Se terminaron las clases, los exámenes, los trabajos finales. Y todos esbozamos una sonrisa.
Cada noviembre, cientos de universitarios contemplan con ansiedad cómo los días transcurren lentamente, y como escena de película, las hojas del calendario van cayendo hasta llegar al esperado día de fin de ciclo. Para muchos, el cierre de un año académico representa la finalización de esfuerzos, desvelos y sueños cumplidos.
¿Quién dijo que la universidad fuera fácil?
Es cierto. En la universidad hay mucha fiesta y amigos. Pero para aquellos que toman las clases y la formación profesional en serio, también existen muchos retos académicos. Aquella famosa frase de “En la universidad estudia y aprende quien quiera” puede tener buena parte de razón, pero debemos estar claros que no todo el aprendizaje está en las aulas, y no toda la formación se encuentra en tus manos.
Durante todo este año, y sin darnos cuenta, nos rodeamos de más personas de las que podríamos haber imaginado. Uno es el resultado de las interacciones, conversaciones y relaciones que entabla con otros. Los aprendizajes de este año seguramente estarán salpicados por algunos catedráticos (no todos), especialmente aquel que les exigió más de lo que ustedes creían poder dar. También por los compañeros de aula con sus comentarios y opiniones en clase. Siempre hay alguien que no está de acuerdo con lo que el profesor dice, lo contradice y le hace las preguntas que todos se hacen pero nadie se atreve. Muchas veces son de estos compañeros de quién más se aprende, aunque en su momento no nos demos cuenta.
Debería existir un premio al más preguntón.
Y así como los catedráticos y los amigos de clase, también están esas experiencias que se vivieron precisamente fuera de ella. Desde las conversaciones en los recesos, las discordancias en ideas puestas en evidencia sobre la mesa en la fiesta del sábado, hasta esos proyectos extras que nos hicieron levantarnos temprano un fin de semana e ir a una comunidad a realizar trabajo de campo. Estas últimas experiencias son las que seguramente nos habrán dejado más marcas simbólicas en la piel.
Conocer de cerca otras realidades, las realidades de la mayoría, pueden ser el aprendizaje más grande de muchos universitarios. Ver otros rostros, conocer nuevas historias, conversar con otras voces. Esas son las experiencias que las universidades, a través de sus autoridades, facultades y catedráticos, deben impulsar con fuerza. Porque los universitarios de este país, siendo tan pocos, son los primeros que deberían aportar desde su conocimiento, razón y sensibilidad, a los problemas de las grandes mayorías.
Se terminaron las clases, los exámenes y los trabajos finales. Hagamos el balance final del año, y nunca subestimemos el valor de nuestros encuentros con otros. Recordemos que el mundo y sus injusticias no manejan tiempos ni vacaciones, y que será junto a otros, que lograremos cambiar poquito a poco este país.
Fotografía: http://blairborax.blogspot.com