Eduardo Cordón/ Movimiento Cívico Nacional/
Ya decíamos en el artículo anterior que nuestra muy conservadora sociedad nos limita y restringe socialmente respecto a la participación política, porque esta es vista como algo turbio. Sin embargo, es importante que asumamos la realidad que tenemos y trabajemos para, por al menos, hacerla funcionar.
No debería sorprendernos que la modernidad de los países desarrollados se traduzca para nuestros países en recetas generalizadas que, hoy por hoy, no muestran los mismos resultados por las propias características de cada uno. Así como es obvio que en América Latina estas iban a cuajar con mayor fuerza que en cualquier otro lugar del mundo. Esto porque nuestra población, tan acostumbrada a que otros vengan a decir cómo hacer las cosas, a proponer qué institución debe construirse y cuál desecharse, es genial para seguir órdenes. El problema está en que después de 30 ó 40 años, esas recetas no nos han convertido en la región más desarrollada del mundo.
Más extraño aún es que seguimos aplicando receta tras receta sin detenernos a observar qué es lo que nos hace falta.
Es precisamente porque no utilizamos la receta más antigua del mundo, que nuestros países están como están. Desde la antigüedad hasta el presente, cualquier nación que desee progresar está construida sobre una base: la participación ciudadana.
Mucho se ha dicho sobre este tema y precisamente por ello existe un sinfín de organizaciones llamándonos a apoyar, participar, luchar, etcétera. Esto pareciera excelente; sin embargo, ¿qué organización nos pregunta cómo vemos nosotros al país? ¿Cómo saber que al hablar sobre “democracia” entendemos todos lo mismo, especialmente en una sociedad donde hablar sobre cualquier cosa se vuelve complejo, polarizante y difícil? Todos llaman a la participación pero pocos lo toman en serio.
Desde la cuadra del barrio, voluntariados en apoyo a los más necesitados, comités hasta organizaciones formales como consejos comunitarios de desarrollo, partidos políticos, fundaciones y ONG’s. Y no son las únicas opciones. Desde el vecindario hasta el nivel nacional, los guatemaltecos nos hemos dado tantos espacios que ya ni los queremos usar. Y todo lo que no se usa, se pierde. ¿Irónico o no?
Entonces, ¿quién los aprovecha? Crimen organizado, organizaciones políticas corruptas y todo aquel que decida organizarse para sobreponer su interés sobre el interés común. De tal manera que podemos aprender una lección –la más importante-: cuando las personas se organizan en torno a un principio e interés común, alcanzan cualquier objetivo que se propongan.
Un buen ejemplo de participación ciudadana son los Observatorios Ciudadanos para la Paz –OCP– de Alta y Baja Verapaz, a quienes Movimiento Cívico Nacional (MCN) ha estado acompañando por algunos meses. Ellos -ciudadanos voluntarios- investigan problemas, hablan con funcionarios, crean conexiones interinstitucionales no-formales con el objetivo de solucionar un problema que les aqueja directamente. De esa cuenta, es como en distintos municipios de Baja Verapaz han conseguido reiniciar el servicio de salud pública que doctores y sindicados salubristas habían decidido no prestar sin justificación alguna. Tantas gestiones hicieron que lograron reunirse con el Ministro de Salud Pública para que él mismo conociera y atendiera la problemática departamental.
Por supuesto, no todo es color de rosa en este ámbito, en ningún lugar del mundo y menos en este país.
Después de organizarnos, identificar problemas y empezar a buscar las soluciones, vienen las primeras decepciones. Por lo general, la más fuerte es darse cuenta que las autoridades no quieren que los ciudadanos exijan trabajo de calidad y se niegan a rendir cuentas. Eso fue lo que les ocurrió a los OCP’s, quienes planificaron durante dos meses un intercambio para conocer el trabajo de diputados y gobernadores de esos departamentos. El objetivo era conseguir su intermediación en la solución de los problemas que aquejan a esas poblaciones y en el evento todos los funcionarios brillaron por su ausencia.
Si es por miedo o por la costumbre del secretismo y la desinformación, la situación puede volverse incómoda, incluso tensa. Sin embargo, estos reveces no deben desanimarnos porque quien persevera, alcanza. Todos esos procesos y experiencias de participar son los que poco a poco mejoran nuestras instituciones, y también a nuestros ciudadanos preocupados que ven cómo el país parece estar estancado.
Ni Tikal, Yahxá o Roma se construyeron en un día ni por un solo hombre. Todos ellos demostraron que cuando las personas se organizan y participan, se puede alcanzar el estatus de gran civilización.
Fotografía: www.juventud.mercociudades.org