Hace unos años leí un libro de Fernando Savater en donde el autor afirmaba que debemos aprender a pensar lo que se piensa. Hace unas semanas leí un artículo en donde el pastor y teólogo Tim Keller expone, citando a Michael Polanyi, que debemos dudar de nuestras dudas.
Y aunque parece un juego de palabras, dichos enunciados pueden cobrar vida en diversas áreas y disciplinas de la vida: la religión, el derecho, la economía, etc.
Por ejemplo, en el plano económico-político, usualmente se habla del demonio del “neoliberalismo” y a este se le atribuyen todos los males que padece la sociedad y por muchos años yo también coreaba los mismos versos que se leen en los medios sobre cómo las personas deben estar alerta de dicho desastre. La universidad también tenía una gran influencia. Básicamente, todo lo que tenía que ver con liberalismo y capitalismo era un atentado contra los intereses de la sociedad. No fue hasta que me propuse resolver las preguntas básicas: ¿Qué es el liberalismo? ¿Qué es el capitalismo? ¿Qué dice la evidencia empírica sobre el éxito o fracaso del capitalismo?
El simple hecho de ir a las fuentes que me podían ayudar a resolver esas preguntas fue una de las lecciones más grandes que he tenido en los últimos años. Ver el otro lado de la moneda me ayudó a cuestionar lo que las autoridades intelectuales afirman, a buscar soluciones a problemas reales y a fomentar el pensamiento crítico hacia adentro con el fin de encontrar un sistema de pensamiento sólido y no basado en emociones o experiencias, o peor aún, en agendas políticas y de grupos de presión.

En cuanto a la religión, mi experiencia con el cristianismo ha sido un vaivén de preguntas, dudas, cabos sueltos y mucho cuestionamiento. Pero en medio de mi mar de incertidumbre, me propuse que en lugar de solo sentarme a realizar afirmaciones sobre Dios y los cristianos, iba a trabajar en esas cuestiones que me causaban inquietud.

En otras palabras, me acordé de las palabras de Savater y de los beneficios que ello me había traído cuando lo apliqué en mis estudios de economía y política. Una vez más, necesitaba pensar lo que pensaba.
En el camino me he dado cuenta que mi concepción sobre Dios y el cristianismo estaba basada en experiencias personales, afirmaciones de autoridades religiosas y académicas, mala teología y por supuesto, conclusiones propias basadas en supuestos que no se sostienen desde el punto de vista filosófico y teológico.

De nuevo, fui en búsqueda de respuestas cuestionando lo que ya pensaba previamente. Me di cuenta que el hecho de creer en Dios no es un acto de suicidio intelectual, sino que al contrario, es una aventura en donde el raciocinio es fundamental para tener una mayor convicción de mis creencias.

Por eso, cuando hace unas semanas leí el artículo de Keller me recordé que siempre debemos ir más allá de lo que dicen los medios, los “intelectuales” que la comunidad ensalza, los profesores de universidad, etc., porque al fin y al cabo, la búsqueda de la verdad es un camino propio y el pensamiento crítico se ejerce día a día. 

Aprender a pensar lo que se piensa y dudar de nuestras dudas, es quizás el primer paso. Es difícil, pero es liberador.

Nunca es tarde. Empecemos hoy.
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