Por: Sabrina Castillo Gallusser
Estos días, como sin atreverme, estoy permitiendo que la Fufita de verdad aparezca. Con peluca y todo. Me gustaría hacerla en espacios pequeños, con grupos pequeños. De seguro por el miedo que me da presentarla. También pienso en que quiero hacerla en lugares donde el español acarrea nostalgia, como en San Francisco, Nueva York, Montreal o el bar de una sobrina en Alemania. Hoy, como cada miércoles, trabajé en un sueño. Hago una especie de Imaginación activa donde recuerdo el sueño y dejo que resuene en mí. Para esto me quedo veinte minutos como esperando y sintiendo su eco. Hoy me acosté para esperar su rebote y me dio tristeza en el lado izquierdo del pecho. Sentía como un brochazo frío que pasaba por ese lado de las costillas. Y en ese momento vino a mí una imagen en la que estaba acostada, como durmiendo en la arena, y mi lado derecho era enorme y pesado. Yo era muy asimétrica. Sentía como si mi cuerpo se movía lenta y casi imperceptiblemente de derecha a izquierda. De pronto, me llené de distracciones: no quiero arrugarme, me molesta el doblez del pantalón, pienso en lo que voy a escribir o lo que voy a decirles a los bailarines. Cuando me estaba regañando, allí por adentro, por estar metida en las distracciones, caí en cuenta que en ese momento realmente estaba aprendiendo algo. Que la vida es así, asimétrica e imperfecta. Ese día, más tarde, le escribí a Mario para contarle de mis reflexiones sobre la imperfección, la asimetría y, unas ideas para mi próxima coreografía. Mientras lo hacía, sentí como si se dejaba caer un pequeño costal de mi cabeza al abdomen. Y caí en cuenta que la señorita Fufita es imperfecta. Ahora, mientras escribo, sonrío pensando que incluso lo demuestra catastróficamente frente a todos. Cuando pierde el control. Cuando se cuelga. Cuando se pone a gritar de la emoción de ser ella. Y entonces dice: nadie es perfecto. Y ahora, me doy cuenta, de algo que había pasado por alto. La importancia de ese momento en el monólogo. Nadie es perfecto. Mario me agregó, nobody is perfect y a mí me gustaría decir, en honor a mi abuela, personne n’est parfait.