Exigir justicia más de 30 años después, no es nada fácil; mucho menos cuando fuiste utilizada como una esclava como parte de los vejámenes cometidos en contra de la sociedad civil y grupos marginales durante el Conflicto Armado Interno en Guatemala. Este es el caso de 15 mujeres indígenas q’eqchis’ que hoy luchan ante un tribunal y ante una sociedad indiferente para que se haga justicia por los abusos y actos inhumanos en contra de ellas y sus familias en el destacamento militar conocido como Sepur Zarco.
El día 12 de febrero de 2016 tuve la oportunidad de un acercamiento con estas mujeres valientes y con coraje. Jamás imaginé lo impactante que serían unos cuántos minutos frente ellas en la sala de vistas del Palacio de Justicia. Con la ayuda de una intérprete pudimos establecer una breve plática junto a cuatro compañeros más. Luego de haber concluido con mi mensaje en nombre de mis compañeros, ellas también quisieron hablar. Ninguna pudo terminar su mensaje, pues el llanto se apoderó de ellas; no podía entender lo que ellas decían, pues desgraciadamente no hablo q’eqchi’, pero sabía perfectamente y mi corazón me decía que esas lágrimas eran de dolor y sufrimiento; las lágrimas llenaron mis ojos pues era inevitable.
Aunque no podía ver sus caras, ya que una frazada cubría todo su cuello y su cabeza, imaginaba esos rostros llenos de dolor, frustración y decepción. En ese ambiente comprendí que el ser indiferentes nos hace enemigos de la lucha por la justicia, nos hace cómplices de aquellas crueldades hechas en contra de nuestros hermanos y hermanas, nuestros pueblos y nuestra nación. Duele ver sufrir a nuestra gente, pero indigna ver la indiferencia de los demás. Aún más de tres décadas después, nunca es tarde para hacer justicia.
Atentamente,
Mauricio Abraham Rosales Schettini