En mi familia, no son tacaños con las lagrimas. No tienen miedo de poner los ojos llorosos cuando algo les causa ternura, felicidad, nostalgia o tristeza. Pero algo había en los ojos de cada uno en el primer fin de semana de junio que era diferente. No lo sé, no me atrevía a ver muchas cosas que pasaban en las noticias o en las redes sociales sobre la tragedia del Volcán de Fuego, pero en los ojos de mi familia podía ver que cada vez la tristeza era más profunda. Era como si sus miradas me estuvieran contando que las cosas empeoraban cada hora que pasaba.

No fue hasta que el Presidente dijo que no se contaba con el dinero para atender la tragedia, que los ojos de tristeza se transformaron en un sentimiento aún mas fuerte. Mi mamá se sentó en la sala conmigo y con sus ojos llorosos me dijo: “Ni siquiera para el terremoto, se dijo eso. El presidente Kjell dijo que estábamos heridos pero no de muerte. Es que no puede ser la verdad”. Paró antes de quebrarse, paró. 

Sus ojos tenían una mezcla de enojo, desesperación, pero sobretodo, de frustración.

No importa que tan grande sea o cuantos años hayan pasado, me sorprendió tanto la forma como lloró. Sus lagrimas eran tan intensas, tan significativas porque representaban la frustración de una persona que no entiende como en medio de tanta tragedia, alguien puede ser tan estúpido para decir algo así.

Trate de calmarla diciendo que el no tenia ni la menor idea de lo que estaba diciendo, y que la ayuda sí llegaría a las personas que la estaban necesitando. Pero después de que ella ya estaba más tranquila, no podía dejar de sentir personales las palabras del presidente. Sentía como si lo que dijo, fue para hacer llorar a mi mama, como si su objetivo hubiera sido hacerla sentir aún más desesperada y frustrada.

Dos o tres horas después de lo que había sucedido, tanto ella como mis hermanas y mi abuelita, le estaban dando vuelta a la casa, sacando ropa para llevar a un centro de acopio.

Es bastante difícil justificar la institucionalidad y la lógica de una democracia, cuando se brindan declaraciones tan erróneas y estúpidas para enfrentar una tragedia. Parece como si los funcionarios encargados de responder a las crisis, están en una realidad distinta, una en donde todas las cosas que están sucediendo, simplemente no les afectan en lo absoluto.

En este momento, es donde tenemos que darnos cuenta que nos equivocamos en las elecciones. Que las cosas sí fueron peores después del gobierno de Otto Pérez Molina. Que la negligencia y la inacción parecieran ser las características más grandes de muchos de los funcionarios en el gobierno.

La democracia si tiene una lógica que nos conviene como sociedad. Una forma que nos permite gozar de muchas libertades, pero que también nos hace ver los errores que cometimos, de formas a veces bastante crudas.

Mas allá de una columna, hoy este espacio me ha servido para expresar tantas cosas que no dejan de darle vuelta a mi cabeza. Las vidas, las familias enteras que se perdieron ese día representan tantas cosas que suceden en este país, pero que su gente no se merece. Siempre la vida golpea más duro a los que menos tienen, y la única forma que tenemos para honrar su muerte, es plantearnos una y otra vez, que vamos a hacer para que nunca más se repita.

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