Magda García von Hoegen/ Opinión/
Ver colores, vida, personajes que emergen de las paredes a manos de sus creadores y creadoras, fue un respiro hondo para la ciudad. Una manera de constatar que se puede construir comunidad y rescatar el tejido social a partir del arte como nodo que nos cohesiona y también por la decisión de diversos actores de trabajar por un objetivo común.
Fue un respiro saber que no solo las armas, garitas, alambre espigado y la reserva ante los posibles intrusos son un recurso para sentirnos protegidos. Todo lo contrario, abrir el espacio, hacer de la ciudad un lienzo y generar a partir de murales, una forma de romper paradigmas y generar ciudadanía.
Del 4 al 6 de abril se llevó a cabo en la zona 4, el tercer festival de murales “Bonito mi Barrio”. Fue muy agradable ver a las y los artistas en plena labor, dando vida a las calles y también observar cómo a partir de esta expresión, confluyeron al lugar personas de distinto pensamiento, cultura y estrato social, un momento importante, ya que cosas como estas, ocurren poco en nuestro país.
Podría pensarse que es algo efímero, y de hecho lo es; pero es de vital importancia comprobar que se pueden propiciar estos encuentros y que sí existen formas de unirnos a pesar de las diferencias.
Para conocer pormenores del proceso, me interesó conversar con Ninotchka Matute, quien es integrante de la fundación “Crecer”, institución que formó parte de la organización del evento, junto con la Municipalidad de Guatemala.
Ella comenta que la visión es transformar la ciudad y la recuperación del espacio público, desde las lecciones aprendidas del proyecto de Cuatro Grados Norte.
La idea es darle prioridad a las personas y no a los carros, una ciudad más amigable, un lugar democrático de encuentro.
Una de las lecciones aprendidas con el mencionado proyecto, es la necesidad de gestionar de mejor manera el “éxito” que una iniciativa de tal naturaleza puede tener. Esto porque Cuatro Grados Norte llegó a tener tal afluencia de personas, que provocó alrededor otro tipo de proyectos, cuyo fin primordial se desvió de los objetivos centrales y se orientó a la venta y generación de ganancias. Esto ahogó la esencia de lo que se pretendía lograr.
Hoy, con estas experiencias, se ha generado una red de actores compuesta por personas que vivieron la experiencia pasada y también jóvenes innovadores. En este contexto y con el fin de generar un arraigo en el sector, surge “Bonito mi Barrio”.
Matute refiere al “poder del espacio público” como elemento vital, la clave para construir comunidad. Mientras las personas no logren apropiarse de su espacio, no se puede generar una ciudad amigable, habitable y segura. A partir de la generación de estos movimientos, sí se logra que sean permanentes, se abren posibilidades de convivencia que pueden trasladarse a otros ámbitos de la vida en sociedad.
Por otra parte, iniciativas como esta hacen ver que no es a través de la represión, el aislamiento y la puesta de barreras como se logra la seguridad, porque como bien dice la entrevistada, “en algún momento tienes que salir de tu fortaleza, convertirte en peatón y ser usuario o usuaria de la ciudad”. Es en este momento donde las barreras ya no nos protegen y hay necesidad de construir otras formas de protección colectiva que garanticen la seguridad. “La única manera de tener un espacio seguro es construyendo comunidad”.
Es interesante notar dos puntos importantes: por un lado la convocatoria y la propuesta de los artistas y por el otro, la reacción del entorno y la actitud de las instituciones a quienes se solicitó prestar sus paredes. En el primer punto, la convocatoria inició con 10 pintores, para concluir con 100 artistas participando. La mayoría son jóvenes porque según la entrevistada, son los que tienen mayor disponibilidad de llevar el arte a la gente y no hacer que la misma sea la que vaya a donde están expuestas las obras en espacios formales. La idea del mural o del grafiti, hace salir al artista de su estudio, para convertir la calle en un lienzo y permitir que las y los espectadores observen el proceso en que nace la obra. Fueron pocos los artistas de trayectoria que decidieron ser parte de esta aventura.
Por otra parte, la reacción de las instituciones ubicadas en el sector “Cantón Exposición”, sitio donde se ubicó la elaboración de los murales, reflejó por ciertas empresas, una fuerte disposición a participar, pero también grandes contrastes causados por el prejuicio hacia la diferencia que aún subsiste en el imaginario social guatemalteco. Varias empresas se negaron a ser parte del proyecto, argumentando que no estaban dispuestas a participar con algo que se cuestiona si es o no arte, con la idea de que el grafiti está asociado con un tipo de expresión proveniente de grupos delincuenciales o maras. Muchos expresaron que ser parte de esto dañaría su “imagen de marca”.
Con un gesto similar y sinceramente triste, otras empresas prestaron sus paredes con la condición de que terminado el festival, las y los organizadores se comprometieran a volver a pintarlas de blanco, lo cual demuestra una actitud lamentable y un total irrespeto al arte.
Ninotcka Matute, manifestó al respecto que se tiene la esperanza de que organizaciones que tienen esta posición, cambien de parecer al ver los resultados logrados con el festival. Un logro positivo es la reunión de actores con experiencia como la Municipalidad de Guatemala y centros culturales como “Trovajazz” con otros emergentes, especialmente jóvenes que han generado proyectos artísticos económicamente sostenibles, como “La Chamba”. La entrevistada sostiene que tiempo atrás, era imposible sentar a la mesa a actores tan diversos y hoy, pueden trabajar por objetivos comunes.
Entre los desafíos está superar el prejuicio que aún persiste en la sociedad respecto a la legitimidad que tiene un proyecto que se da “en la calle”, esto tiene que ver con el temor de ir al encuentro del otro diverso en el espacio público. También juzgar a las personas por su apariencia y estigmatizar así a las personas.
Los obstáculos fueron superados y hay los logros palpables. Los murales están allí como soportes materiales de la cultura y de un contexto específico de Guatemala, bajo la temática de“Comunidad”. Hubo una gran demanda de artistas por participar y como dice Matute “se quedaron cortos de muros” para más murales.
La esperanza es que el arte mismo bote los muros y nos quedemos en un futuro cercano “cortos de barreras” y haya cada vez más puentes para dialogar en la diversidad.
¡Que se llenen de color las paredes de la ciudad y existan muchas más versiones de “Bonito mi barrio”! Sitio a visitar