Luisart Abril 1

Luis Arturo Palmieri / Opinión /

Probó las embriagantes mieles del poder y estuvo en el lugar más deshonroso que hay para un ex Presidente: la cárcel. En aquellos luminosos y oscuros momentos de su vida siempre lo acompañó un libro. Sin duda alguna, Alfonso Portillo es un personaje que despierta curiosidad y muchos sentimientos encontrados. Según el inventario que hizo, en los cinco años que estuvo preso leyó un aproximado de 209 libros.

El viernes pasado me di el gusto de ir a Sophos a escuchar el coloquio que Portillo iba a dar: “Las lecturas de mi vida”. No me extrañó que cuando llegué, una hora y media antes, ya había gente sentada, esperando que iniciara. Decidí seguir el patrón y me senté para asegurarme de tener un buen lugar. La decisión fue buena ya que al final del evento, la gente no cabía adentro de la librería, estaba repleta.

Interesante me resultó el público asistente.

Desde señores muy mayores en botas y sombrero –como manda la moda en el Oriente del país-, hasta funcionarios públicos, jóvenes, militares y señoras que, generalmente, solo van a Sophos cuando se van a tomar un cafecito con alguna amiga.

Mientras esperaba entablé conversación con una amiga y le pregunté por un amigo que tenemos en común –de esos que me extrañó no ver presente en el coloquio- y me respondió: “le dije que viniera, pero me dijo que él nunca iría a una plática de ese señor”. Por un momento me pareció –casi- justificable la respuesta que mi amigo le dio, sin embargo, luego me di cuenta que él había caído en un gran error: no diferenció. No hizo distinción entre el Portillo político y el Portillo lector; no hizo la necesaria escisión entre la ideología y la persona; no supo comprender que en ese coloquio la estrella no era Portillo, sino que la estrella eran sus libros, sus lecturas.

Por favor: tenga presente que esto no es una apología del personaje; este artículo no pretende ser nada más que una apología de los libros y la lectura.

Como ese día no tenía donde apuntar, agarré un lapicero e hice lo que para algunos lectores es impensable: tomé notas en un libro que estaba leyendo (Hombres de Papel de Oswaldo Salazar, que por cierto, mucho se los recomiendo). Es esa mi fuente de consulta para las líneas venideras.

Portillo empezó contando que hay personas muy especiales y que uno recuerda siempre, y son las que te incitan a leer. Esas personas “te marcan” –dice Alfonso. Para él, uno de los principales fue el Dr. Adolfo Mijangos, quien en ese entonces era diputado y lo llevaba a él y a sus compañeros a escuchar los debates que se daban en el Pleno del Congreso. Mencionó que los libros unen a los seres humanos y que uno de los lazos más fuertes que hay entre las personas es el creado por el hecho de regalar libros.

Por lo que dijo en el coloquio, me quedó entendido que él, en algún momento de su vida fue seducido por la causa revolucionaria.

Algunos de los libros que lo llevaron a enaltecerse y preguntar “¡¿Dónde están las armas!?” fueron: “Así se templó el acero” de Nikolái Ostrovski y “La historia me absolverá” (no logro recordar quién era el autor que dijo Portillo, pero el bestseller que lleva ese título es de la autora Claudia Furiati).

Los libros que salvaron a Portillo de sus peores tribulaciones fueron “Los hombres decisivos” de Karl Jasper; y un libro pequeño acerca de los estoicos. Por otro lado, un libro que lo hizo llorar fue “Padres e hijos” de Ivan Turguenev.

¿Qué características aprecia Portillo en las novelas? El arte de la comparación, la precisión, la descripción, la fluidez, la persuasión, el ritmo y la fuerza. ¿Qué características aprecia en las personas? La bondad.

Luego de haber concluido y de que se llevó los aplausos de toda la gente que estaba presente, tomó un libro viejo en sus manos y contó una historia que le entrecortó la voz. Cuando Portillo iba a una de las audiencias de su juicio en Guatemala, se le acercó un muy humilde señor que le dijo: “Alfonso, este libro es para usted”. Se lo dio y era “La resurrección” de Leon Tolstoi, le había costado Q48.00, usado. Dice que siempre estará agradecido con él porque se lo dio en un momento dificilísimo de su vida y lo ayudó tremendamente a soportar todo. Por último, nos comentó que actualmente lee a Confucio porque le da mucha serenidad.

Les dejo algunas frases interesantes que pronunció –palabras más, palabras menos- a lo largo del coloquio:

• La técnica no salva al mundo, es el humanismo el que lo salva;
• El historiador tiene que estar al lado del hombre del poder;
• La Política está por encima de la Economía. El político decide qué se hace y el economista (técnico) ve cómo diablos ejecuta lo que el político le mandó a hacer;
• Los que dicen que el Estado no debe intervenir son los que más lo buscan;
• La Economía no solo es equilibrio contable, es humanismo;
• Las lecturas que uno hace de estudiante son para graduarse, mientras que las lecturas que uno escoge son para formarse;
• La obra magna de Maquiavelo no es El Príncipe, es Discursos sobre la primera década de Tito Livio;
• Tomás Moro fue un hombre que murió por sus principios, lean su libro titulado “Utopía”;
• El elemento imprescindible de la gobernabilidad, incluso antes que la comida, es la confianza del ciudadano en el gobierno;
• Estás listo para entrar al Estado cuando sabes qué hay que ir a hacer;
• En todas las etapas de mi vida siempre me ha acompañado un libro;
• Traductores: asesinos de obras;
• Los libros me han servido para conocer la naturaleza del hombre.

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