La configuración política y social en Guatemala se ha legitimado en un sentido dualístico, es decir externamente se nos vende una falsa ilusión bajo la idea basada en la representatividad política y el buen vivir en sociedad. Internamente ha significado la vulneración y prácticas desleales que ha provocado el surgimiento de nuevas fuerzas en la arena política, esto ha derivado que la configuración de la estructura de poder, en la línea histórica, pase de unas manos a otras a través de estrategias o mecanismos practicados por redes sociales familiares fuertes y permanentes en el tiempo.
¿Qué significó la revolución de 1944?
La lucha inconclusa más que significar una revolución fue la práctica del poder reformador en la cual la direccionalidad por un momento cambió de rumbo y sentido, enfocándose en el beneficio de la gran mayoría.
El reto verdadero era mantenerla en el tiempo ante la estructura socio-económica, la dinámica de los procesos políticos y la coyuntura internacional.
“Fue a partir del 20 de octubre de 1944, cuando se registró la primera actuación política del ejército, debido a que la organización militar generó decisiones desde adentro (de la institución) hacia afuera (a la sociedad), con base a las facilidades que les otorgó la legislación, emitida durante el período revolucionario y a la profusa manifestación militar, en los asuntos de la vida nacional” (Héctor Rosada-Granados, 2011).
La lógica histórica comienza en la llamada reforma liberal, acontecimiento que trajo consigo un cambio en la estructura económica feudal hacia la agro exportación, pero al mismo tiempo le daba vida a la élite cafetalera terrateniente. El punto de inicio de la institución armada surge a partir del “decreto 8 de junio de 1872, antes de esta fecha eran pocas las unidades militares debidamente organizadas, en la mayoría de los casos actuando como soporte del gobierno y respaldando acciones rebeldes sin cohesión interna” (Héctor Rosada-Granados, 2011).
La lucha que se inicia 1944, fue compartida por sectores sociales que se oponían al sistema de la censura y los bajos salarios, un estado represor y violento, que a pesar de ser dirigida por gobiernos con ideología liberal, se convirtió en conservadurismo debido a su economía cerrada y desigual.
Para muestra de ello, las empresas transnacionales como la United Fruit Company (UFCO) La International Railways of Central American (IRCA) y la Electric Bond and Share Co. (EBASCO) manejaban y controlaban la mayor parte de la lógica económica a nivel del país, en este sentido el estado guatemalteco solo se convirtió en un estado fachada, ya que los verdaderos operantes y dirigentes eran aquellos que ostentaban el poder económico a nivel internacional, pero sin olvidar a los terratenientes que dominaban la arena política/económica a lo interno.
De una u otra manera la población guatemalteca estaba atada y sometida a una explotación política y económica a nivel externo e interno,
“la United Fruit Company controlaba directa o indirectamente cerca de 40,000 empleos en Guatemala. Sus inversiones en el país estaban valuadas en 60 millones de dólares. Funcionaba como un estado dentro de un estado, poseía los teléfonos y telégrafos de Guatemala, administraba el único puerto de importancia en el Atlántico y monopolizaba sus exportaciones de plátano” (Schlesinger Stephen, 1987).
La lucha que se manifestó en 1944 era contra un estado inoperante, traidor y dictador que fungía como creador de un estado unidireccional y aislacionista, ejerciendo el poder configurado en los diferentes sistemas políticos y económicos que responden siempre bajo la directriz planteada y manejada por ciertos sectores de la sociedad, que únicamente velan y persiguen intereses sectoriales.
Estos sectores de la sociedad pueden ser interpretados como una clase política que surge a partir de la propiedad de las tierras y ejerce autoridad, pero al mismo tiempo son jefes de familia.
El ejército como piedra angular en la búsqueda de la democracia
Los objetivos de la revolución eran claros; rescatar al estado, reivindicar a la clase trabajadora y lograr la verdadera democracia representativa. Estas causas se resumen en la lucha cívica con ideologías libertarias, que se inician en junio a octubre para buscar ese cambio estructural del estado. A pesar que existía una cohesión social y la mayoría de sectores sociales compartían la misma causa, se entendía que la sociedad debería tener más aliados.
Por ello, el mismo ejército se convirtió en un actor relevante en este movimiento, ya que buscaba su posicionamiento, la percepción central sobre la institución armada, que defendería la soberanía de forma patriótica. Este era un ideal que la institución armada debería seguir y mostrar en su accionar y hacer, sin embargo gran parte de las decisiones planteadas solo respondían a los intereses de aquellos que ostentaban el poder, por lo que la institución armada solo se convirtió en una pieza para la estructura de seguridad del Estado.
“A partir de 1871, la estabilidad y seguridad de las instituciones estatales y sociales descansaba, a diferencia de la anarquía reinante en períodos anteriores, en el ejército que actuó como un elemento de equilibrio, pero sujeto a la voluntad de los políticos usufructuarios del poder público, derivando en una simple organización apolítica que sirvió de sostén y apoyo de los regímenes establecidos, ya fueran legítimos e ilegítimos” (Héctor Rosada-Granados , 2011)
Como parte de esta reconfiguración de la institución armada, los siguientes gobernantes plantearon estratégicamente la figura del ejército de Ubico, quien entendió muy bien este principio básico y poniendo en práctica fundamentos maquiavélicos, le da a la institución armada un rostro técnico y operativo dentro del Estado; de esta manera se delinea una administración con base en la fuerza militar. Debido a que “Ubico colocó en los mandos militares personas incapaces pero leales a su persona y proyectó una imagen de disciplina severa e inexorable; la oficialidad entendió que la máxima prohibición recaía sobre la participación en actividades políticas” (Héctor Rosada-Granados, 2011).
Por ello el inicio de la lucha en 1944, en gran medida se esperaba que la abanderara el ejército, para reivindicarse y mostrar un rostro nuevo y renovado, por ello lo primordial de aquel año fue acabar con la moral de esclavos que se había heredado desde la instauración del régimen totalitario y dictatorial.
El camino se empieza a delinear con la “integración de la Junta Revolucionaria, integrada por el capitán Jacobo Árbenz Guzmán, Mayor Francisco Javier Arana y el civil Jorge Toriello Garrido, quienes gobernaron por 5 meses y convocan a elecciones.” (Toriello Garrido Guillermo, 2016)
La lucha era frontal contra el imperialismo, la posesión terrenal, vulneración y violación de derechos y ponerle punto final a los sistema semi-feudales, que solo mantenían un retroceso político y económico a una nación, por lo que la postura adoptada en este movimiento de levantamiento popular, era buscar una nueva sociedad amparada ante el cambio en el orden político y socio económico.
Con la llegada al poder del Dr. Juan José Arévalo y Árbenz Guzmán, se dio un avance significativo en el manejo de la administración pública; son innumerables los logros obtenidos: escuelas tipo federación, autonomía universitaria, elección libre y secreta, la creación del IGSS, código de trabajo, jornada laboral de 8 horas y la reforma agraria.
Estos avances significaron el cambio del Estado en la práctica de la vida política, social y económica, sin embargo resulta paradójico pensar que el mismo ejército fue la piedra angular para lograr esto, pero a partir de este momento dicha institución cambia su dirección en ideología, decir y actuar.
“En el artículo 154 y 115, inciso 11 de la Constitución de 1945, cubría amplios aspectos de la vida política del país, tales como: la negativa a ser instrumentos de arbitrariedad u opresión, no acatamiento a órdenes que implicarían la comisión de un delito; la defensa de la Constitución de la República, derechos y libertades del pueblo, defensa de los principios de sufragio libre y no reelección, así como las leyes debidamente emitidas por instituciones políticas y sociales del país”. (Héctor Rosada-Granados, 2011)
Ocaso de los 10 años de oro
Es preciso mencionar que la búsqueda de la verdadera democracia se vio materializada por un tiempo efímero, enfrentando a terratenientes poderosos que seguramente buscarían la forma de regresar al control de los hilos del poder, a esto se le debe sumar el papel que jugó la misma iglesia con la llamada Guerra Santa, contra el anticomunismo.
En el contexto internacional destaca la guerra fría, que ganaba terreno y afectaba directamente los intereses norteamericanos; la estrategia clave fue asociar la ideología liberal de Árbenz a la corriente comunista, aprovechando el escenario que se vivía en Naciones Unidas, la correlación de fuerzas durante el desarrollo de transformación político y social carecía de apoyo extranjero. La lucha era solo popular, acuñada a los nuevos gobiernos revolucionarios, por lo que desde adentro y hacia afuera se veía un panorama muy limitado en acciones.
Como respuesta surge la figura del Coronel Castillo Armas como aliado e intelectual orgánico de la clase política, para posicionar a los terratenientes cafetaleros en la cúpula de poder. Es gracias a actores internos y externos que Árbenz deja la silla presidencial, para el Coronel Carlos Enrique Díaz. Sin embargo tiempo después, tomó control el coronel Castillo Armas y con él la lucha y avances logrados en los 10 años se cayeron como un castillo de naipes, los puntos básicos de Árbenz expuestos en su discurso caen y se quiebra la idea de hacer de Guatemala una economía independiente y transformadora; cambia de rumbo y de dirección.
“La mayoría de oficiales estaban en desacuerdo con que Árbenz siguiera en el poder, pues era la causa directa del conflicto directo con EE.UU. En una junta masiva con todos los jefes y oficiales del ejército, el presidente Árbenz se comprometió a renunciar, para evitar el derramamiento de sangre de su población. La única condición que se colocaba era que Castillo Armas jamás entrara en Guatemala y que la revolución de octubre siguiera adelante”. (Toriello Garrido, Guillermo, 2016)
La maniobra y estrategia seguía intereses a nivel nacional e internacional, que se contraponían al clamor popular.
Lo que se logró en 10 años de aquella época de primavera, se retrocedió en poco tiempo, atentando contra la vida humana, pero lo más triste en este momento eran las consecuencias de dejar esta lucha inconclusa.
Los años siguientes estaría plagado de gobiernos transitorios e ilegítimos, acompañado de muchas víctimas inocentes.
A pesar que la historia y el tiempo han avanzado, no se ha logrado una verdadera apertura democrática debido a que aún se añoran líderes que se perdieron en estos años, hablar de Árbenz en la época actual como buen gobierno y líder, es señal inequívoca que aún no se ha podido alcanzar cambios significativos. Guatemala sufrió un atentado ruin y traidor, acompañado de un aborto forzado para el primer experimento democrático a nivel Latinoamericano.
Se extraña y se recuerda a Árbenz, no con sentimentalismos ideológicos sino porque su lucha aún no ha sido concluida; una lucha que ha tenido que esperar 77 años, un largo tiempo que ha dejado en suspenso respuestas al clamor popular.
Dejando de lado los acontecimientos que marcaron un destello de luz para la ciudadanía, es fundamental hacer la reflexión para que esta ciudadanía actual comprenda que no se debe esperar a ningún líder para que marque el rumbo, ese camino debe ser delineado por la misma población; pero si eso no pasa los únicos damnificados serán las generaciones venideras, generaciones que serán en simples palabras “daño colateral.”
Se agradece y se aplaude lo hecho por el Dr. Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz, sin embargo hoy más que nunca se necesita que las organizaciones políticas y los mismos partidos políticos dejen de ser maquinarias electorales capitalizadoras de voto, deben proponer soluciones a largo plazo a problemáticas de la era actual, en simples palabras: urge realmente transparencia, claridad y certeza jurídica en la acciones administrativas de la administración pública. Pero especialmente partidos políticos del siglo XXI que atiendan demandas sociales del siglo XXI.
Referencias:
- Schlesinger Stephen y Kinzer S. Fruta Amarga: La CIA en Guatemala, 1987, cuarta edición en Español, editores siglo veintiuno.
- Rosada-Granados Héctor, Soldados en el poder: Proyecto militar en Guatemala: 1944-1990, Guatemala 2011, Cuarta edición.
- Toriello Garrido Guillermo, La agresión imperialista contra dos revoluciones, 2016, colección de Ciencias Sociales, Centro de Estudios Latinoamericanos “Manuel Galich”.
- Villagran Kramer Francisco, Biografía Política de Guatemala, FLACSO, 2004
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