Ixel Guorón/

A lo largo del acompañamiento de las luchas de las mujeres indígenas, me consta el papel que tienen las lideresas en sus comunidades y lo asumen como un estilo de vida. Muchas veces no cuentan con un salario, deben dejar a sus hijos y son criticadas por otras mujeres al pensar que por luchar en una causa “se busca marido”. Soportan las condiciones de viajes al interior del país para llegar a las comunidades y son acosadas por los hombres de las organizaciones por el hecho de  influir en otras mujeres.

Además son criminalizadas por defender sus derechos.

Estas mujeres valientes inquebrantables fueron víctimas del conflicto armado (al ser exiliadas, desplazadas, acusadas de guerrilleras, huérfanas, viudas) y esa experiencia les hizo tener un objetivo de lucha por mejorar las desigualdades y condiciones de vida en que viven las mujeres. Por ello velan por las necesidades de su comunidad.

Entonces las mujeres decidieron organizarse en el momento del conflicto armado para sobrevivir y actualmente han fundado organizaciones con objetivos comunes como: la defensa de la madre tierra, mejorar la participación de las mujeres, soberanía alimentaria, acceso a tierra y territorio, la no violencia contra la mujer entre otros. Desde ahí han realizado varias acciones y alianzas que permiten una mayor incidencia y fiscalización del gobierno local como de las instituciones del Estado.

Son mujeres empoderadas conscientes que se deben ocupar cargos de toma de decisión si se quieren hacer cambios reales empezando desde nuestro hogar: “sabemos que podemos dirigir a nuestra familia entonces también podemos dirigir nuestra comunidad, podemos asesorarnos y participar en los COCODES como en la Oficina Municipal de la Mujer”.

Como jóvenes debemos reflexionar sobre la lucha de las mujeres indígenas, conociendo la memoria histórica para asumir desde nuestro contexto ese relevo generacional que nuestras ancestras nos heredaron.

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