Alexander López/ Opinión/

Estando en prácticas de intervención en psicología con niños, con un grupo de amigos comentábamos lo dfícil que es que los padres hablen del tema de sexualidad a sus hijos, delegando así la responsabilidad a un tercero para hablar del mismo.

Hasta hace algunos años era inconcebible que se impartiera algún tipo de educación sexual, especialmente en los centros educativos religiosos, tanto evangélicos como católicos. Asimismo, la familia como unidad de construcción de la sociedad se encargaba de “tapar” los aspectos sexuales que creaban controversia y pudor entre los adultos.

Como parte de la malla curricular del Ministerio de Educación, hace algunos años se implementó la educación sexual  en los establecimientos educativos, haciendo énfasis en la formación de los últimos grados de primaria, para darle al estudiante un soporte en la transición de la infancia a la pubertad, en medio de una cultura reservada como la guatemalteca.

¿Qué sucedía cuando pasabas por la pubertad?  La primera vez que supe algo sobre los cambios físicos y los traumas que los acompañaban, fue con la menstruación de una compañera de sexto primaria: ella lloraba  y fue al baño tan pronto como pudo, la maestra la acompañó y como las grandes masas de niños curiosos y entrometidos que éramos, todos hablábamos de lo asqueroso que era, las niñas sobre todo estaban impactadas con la noticia esperando a que ellas les tocara muy pronto.

Para nosotros los varones era distinto, lo único que nos generaba expectativas de lo que nos sucedería en unos cuantos meses o años, serían los comentarios  “bajo de aguas” –ya que no existía aún la educación sexual como tal- que la maestra nos mencionaba en cuanto a educación sexual.

La sexualidad es muy temida y al mismo tiempo, aprovechada por terceros para tanto para ayudar a los jóvenes que no saben del tema o para destruirlos con información falsa a su conveniencia. Yo estoy de acuerdo con que exista educación sexual en los planteles educativos, porque permite a través de la cercanía y la confianza de los profesores hacia sus alumnos, transmitir información que ayude a superar dichas etapas sin culpa, vergüenza o ignorancia en el tema.

Cabe destacar también que en estos tiempos, con la tecnología de por medio, la información en temas de sexualidad viaja mucho más rápido y fácil; pero ¿qué sucede con esta información? Que en su mayoría no es verídica, que se puede traslapar con pornografía y/o que cambie las mentes de los niños de forma abrupta. Una de las objeciones para la aprobación de la educación sexual en la malla curricular propuesta hace algunos años fue la premisa que los padres eran los únicos con potestad para impartir esta información confidencial y pecaminosa, potestad que nunca vi reflejado en el caso con mis padres. Seamos realistas, quizás las familias que han tenido la posibilidad de educación profesional a nivel universitario entenderán y ayudarán a sus hijos a entender el tema de la maduración sexual, pero la gran mayoría de familias  que no tienen el acceso a la educación en general, se dejan llevar por el miedo y la propia ignorancia a enfrentar una plática amena con sus hijos, provocándoles vergüenza, incertidumbre y pena con solo el hecho de pronunciar la palabra pene o vagina, por lo que se dan a la tarea de persuadir y escapar a dicho momento embarazoso con sus hijos. Por eso es viable que los catedráticos puedan impartar esta información contando con o sin el soporte de los “padres evasores del tema”, a que otras terceras personas se den a la tarea de hacerlo provocando mayores secuelas a nivel psicológico y físico en los hijos.

Es harina de otro costal hablar de aquellos profesores que no siguiendo los principios de ética, se aprovechan de la situación o brindan información escasa debido a sus valores moralistas. Por ello es necesario -con la implementación de la educación sexual- una debida capacitación, formación y supervisión de la información que se maneja en los planteles.

Apoyemos una sana educación sexual que permita el crecimiento físico y psicológico adecuado para el éxito personal de los adolescentes.

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