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Edson Ademar Alvarado/ Opinión/

“El hombre no gobierna hoy las fuerzas que ha desatado, sino que las fuerzas que ha desatado lo gobiernan al hombre.” José Mujica

Cuando intentamos entender qué es lo que dirige el orden social, nos encontramos con una respuesta global, y es que las sociedades han construido fuerzas de carácter global que han cobrado vida propia y actúan según su propia lógica. Ahora ya no podemos controlar estas fuerzas que hemos desatado, por el contrario, son estas fuerzas las que nos dominan. En las últimas décadas se ha transformado la manera de interactuar y percibir el mundo. Desde los adelantos tecnológicos que han facilitado la comunicación en tiempo y distancia, hasta las nuevas formas de acumulación de riqueza, pasando por el poderío de las empresas y organizaciones transnacionales y los nuevos estándares culturales y de conducta.  Todo esto ha repercutido directamente en el debilitamiento de la estructura que las sociedades habían tardado siglos en crear, el Estado Nacional.

Recordemos que el Estado se compone de diversos elementos dentro de los cuales se encuentran población, territorio, sistema jurídico, ordenamiento político y soberanía, entre otros.

Pero esta institución va más allá debido a que el Estado Nación representa la organización en donde se produce la relación entre gobernantes y gobernados, y que contiene factores centrales como la comunidad, los valores, principios comunes, entre otros. Por ello ese vínculo entre la propia sociedad y de ésta con sus gobernantes viene a jugar un papel de primer nivel respecto al cómo el Estado interactúa con las fuerzas de la globalización. Por ello es que para intentar comprender el papel del Estado Nacional dentro del fenómeno global se abordarán aportes teóricos de tres sociólogos que han pretendido mediante su obra, establecer la situación del Estado Nacional dentro del contexto globalizante.

Zygmund Bauman señala que el Estado Nación ya no existe como en el pasado se concebía dentro de la modernidad sólida. En la modernidad líquida que vivimos, se han demolido los muros que impedían el flujo de los nuevos poderes globales, la desaparición de las trabas estatales. La soberanía de los Estados se reduce a lo local, impotente frente a los árbitros del nuevo poder militar y económico (Mateo: 2008). Y es que dentro de la modernidad líquida el poder es económico y global. El Estado que una vez garantizó la libertad y estabilidad a sus habitantes ya no brinda dichas garantías, dando lugar a una ruptura de lo nacional, lo patriota, dejando espacio a una dinámica de conseguir por cuenta propia una seguridad tanto material como subjetiva. Bauman señala que en la actualidad el poder es global (la capacidad para que se hagan las cosas), mientras que la política  es local (capacidad para tomar las decisiones). El problema radica en el “divorcio” entre estas dos, por ello el gran reto es tratar de reunirlos.

Por su parte, Ulrich Beck señala la imposibilidad de actuar frente a las catástrofes globales dentro del marco nacional, y más aún, alerta sobre el camino equivocado que toman las naciones al intentar construir nuevas barreras con el fin de enfrentar por ellas mismas dichas crisis. Pero Beck ve en el mundo cosmopolita una oportunidad para hacer frente a las amenazas globales. Señala que el peligro crece a medida que se intenta encontrar respuestas nacionales a las amenazas globales. “Las Naciones Estados ya no existen del todo, y por ende no pueden tomar decisiones por su propia soberanía, modelos del orden e ideas de nacionalidad, siendo que se necesita tomar consciencia de esto y así definir una nueva política en base a ello” (Beck: 2008). Y es que ahora el poder que ejercía el Estado benefactor y el orden burgués ha sido superado por actores transnacionales de diversa índole, y por esto es que surge más que una necesidad, la obligación de una cooperación supranacional que sirve de medio para fomentar el desarrollo y la estabilidad de los Estados Cosmopolitas, como instituciones abiertas a la cooperación y a una cohesión internacional, que si bien reconozca la diversidad de sus integrantes, logre amortiguar las tensiones.

Por su parte, Saskia Sassen señala que nos encontramos en una etapa en la que hemos salido de la modernidad del Estado Nación, de nacionalizar territorios identidades y la justicia. Esto ha sido debido a la disminución de la  vinculación de las personas con el territorio. Y es que estamos siendo testigos de la separación de las identidades de sus fuentes tradicionales como la nación o el pueblo. Esto como parte del proceso del crecimiento de los mercados mundiales de servicios financieros y especializados, y su necesidad de redes de servicios transnacionales en los que las ciudades juegan un papel preponderante como puertas entre la globalización y los Estados nacionales que reducen cada vez más su papel en la reglamentación de la actividad económica internacional y el consiguiente predominio de otros ámbitos institucionales, en particular los mercados mundializados y las oficinas centrales de las grandes empresas son, todos ellos, fenómenos que indican la existencia de disposiciones económicas transnacionales (Sassen: 1991).

Si antes para conocer un Estado bastaba con visitar sus ciudades como espacios que reflejaban sus características, formas de economía, pensamiento, entre otros, ahora las ciudades son emplazamientos estratégicos en la economía mundializada tienen tendencia, en parte, a desconectarse de su región, fenómeno que contradice una fundamental tesis académica  tradicional sobre los sistemas urbanos, a saber, que dichos sistemas fomentan la integración territorial de las economías regionales y nacionales. Pero también es dentro de estas ciudades de mercado, en donde existe también la posibilidad de generar un espacio para lanzar debates, llamar la atención, traer visibilidad respecto al peligro de este proceso de globalización.

Estos tres autores nos ofrecen miradas muy claras respecto a cual es el lugar que ocupa el Estado Nacional actual frente a la globalización y sus fuerzas.

Considero  arriesgado intentar dar una respuesta o una posible solución, respecto al papel que debe cumplir o el giro que debe dar el Estado Nacional para cumplir su función, no solamente aquella por la cual fue creado, ni tampoco el intentar adaptarse a las fuerzas de la globalización, sino el verdaderamente actuar para reducir los efectos negativos y las amenazas que estas fuerzas representan hacia las sociedades. Y es que si bien es cierto vivimos en un mundo lleno de incertidumbres, en el que no podemos concebir de la misma manera al Estado, en donde las catástrofes globales no pueden encontrar respuestas únicamente por la acción individual de los Estados, donde estos y sus ciudades se han vuelto espacios de debate como nunca se había visto, y en donde no es posible mantener las mismas fronteras materiales y subjetivas que se forman durante la modernidad.

Considero que el verdadero papel aquí deben jugarlo las sociedades, quienes utilizando estos espacios globalizados, deben ser capaces de redefinir al Estado Nación, asignándole un nuevo papel, ámbito de alcance y transformando las fronteras, como único medio para que las necesidades de las sociedades tengan eco. Debemos aprender a caminar juntos, siendo esta la única manera de hacerle frente a aquellas fuerzas que hemos desatado, aquella globalización errática que nos amenaza como humanidad y a la cual podemos enfrentar únicamente si nos unimos.

 

Bibliografía

  • Javier Mateo Girón. (2008). Zygmunt BAUMAN: una lectura líquida de la posmodernidad. Revista Académica de Relaciones Internacionales, núm. 9.
  • Entrevista a Ulrich Beck en Radio Nederland Internacional. Extraída de https://www.youtube.com/watch?v=djycVmNA_P4
  • Sassen, Saskia (1991). La ciudad global: emplazamiento estratégico, nueva fronteras. Extraído de www.macba.cat/PDFs/saskia_sassen_manolo_laguillo_cas.pdf

 

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