Hace unos días transcurrieron unos hechos en la región norte del país, que parecieran no tener importancia, pues no trascendieron en los medios de comunicación más populares. Podríamos catalogar estos sucesos como un fenómeno social que se da en varias comunidades de Guatemala, un país con riqueza natural y grandes extensiones de tierra fértil.

Un país en el cual toda la riqueza territorial puede ser solo para un segmento privilegiado de la población, y no para un grupo de comunitarios. Es conveniente hacer un recorrido a través de la historia, para comprender cómo se conforma el modelo latifundista para el despojo de territorios en el país. Como dijo Eduardo Galeano: “Este ya no es el reino de las maravillas donde la realidad derrota a la fábula y la imaginación era humillada por los trofeos de la conquista, los yacimientos de oro y las montañas de plata.”

No es algo nuevo hablar de desalojos y despojo de tierras.

Don Pedro de Alvarado nos hizo el “favor” en un inicio y luego fueron los alemanes con la implantación del café en las tierras verapacenses. Ahora surge una manera diferente de reprimir a los pueblos, con la instalación proyectos mineros, monocultivos e hidroeléctricas; otorgándole beneficio a la oligarquía y dejando en desventaja a comunidades indígenas. Llamémosle el nuevo colonialismo, aquel que nos deja en desequilibrio ambiental, de conciencia e igualdad. 

Las luchas de reivindicación de los pueblos indígena continúan. ¿Por qué creer que las comunidades de indígenas o campesinos son los usurpadores? Nos han vendido la imagen de que los campesinos son quienes usurpan, toman fincas y se adueñan de ellas. No es nuestra culpa pensar así, ya que esas ideas han surgido después de un largo proceso histórico. En primer lugar, nos han dicho que los malos son los indígenas o campesinos; en segundo, que a los campesinos o indígenas se les cede cierta cuerda de terreno y ellos lo venden. Tercero, que los indígenas o campesinos quieren todo regalado.

Así podríamos enumerar una larga lista de ideas insertadas en nuestro disco duro, olvidando mencionar quiénes son los verdaderos dueños del territorio guatemalteco. En el artículo 67 la Constitución Política de la República de Guatemala se enuncia que: “…las comunidades indígenas y otras que tengan tierras que históricamente les pertenecen y que tradicionalmente han administrado de forma especial, mantendrán ese sistema.”

Es lamentable que en una sociedad en la que es ruidoso el tema de los Derechos Humanos, sucedan acciones que dañen la integridad del ser humano. Durante los últimos días se han dado desalojos por medio de las fuerzas armadas, uno de ellos ocurrió el 30 de octubre en la comunidad de Chaab’il Ch’och’, Livingston, Izabal; y la misma situación ocurrió la mañana del primero de noviembre en la comunidad de la Cumbre, Chamche’ Tactic, Alta Verapaz. Evidentemente se violentan los derechos no solo de una comunidad, sino también de seres humanos.

Seguimos siendo oprimidos por el sistema.

Antes era el feudalismo y ahora es el neoliberalismo. Además estamos en una sociedad racista, clasista y discriminatoria, que nos ha hecho creer que somos poco y que no tenemos recursos.

No tenemos que ir tan lejos para hablar de los imperios y la alquimia colonial. En realidad,  no estamos dispuestos a aceptar que es urgente un cambio hacia una conciencia social, crítica e independiente. Se podría decir que cierta población que habita en el perímetro urbano, no tiene ni idea de lo que pasa en estas comunidades. Y cuando oímos lo que las noticias de gran talla venden, nos dejamos llevar y hacemos comentarios despectivos, como: “son unos bochincheros”, “solo les gusta hacer tapadas”, “les gusta adueñarse de tierras ajenas”, etc.

Debemos hacer un recuento de los daños causados a quienes defienden los despojos de tierras, en donde hay represión y criminalización a líderes comunitarios. 

Asimismo, en los hechos antes mencionados se quemaron viviendas y varias familias se quedaron sin resguardo. Quiero que juzguemos la razón de las luchas y nos centremos en conocer sus problemas. El Estado debe proteger a todo guatemalteco, sin distinción alguna, garantizando la dignidad del ser humano.

Los desalojos fueron acciones ilegales y arbitrarias, en las que se refleja la existencia de intereses políticos y de grandes terratenientes. Entonces, ¿quiénes usurpan? ¿Las familias que buscan un hogar donde vivir y trabajar la tierra para su sobrevivencia, o los latifundistas que cosechan a costa del trabajo de las comunidades y se apoderan de la nación?

Dejemos de velar solo por nuestra comodidad y conozcamos realidades que duelen como país.

 

Compartir