Al-Anon/ Opinión/
Realmente no recuerdo gran parte de mi infancia. Lo poco que recuerdo es que era una niña con dos hermanos menores bajo mi responsabilidad. También recuerdo que mis padres se pasaban peleando todo el tiempo. Ellos creían que yo no escuchaba nada, a la media noche sus gritos eran tan fuertes que lograban despertarme. Muchas veces yo los separaba, más bien trataba de alejar a mamá de papá; desde que me di cuenta que mi papá tomaba mucho lo percibía como un monstruo que quería hacerle daño a mamá. Mi papá era uno de esos que te dice “solo una más” y nunca paraba, excepto cuando quedaba noqueado por el alcohol.
Yo me creía una super niña que quería salvar a mamá y también a mis hermanitos de las garras de papá, yo quería que ellos no sufrieran lo que yo había sufrido. Me volví rebelde e irresponsable al transcurrir el tiempo, era la forma que yo conocía para desconectarme de todas estas peleas. Me comencé a dar cuenta que por más que sacaba buenas notas, tenía buen rendimiento, me portaba bien y respetaba a mis padres, ellos jamás me iban a prestar la atención que yo quería y tal vez lo lograría al ser rebelde.
De pronto decidí hacer que mi papá dejara de tomar.
Comencé a controlarlo tirándole su licor, tratándolo mal, chantajeándolo, portándome mal y aprovechándome de sus borracheras. Creía que mi mamá era algo mensa por continuar al lado de mi padre ya que -pensaba yo- su vida estaba llena de sufrimiento y malos tratos y no lograba comprender por qué todavía estaba a su lado.
Un día papá y mamá pelearon como nunca y yo salí al parque a comer para no escucharlos, luego me di cuenta que la discusión se había vuelto muy larga, más de la cuenta, entonces decidí entrar y al hacerlo encontré a mis dos hermanos llorando desesperadamente. En ese momento solo podía pensar en salir de la casa con ellos y con mamá que se veía muy lastimada, iba a llamar a la poli pero se me ocurrió ir donde mi tía, que también tenía el mismo problema pero ella ya iba al programa de Al-Anon.
Ella se convirtió en nuestro ángel y refugio. Nos habló de lo que el programa ha hecho en su vida y le dijo a mi mamá que sería bueno que ella también asistiera. “Y tú también debes ir”, me dijo. Yo no sabía que había grupos para jóvenes de mi edad, creía que yo era la única persona joven con ese problema. Pero igual, decidí asistir. Cuando entré, éramos sólo mi madrina y yo.
Digo que allí empecé a vivir porque vi y comprendí que el alcoholismo es una enfermedad de la familia. Mi proceso de recuperación es poco a poco, lento pero va a lo seguro. Me di cuenta que toda la familia tenía sus propios problemas y que juntos podríamos aprender a manejarlos si seguíamos el programa de Al-Anon. Necesitábamos Al-Ateen y Al-Anon. Comencé a cambiar mis actitudes, me empecé a relacionar mejor con mi padre porque comprendí que era un enfermo alcohólico y que también sufría. Comprendí a mamá y a mis hermanos. Cambié y continúo cambiando lo que más conflicto me produce en la vida.
El programa requiere que se tome con calma, no con lentitud, sino con una actitud serena.
Así lo hice y lo sigo haciendo y ahora puedo decir que soy una persona feliz. Mi vida ya tiene un sentido y ya tengo metas, todo gracias a Alateen, un programa maravilloso. Cuando estoy allí estoy en un lugar seguro donde puedo expresarme sin sentirme culpable y avergonzada por tener experiencias de convivir con un enfermo alcohólico y una familia disfuncional. Sé que nadie me va a juzgar y señalar con el dedo, todos estamos en una atmósfera segura y compartimos un problema que es común en todos: el alcoholismo de un ser querido. Es tan relajante saber que puedo ser yo misma que no tengo que fingir porque nadie quiere hacerme cambiar. Me quieren y aceptan como soy.
Hoy convivo más tiempo con mi papá, ahora lo amo con todo el corazón. Amo a mi mamá a mis hermanos, pero lo más importante ahora me amo más a mí.
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GRUPOS DE FAMILIA AL-ANON Y ALATEEN GUATEMALA
Para parientes y amigos de alcohólicos
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