Luiser Morales/ Opinión/
El 5 de marzo de 2010 fue un día histórico para una minoría en la sociedad guatemalteca. El primer concierto de Metallica en Guatemala marcó un antes y un después para una subcultura que aunque no resalte, sí existe y es más grande en el país de lo que se piensa. Para los metaleros fue la más importante llegada de un grupo al país y permitió la llegada de otros grupos de peso como Megadeth y Korn. Por primera vez fuimos escuchados en todo el Mateo Flores, llenamos las calles cercanas y al fin nos hicimos notar como un grupo grande aunque aún no muy unido.
Es claro que el metal y el rock no forman parte de la cultura pop que domina nuestro país. Es difícil que en la radio se oigan canciones de este género quitando las repetitivas canciones de Guns N´Roses que suenan a diario o las canciones más comerciales de grupos como Aerosmith o Bon Jovi. ¡No vaya a ser que el oído del guatemalteco oiga algo tan pesado! Es preferible oír los insultos en la calle, los bocinazos o los gritos de los brochas que oír un solo de guitarra, que claramente es mucho más molesto.
Ser rockero o metalero en Guatemala aún es visto como herejía en un país de doble moral.
Es un estereotipo estar vestidos de negro, gritar y ser violentos, ver hombres con el pelo largo, tatuajes, piercings, etc. Sí, parece que esto ya no ocurre, pero aún somos vistos como vagos, alcohólicos, drogadictos y jóvenes con problemas sociales y de personalidad. La realidad puede ser muy diferente. Los seguidores abarcan desde jóvenes de 16 años hasta septuagenarios contemporáneos de Woodstock. El género que habla desde política hasta el amor es categorizado simplemente como “satánico” o “ruido”. Otras canciones que no hablan de nada más que sexo, drogas o egocentrismo son aceptadas y cantadas incluso por niños, mientras el rock es innombrable. Se puede ver violencia en la calle pero no oír nada que hable sobre ello.
Por estas razones, por nombrar algunas, la llegada de Metallica por segunda vez al país tiene tanta importancia para los rockeros y metaleros. Pareciera que solamente Metallica logra hacer que salgamos de nuestros escondites y nos hagamos notar en una sociedad donde no nos sentimos muy cómodos. Hace seis años el rock retumbó en Guatemala y nos hicimos notar para bien y para mal y en este nuevo concierto se ve un renacimiento del movimiento rockero y vemos que no somos pocos los “vagos” vestidos de negro. Desde movimientos como el Guatemallica Chapter, vemos que nuestra cultura underground vuelve a aparecer con tributos, promociones por internet o por radio y un ambiente de unidad por el amor a la música que nos apasiona.
Es claro que la sociedad metalera no está del todo unida, que sufrimos de estereotipos justificados e injustificados por nuestras acciones o por lo que se cree que hacemos.
La vuelta de Guatemala, no solo muestra el aprecio de la banda a los fanáticos guatemaltecos, sino la existencia de un mercado rentable en el país. Sí existe una cultura de rock en Guatemala, solamente se necesita despertarla y Metallica parece ser el mejor método para levantarnos. Como James Hetfield dijo hace 6 años: “Metallica ama a Guatemala”. Guatemala también ama a Metallica.