, situación social, entre otros.
El racismo, es un tipo de discriminación específica hacia los grupos étnicos que se consideran inferiores.
Guatemala, es un país de mucha riqueza cultural y natural, pero en contraste, también es un país muy desigual; condición que originó el recién concluido conflicto armado interno, que tuvo como causa y consecuencia la perduración de la exclusión, hacia el pueblo indígena principalmente, al cual se le violan constante y sistemáticamente sus derechos humanos.
En el departamento de Quiché, persisten altos niveles de discriminación y racismo en todos los ámbitos: religioso, laboral, educativo y otros. A pesar de las luchas y esfuerzos sociales de reivindicación de los pueblos y personas, los prejuicios y estereotipos se mantienen. Incluso, se escuchan comentarios negativos en la capital y otros departamentos, sobre los habitantes de Quiché, principalmente por ser en su mayoría indígenas. Como consecuencia de lo anterior, algunos jóvenes se avergüenzan de sus raíces y con ello se pierden valores importantes como el idioma, el traje y su cosmovisión.
Comparto un caso real, que ilustra las consecuencias de las prácticas de discriminación y racismo: hace algunos años, en el municipio de Sacapulas, Quiché, un joven indígena prosiguió sus estudios universitarios en la ciudad capital, allí convivía con sus compañeros, muchos de ellos mestizos, quienes lo insultaban y discriminaban constantemente, lo cual lo llevó al extremo de renegar de sus orígenes y de sus padres, optando por ocultarlos. Mientras ellos se afanaban por procurarle una mejor educación, él se avergonzaba de ellos, por ser indígenas. Cuando finalmente, el joven se graduaba, decidió contratar a una pareja de esposos, para que fingieran ser sus padres, éstos últimos al enterarse, se sintieron profundamente afectados y desplazados.
Como el anterior caso, existen muchísimos más en las aulas y pasillos de muchas universidades y otros centros educativos, se percibe la discriminación y el racismo hacia los y las indígenas; una mirada, un gesto, palabras hirientes, desprecio y demás faltas de respeto, han provocado que varios hayan decidido abandonar sus estudios, a consecuencia de los ataques tanto evidentes como silenciosos, los cuales en su mayor parte, quedan en la impunidad y el olvido.
En la actual coyuntura de la pandemia del covid-19, también se producen estas prácticas negativas en los servicios de salud, en donde al personal se le ve como una fuente de contagio, alcanzando este trato negativo también a sus familiares. Esto además de inaceptable es injusto, ya que los trabajadores de salud constituyen el primer frente de contingencia, atención y resolución, en beneficio de la población.
Se concluye que, las autoridades de todos los niveles son corresponsables de tal atrocidad, ya que las prácticas de corrupción, nepotismo y tráfico de influencias en el Estado, no hacen más que agudizar las prácticas de discriminación y racismo; los que sufren directamente las consecuencias de la negligencia de los gobiernos que hemos tenido, son los pueblos indígenas, rurales y pobres, quienes no tienen acceso a la toma de decisiones para la gobernabilidad y desarrollo de este país.
Dejo la reflexión que todos somos seres humanos con derechos, por lo tanto, merecemos un trato igualitario y respetuoso a nuestra dignidad e identidad. Nadie es mejor o peor que nadie.
¡Marquemos la diferencia, erradiquemos la discriminación y racismo en todos los ámbitos, no contribuyamos a su reproducción!