Sara Mux

En un contexto como el de Guatemala, son palpables las precariedades. No existe un sistema de salud eficiente, la educación no es de alta calidad científica y tecnológica considerando únicamente los pocos lugares donde hay acceso a la misma; existe un flujo migratorio constante y con altos índices, sólo en el año 2018 alrededor de 4,269,080 personas fueron registradas por la Dirección General de Migración. La mayoría de éstas se enfrenta al abismo de la pobreza y pobreza extrema. De la mano a este panorama la tasa de desempleo va en aumento cada año enfrentándolo primordialmente  los jóvenes y sobre todo jóvenes indígenas, donde el racismo y la discriminación siguen siendo un mal que atenta contra las poblaciones indígenas y minoritarias.

Guatemala es un país con altas tasas de desnutrición crónica y aguda en niños y niñas; las violencias en contra de las mujeres es una noticia diaria. Aún sentimos los efectos del conflicto armado reciente que duró más de 36 años aún tiene secuelas graves en la población, donde el acceso a la justicia aun es limitado y demás. Estos son algunos problemas sociales que enfrentamos día con día todos y todas, algunas con mayor auge y mayor impacto.

Pero lo más grave es que el mismo gobierno de turno no ha tenido el mínimo compromiso de asumir la responsabilidad para combatir dichos problemas, sino más bien se ha enfocado en cuidar y proteger los intereses y privilegios de algunos pocos con una vida distinta a la que anteriormente se describe. Pero sobre todo, han demostrado su descaro en los últimos días al enfrentarse ante el sistema internacional, rechazando los pocos avances en desmantelar a los sistemas de poder oculto que funcionan dentro del mismo aparato estatal. Lamentables hechos que siguen siendo noticia en diferentes países.

Pero más lamentable para todos y todas quienes somos víctimas de esta corrupción, quienes soñamos y construimos una vida digna donde el derecho a la educación sea brindada de calidad, donde el acceso a la salud sea pertinente de acuerdo a la cosmogonía de los habitantes de los territorios, donde el sistema de justicia sea accesible y con pertinencia cultural, donde existan empleos con garantías laborales, donde los niños y niñas nazcan sanos, donde se respeten los derechos individuales y colectivos de los pueblos indígenas y minorías, donde  no exista violencia en contra de la mujer y donde la población pueda decidir migrar o no…

A pesar de este contexto aun no nos damos por vencidos y vencidas, seguimos exigiendo la garantía de nuestros derechos, estamos gritando a viva voz que queremos cambiar esta realidad, cada día más personas están conscientes de la urgente necesidad de transformar este sistema cooptado y colapsado por los corruptos.

Por eso invito a estar alertas, consientes e informados  para continuar con estas exigencias en la calles y en cada acción que realizamos desde nuestros espacios, porque un contexto como este necesita de la participación activa de todos y todas.

 

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