Dina María Elías
El 1 de mayo se conmemora el Día Internacional de los y las trabajadoras. Esta conmemoración, vinculada a luchas emprendidas por trabajadores en 1866 (PNUD, 2016), pretende mantener vigente las reivindicaciones laborales, las luchas, conquistas y derechos laborales.
El trabajo como actividad humana, debe ser digno, satisfactorio, humanizante y bien remunerado, ya que no solo permite la manutención personal y familiar, sino también la realización integral de la persona. Sin embargo, esta no es una realidad para muchas personas. El PNUD (2016) estimó que en el 2015, 204 millones de personas no tuvieron trabajo y 830 millones de trabajadores se encontraban en extrema pobreza.
Las condiciones laborales que el modelo económico actual propicia y mantiene, son para muchas personas, en general, y para muchas mujeres, en particular, poco dignas, no satisfactorias e injustamente remuneradas.
Hay que considerar que aunque la precariedad laboral ha alcanzado a todas las personas, de una u otra manera, las mujeres siguen siendo más afectadas debido a aspectos concretos de los mecanismos laborales discriminatorios, y a aspectos más relacionados con la violencia de la cual las mujeres son objeto en la sociedad patriarcal. Es decir, la desigualdad y la violencia en todas sus formas y expresiones, despojo patrimonial, explotación sexual, trata y otras formas de esclavitud moderna, altas tasas de analfabetismo, feminicidio, explotación e inequidad laboral y la constante discriminación y agresión a nivel familiar, escolar, laboral y comunitaria.
Por ejemplo, en Guatemala, solamente el 16.8% de las niñas entre 10 y 14 años reporta haber finalizado la primaria (ENSMI, 2015), lo cual establece desde esos años, una tendencia de desigualdad de acceso a la educación que se traducirá en condiciones de trabajo más precarias. Muchas mujeres que laboran en el sector informal, no tienen acceso a seguridad social ni prestaciones, por lo tanto, sus necesidades de salud no están cubiertas; ejemplo de ellos son la falta de acceso a cuidados pre y post natales y la atención médica durante el parto. En el 2015, sólo el 67 % de mujeres recibieron atención al dar a luz; desde luego, el acceso a atención médica es mayor en el área urbana. Solamente el 16.6% de las mujeres reporta poseer algún servicio de salud, incluyendo la seguridad social (ENSMI, 2015). El 52% de encuestadas en edad laboralmente productiva reportó tener una actividad remunerada (ENSMI, 2015), aun cuando muchas mujeres son el sostén económico principal de sus familias.
En el trabajo remunerado, persiste la brecha salarial y las condiciones de trabajo entre hombres y mujeres. Las mujeres ganan un salario 24% menor que los hombres, solamente ocupan el 25% de los cargos administrativos y directivos en el mundo empresarial y el 22% de los escaños parlamentarios nacionales (PNUD, 2016). El trabajo de las mujeres continúa siendo explotado e invisibilizado, por ejemplo, la apropiación de su trabajo doméstico, el cual no solo no es remunerado, sino que no cuenta como tiempo de trabajo o como actividad laboral.
Las responsabilidades y tareas domésticas continúan recayendo en las mujeres y todo ese tiempo empleado por las mujeres para el cuidado y el trabajo doméstico no cuenta como jornada laboral u horas de trabajo formal, lo que conlleva a una jornada laboral para las mujeres, que excede las horas establecidas para cualquier persona trabajadora. Además, la actividad laboral de las mujeres en condiciones de precariedad, en la ciudad o en el campo, es considerada como «ayuda» y no como trabajo real. El INE, en el 2011, reportaba que las mujeres tuvieron jornadas de 13.4 horas de trabajo diariamente. Esto imposibilita a las mujeres producir, laboral y profesionalmente, al mismo nivel que sus pares hombres, quienes solamente se dedican a su trabajo remunerado y/o su desarrollo profesional. De ahí, las concepciones erróneas sobre los pocos aportes de las mujeres al avance de la sociedad, incluyendo las esferas científicas y académicas.
Sin mencionar los innumerables casos a lo largo de la historia, en los que se ha invisibilizado el aporte y autoría de las mujeres, en los avances científicos y tecnológicos importantes.
Todo esto aunado a condiciones de violencia intrafamiliar, en las que la violencia económica que las parejas ejercen priva a las mujeres del beneficio económico y material del trabajo propio, afectando también a sus hijas e hijos.
Se considera que la inequidad se debe analizar en toda su complejidad, por varias razones, entre ellas:
-El trabajo de las mujeres no se remunera o se remunera de manera precaria e injusta reforzando las estructuras de desigualdad (Ej. invisibilización de las dobles y triples jornadas de trabajo de las mujeres);
-Falta de acceso a la educación para acceder a mejores oportunidades laborales;
-Falta de acceso a la tierra y bienes patrimoniales, y/o su administración;
-Condiciones de explotación y precariedad laboral (ej. falta de prestaciones y seguridad social);
-Invisibilización de los aportes concretos de las mujeres en las esferas científica y tecnológica;
-Violencia de todo tipo que experimentan, y particularmente el ser víctimas de trata, violencia sexual y explotación sexual, explotación laboral y otras formas de esclavitud moderna como el trabajo forzado y la esclavitud sexual.
Finalmente, se reconocen las luchas de las mujeres, que en momentos específicos de la historia, aun siendo invisibilizadas y discriminadas, se han organizado en los diversos contextos para hacer valer sus derechos y exigir mejores condiciones de vida para sí mismas, para otras mujeres y para las personas, en general. Se reconoce a las mujeres que han teorizado, que han hecho política, activismo, y trabajo profesional y no profesional, asalariado y doméstico, remunerado y no remunerado. Se reconoce la diversidad de contextos, grupos étnicos, identidades, y condiciones de vida desde las cuales las mujeres y las niñas aportan a la sociedad.
Bibliografía consultada:
Proyecto de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano, PNUD. (2016). Informe Nacional de Desarrollo Humano. Guatemala
Encuesta de Salud Materno Infantil, ENSMI. (2015). VI. 2014-2015. Indicadores Básicos. Guatemala: MSPAS, INE,SEGEPLAN
Instituto Nacional de Estadística. INE. http://www.ine.gob.gt/index.php/estadisticas/tema-indicadores. Visitado el 2 de febrero de 2017