Por: Sabrina Castillo Gallusser

Ahora en diciembre 2020, estoy buscando un escritorio, un pizarrón portátil y un salón muy aireado para ensayar.  Aquí en mi comedor, al lado de la ventana, tengo el esqueleto que voy a usar en la obra.  Estos días sigo memorizando la obra. A veces le digo las líneas a mi hermana, a Santiago o a Martín. Mi mamá me ha tomado la lección. Pacientemente se sienta con una lupa que usa para leer las hojas que ya están todas arruinadas y que tienen apuntes de tarjeta de crédito en el otro lado. Voy a guardar ese libreto porque es testigo de todas las emociones por las que he pasado. Hace tres días Santiago tuvo un accidente. Y como no se puede entrar al hospital, decidí irme al parqueo mientras lo operaban. Como sabía que iba a ser una espera larga, decidí llevarme el libreto y una botella de jugo de uva. La botella se abrió y ahora mi libreto se quedó todo manchado de morado. El color del jugo. Ahora que ya está seco se mira más vivido y con más experiencia.  Con toda la orilla morada y rota, como si fuera un anciano. Imprimí dos nuevas copias. Pero me gusta ver más la vieja, con orilla morada toda arruinada y apuntes en pluma del otro lado.

 

Llevo tres semanas de ensayar con Mario. A media pandemia y sin mascarilla. En un cuarto donde abro todas las ventanas.  Al principio tuve mucho miedo de quitarme la mascarilla pero estoy contenta de haberme tirado al agua porque me he divertido bastante en los ensayos. Le hemos quitado partes al monólogo, partes que le quitaban ritmo a la obra. Ahora la siento mejor. Es interesante cómo he encontrado facetas de mí misma que no conocía, por ejemplo, ahora me gusta decir el monólogo. Puedo decir las listas de palabras rápido. Algo que Mario quería y que yo pensaba que nunca iba a lograr. Un día, amanecí con miedo de olvidar todo para una presentación con invitados. Pero Mario me ha enseñado que para no olvidar el texto, hay que decirlo una vez antes, a la italiana. O sea de corrido, sin parar. Como cuando uno repite esas cosas que memorizó en la primaria y que siguen por allí, escondidas en algún lugar de la memoria. Eso ha sido un gran aprendizaje. Me ha ayudado en la batalla contra el miedo. Aunque la primera semana acabé muerta, parece que estos días ya me he acostumbrado al ritmo de los ensayos. Me gusta salir a montar bicicleta en la tarde. Para no pensar en nada. Aunque a veces me encuentro repitiendo las listas de palabras que tengo que decir. Mario me sorprendió un día con un cuadro de Nikola Tesla. Me gusta mucho. Lo puse abajo del escritorio de la Fufita. Y ahora lo saco cuando menciono su nombre. Mario me habló también del saludo y de la necesidad de gozarse la actuación. Me dijo que Arianne,  la directora del Théâtre du Soleil,  donde él actuaba,  le había dicho que al salir a saludar, la actriz se olvidaba de todas las tristezas del personaje. Eso me gusta. Salir a saludar feliz. Ahora, al final de la obra salgo abrazando el cuadro de Nikola. Sí,  la estoy pasando bien. Y lo divertido es que ahora sueño con presentarlo.  Ahora que no se puede.

 

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