Por: Sabrina Castillo Gallusser

En marzo del 2020 empezó la pandemia del COVID 19 y dejé este texto en la computadora de la Universidad. Por unos meses todas mis rutinas cambiaron. Dejé de estudiar la Fufita y empecé a hacer mucho tiempo de respiraciones y supongo que dediqué también tiempo a estar asustada. Como Mario y yo habíamos acordado en juntarnos, aún con la pandemia, podía sentir en mí la ansiedad de la venida del mes de diciembre. Metiendo freno. Con todo incierto. Metiendo mucho más freno. Pero, en septiembre, no sé, ni cómo, ni por qué, decidí empezar a aprenderme, en serio, a la Fufita. Leí un libro sobre la memoria y cómo hacer imágenes divertidas e inusuales ayuda a recordar las cosas. Leí otro libro sobre el dormir en el que decía que era en el sueño donde se afianzaba mejor la memoria. Decidí entonces empezar a aprenderme ocho líneas cada noche, antes de dormir, y luego en la mañana, mientras caminaba o montaba bicicleta, repasarlas. La verdad es que pensaba que iba a ser imposible memorizar tanto texto. Tenía la sospecha que eso iba a ser la excusa ideal para no hacer la obra: mi falta de memoria, la imposibilidad de repetir un texto. Para mi gran sorpresa, con el pasar de los días, el texto se empezó a pegar de alguna manera, no sé si a mi cerebro, a mi boca o al espacio entre los dos. De pronto, como mágicamente, las cosas se me quedaban, podía decir el texto y hasta recordaba en qué parte de la hoja estaba la palabra. Me seguía escribiendo con Mario y sintiendo que estaba destinada a hacer el monólogo, aunque quería salir corriendo. En estos días, voy por la penúltima hoja. Y, de pronto, me encuentro diciéndolo en la ducha o en la cocina y siento que hasta me pongo feliz o hasta me estoy divirtiendo. Encuentro que hay gestos que yo nunca podría hacer. Como extender los brazos. Nunca hago un gesto tan triunfal. Me parece que entiendo mejor los gestos que tienen los brazos más cercanos al cuerpo. Parece que está pasando lo que Mario siempre me dice: vas a querer decirlo, vas a querer defenderla a ella. Hablé hace unos días con Mario y siempre que lo hago tengo un poco de miedo porque me enfrenta a lo que voy a hacer. Pero, como siempre, él me tranquiliza y me dice que lo que quiere es que me divierta, que la pase bien. Que estoy entrando a una nueva etapa. Las palabras de Mario siempre me tranquilizan y me fortalecen. Y como ya dije antes que es un mago, lo que predijo está empezando a pasar. Me empiezo a divertir con lo que dice la Fufita, que es más valiente que yo porque dice todo lo que piensa y porque no quiere agradar. Muchas veces por esto, se mete en unos grandes líos ella sola. Pero, sus intenciones son claras. Lo mejor para sus alumnos, lo que ella considera que es mejor para sus alumnos. O sea que acudan a ella y sólo a ella. Me estoy sonriendo.