Durante siglos, la mujer ha tenido un papel pasivo y sumiso en la sociedad, a causa de la opresión que ha sufrido por el hombre. Siempre ha sido exclusivamente reconocida por sus dones naturales de maternidad, para formar y cuidar un hogar, pero injustamente excluida de ejercer otras capacidades “ajenas a su misma naturaleza”, como la libertad de crear y expresar su opinión, participar en actividades políticas o incluso, de estudiar y trabajar; denigrando así, su validez humana y siendo percibida con inferioridad.
Como parte de la historia de la humanidad, siempre ha habido líderes, rebeldes y protagonistas que se atreven a enfrentar y revolucionar las dinámicas sociales establecidas, para obtener justicia, igualdad y equidad. Gracias a todas las mujeres que han tenido el coraje de enfrentarse a los paradigmas de la sociedad en distintas oportunidades, a pesar de los crueles castigos que sufrieron por cuestionar y desafiar el sistema patriarcal, es que tú y yo (si eres mujer) actualmente gozamos de derechos y oportunidades “normales”; sin su activismo, sin su hambre por el cambio y sin ese mismo coraje y rabia a los cuales se aferraron durante su lucha, nuestra realidad como mujeres nunca hubiera mejorado.
Hoy en día, se reconoce abiertamente que la mujer es un ser humano igual de valioso e igual de importante y capaz que el hombre
La mujer actual goza de oportunidad de estudiar (a pesar que aún hay niñas que por creencias culturales, son privadas de su derecho a recibir educación), oportunidad de trabajo (a pesar que aún existen desafíos en el mundo laboral para ella), oportunidad al sufragio y oportunidad de expresar su opinión libremente. Sin embargo, en distintas culturas todas estas oportunidades son escasas, porque aún existe una mentalidad machista que establece que una mujer no puede aspirar a más que al cuidado del hogar.
Si bien es cierto que en el último siglo principalmente el papel de la mujer ha cambiado, cobrando un rol más justo, más importante y con más validez; los retos y las dificultades por alcanzar la equidad de género aún existen.
Así como la mujer actual goza de distintas libertades, lamentablemente aún sufre en cierta medida, la violación de sus derechos. Una mujer que sufre desigualdad laboral y salarial, aún sufre opresión. Una niña que sufre la privación del derecho a la educación por creencias culturales, sufre opresión. Una niña que es obligada a contraer matrimonio siendo menor de edad y a convertirse en madre, aun cuando biológica y psicológicamente no está preparada para ello, sufre opresión. Una mujer a quien le arrebatan la seguridad y libertad de vivir su cotidianidad en la calle, por el acoso sexual, sufre opresión. Una mujer a quien le quitan la vida, sufre opresión.
El respeto a los derechos de la mujer aún es una meta que alcanzar, pero sin duda alguna, es una realidad anhelada a la cual estamos más cerca, gracias a la labor que cada una ha hecho y hace en su día a día. Una mujer que manifiesta su descontento con el sistema; que se atreve a participar en la política; que trabaja por su independencia económica; una madre que le inculca a sus hijos el valor de la igualdad entre los seres humanos; una mujer que se atreve a denunciar a un abusador en lugar quedarse callada, que pide ayuda cuando la necesita y, sobre todo, una mujer que empodera a otra con su ejemplo y apoyo, es alguien que crea activamente una realidad que todas merecemos vivir.
Para mí, nacer mujer es un privilegio; porque tenemos el poder de crear vida en nuestro ser, tenemos el poder de la sensibilidad y de la vulnerabilidad (lo que tanta falta ha hecho en una sociedad patriarcal) y tenemos un poder creativo y fuerza divina inimaginables. Todas tenemos retos distintos en diferentes niveles que debemos afrontar a diario, pero desde nuestra cotidianidad, podemos trabajar por seguir creando ese cambio de realidad.
Que los errores del patriarcado y del machismo no nos quiten el gozo, que es ser mujer.