Normal

Por Ulises Augusto Espinoza Hernández y Rodrigo Antonio Pérez Roldán/

Abstracto: El caso de los normalistas de Iguala es consecuencia de una añeja lucha entre campesinos, que buscan la autonomía sobre el tipo de educación que necesitan, el Estado y narcotraficantes. No es la primera vez que son agredidos por policías y narcotraficantes. El movimiento tomó fuerza nacional e internacional debido a marchas dentro de las principales ciudades de México y la atingencia con la reforma al plan de estudios y reglamento del IPN.

Palabras clave: Normales Rurales, identidad cultural, tecnificación, campesinos, Estado de Guerrero, policías, narcotráfico, IPN, estudiantes.

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Un sentimiento de indignación recorre con vehemencia entre mexicanos el día de hoy. Para comprender mejor qué ocurre y cómo se está manejando este proceso, debemos colocarlo en su lugar y tiempo dentro de la diversidad social en el territorio mexicano. De esta manera, distinguir lo que ocurre en las zonas rurales en contraste del proceso en zonas urbanas.

Vergonzosamente, el corolario de la seguridad en México nos dicta que no es el primer atentado en que la violencia física es protagonista sin que medios legales o comunicativos participen sino hasta después de ocurrido, sea, un tiroteo, una “desaparición” o una reubicación forzada. Pero es importante señalar que desde hace décadas no se ejecutaban medidas drásticas, con impunidad, contra jóvenes estudiantes de los que su única culpabilidad fue ser representantes de los ideales perseguidos durante casi un siglo por la Federación de Estudiantes Campesinos de México (FECSM).

¿Por qué es importante distinguir lo urbano de lo rural? (Resumen histórico)

Los gobiernos de los expresidentes Lázaro Cárdenas del Rio (1934-1940) y Manuel Ávila Camacho (1940-1946), fueron axiales para definir las características del tipo de educación impartida. Durante la gestión de Cárdenas, la Confederación de Estudiantes Socialistas orientaban la enseñanza hacia un socialismo que en la Ciudad de México, es decir, en lo urbano, se vio reflejado en el nombramiento de la Universidad Nacional como autónoma (por lo tanto, Universidad Nacional Autónoma de México) y la creación del Instituto Politécnico Nacional, como proyectos para una educación como herramienta para la solución de problemas sociales apelando a una libertad de pensamiento y desenajenación de proyectos políticos presidenciales. Por otro lado, el Sistema de Educación Rural, igual durante la gestión de Cárdenas, buscó profesionalizar mediante la creación de Normales Rurales y el Instituto Federal de Capacitación Magisterial para abastecer de maestros a la creciente cantidad de escuelas rurales abiertas (que de 1926 a 1929 pasaron de ser 572 a 3,453 escuelas rurales). Bajo el planteamiento socialista de la educación, los planes de estudios urbanos y rurales eran, por lo tanto, diferentes, pues buscaban educar a poblaciones en condiciones materiales distintas.

Los planes de estudio de la educación rural eran característicos no solo por la alfabetización sino por la educación para el quehacer cotidiano, como la agricultura y la integración cultural regional, que iba desde la enseñanza de las prácticas locales hasta la revaloración del lenguaje indígena. El proyecto socialista de los profesores urbanos que fueron a enseñar a las Normales Rurales nos ayuda entender que entre 1934 y 1935 se fundara la Federación de Estudiantes Campesinos de México (FECSM), con el fin de defender e institucionalizar el derecho a la educación campesina como medio para desarrollarse económica y socialmente reivindicando sus condiciones materiales agrícolas.

Sin embargo, para el periodo de Manuel Ávila Camacho, el proyecto de educación rural pretendió ser dejado de lado para dar paso al “Proyecto de Unidad Nacional” impulsado por conversadores jaliscienses, que apelaban una supuesta “destrucción de familias y conciencias tradicionales” que provocaba la educación socialista. Tomando en cuenta los proyectos de industrialización de México, la creación de la Comisión de Fomento de la Iniciativa Privada (1941) y otros factores como la Segunda Guerra Mundial, llevaron a la modificación del Artículo 3ro de la Constitución Mexicana en 1943, que eliminó el término “socialista” como característica de la educación y promovió otros como “nacional (-sin exclusivismos-”), “evitando los privilegios de grupos”, y promoviendo “amor a la Patria”. La aplicación de esta reforma educativa se reflejó en la eliminación de distinciones entre los planes de estudios en Escuelas y Normales Rurales con respecto a las urbanas; promoviendo un plan de estudios único para la educación básica (primaria y secundaria).

Lo anterior sería el primero de constantes intentos a lo largo de la historia por tecnificar la educación rural, lo que significa promover conocimientos acordes a la industria urbana, dejando en segundo término la promoción de educación rural, agrícola y, más adelante, indígena.

Desde 1946 han existido conflictos entre quienes defienden la educación socialista, por parte de la FECSM, Escuelas y Normales Rurales, contra intentos de tecnificación educativa en favor de lo urbano-técnico. Tristemente, los conflictos muchas veces rebasaron los límites de la legalidad. Los medios para manifestar inconformidad y desacuerdo por dejar de lado la educación cultural llegaron a los conflictos armados. A su vez, las prácticas militares durante principios de la segunda mitad del siglo XX fueron abiertamente represivas contra dichos movimientos.

La violación de Derechos Humanos fue una práctica común en el Estado de Guerrero durante los años 70. Hoy, la Comisión de la Verdad (Comverdad) del Estado de Guerrero, ha declarado que “hubo toda una política de Estado para exterminar a la guerrilla, lo cual además representó represión a la población civil”, llegando al punto de capturar, torturar y asesinar a campesinos con el fin de obtener información de las “guerrillas” en las sierras, todo ello llevado a cabo sin proceso judicial de por medio, lo que era realmente, una guerra del Estado contra campesinos.

Hasta los años 80, los campesinos fueron paulatinamente desarmándose por terror a las prácticas respaldadas por la anteriormente mencionada política de Estado. Durante los mismos años, comenzaría a formarse un tercer agente influyente para la vida pública del Estado de Guerrero: el narcotráfico.

Las Normales y las Escuelas Rurales, encargadas de la difusión de educación en zonas marginadas, sierras y demás espacios completamente ajenos a las políticas de lo urbano, dejaron las armas como defensa de su identidad cultural. Como consecuencia, y a partir de las reformas constituciones de los últimos 40 años, han ido desapareciendo, quedando 17 de las 29 instituciones originales. También políticas estatales y federales han intentado convertir estas escuelas en “centros de educación técnica” y formar técnicos de turismo. La medida de educación pro-industrial fue cambiando para ser pro-turismo y fomentando la folklorización de las culturas indígenas y campesinos. Ejemplo de ello, fue la transformación de la Escuela Normal Luis Villareal en el Estado de Hidalgo en una Universidad Politécnica.

Por otro lado, Normales Rurales siguen resistiendo el intento por tecnificar sus planes de estudio. En 2011, la Normal Raúl Isidro Burgos, en Guerrero, fue parte de un operativo estatal donde murieron 2 estudiantes a causa de disparos de policías estatales, mientras que en 2012, la Normal Vasco de Quiroga del Estado de Michoacán fue objeto de un operativo donde hubo 133 detenciones.

En un Estado como el de Guerrero, donde el crimen organizado se ha infiltrado en la política de algunos de sus municipios y que su presencia en la vida diaria es común para los pobladores, es difícil identificar si los perpetradores del fuego abierto contra los normalistas de Ayotzinapa el 26 de septiembre de 2014 fueron únicamente narcotraficantes, únicamente elementos de la policía municipal o personas armadas que trabajan para ambos agentes.

¿Qué ocurrió el 26 de septiembre de 2014?

Sabemos que los días previos a la noche del 26 de septiembre de 2014, estudiantes de la Normal Raúl Isidro Burgos estaban juntando fondos para viajar a la Ciudad de México y participar en la conmemorativa marcha estudiantil del 2 de octubre. Viajando en cuatro camiones, fueron interceptados por supuestos elementos de la policía municipal de Iguala en la carretera federal Iguala-Chilpancingo; un estudiante bajó del autobús para intentar dialogar siendo acribillado al instante bajo la frase “ustedes se lo buscaron”. Al notar lo que estaba ocurriendo, los normalistas intentaron huir. Sin embargo, fueron alcanzados por el fuego de los supuestos policías, dejando un saldo de 6 muertos, más de 20 heridos y 43 “desaparecidos”.

Este hecho en la autopista en Iguala ocurrió cuando en zonas urbanas, principalmente en la Ciudad de México, había importante cantidad de marchas socorriendo a estudiantes debido a una reforma al Plan de Estudios y el Reglamento del Instituto Politécnico Nacional (IPN).

Los movimientos estudiantiles que hicieron polémica la situación en el IPN ya teniendo un importante peso mediático que traían consigo a nivel nacional, incluyeron entre sus consignas apoyo al hecho ocurrido en Iguala; inmediatamente se notó la atingencia a ambos procesos: tecnificación educativa. La diferencia consistió en las formas, mientras que la reforma al IPN fue un proceso que se fue desenvolviendo entre marchas y paros de actividades académicas, logrando ser tomados en cuenta, en las Normales Rurales se desenvolvió violentamente pero sin ser algo nuevo para lo rural mexicano. Al paso de los días, se hicieron públicos los horrores que guerrerenses tienen el infortunio de vivir día a día desde hace ya varias décadas.

Con el paso de las semanas, las marchas ocuparon la atención de los principales medios de comunicación ya no solo nacionales sino internacionales. Las primeras investigaciones dieron como resultado encontrar una fosa con cuerpos humanos dentro. Inmediatamente, llegaron al Estado de Guerrero elementos de la Policía Estatal, Federal, el Ejército, la Marina y Gendarmería para asegurar la zona.

Las investigaciones han apuntado principalmente a los siguientes hechos:

  • El presidente municipal de Iguala huyó al poco tiempo de suceso.
  • Un grupo de narcotraficantes llamado “Guerreros Unidos” también estuvieron presentes y presuntamente también dieron la orden de ultimar a los estudiantes, su líder ya fue atrapado.
  • Policías municipales detenidos corroboraron el atentado como fuego abierto y confirmaron la ultimación de normalistas.
  • Se han encontrado cuatro fosas de cuerpos humanos, pero en ninguna se ha confirmado que pertenezcan a normalistas.
  • El gobernador de Guerrero se enteró al momento de lo que ocurrió en Iguala, pero por falta de comunicación no envió elementos de la Policía Estatal.
  • La Procuraduría General de la República (PGR) tomó el caso Iguala-Ayotzinapa hasta después de las simultáneas marchas nacionales e internacionales durante el 8 de octubre.

La combinación de noticias, tristemente comunes dentro de México, pero novedosas para la imagen que intentaba proyectar el gobierno mexicano al extranjero, hizo del caso Iguala-Ayotzinapa un fenómeno internacional, exhibiendo, entre otras cosas, la diferencia entre cómo se desenvuelven las cosas la Ciudad de México en contraste con el resto del país.

Ante la novedad del caso y los constantes giros que da la investigación para señalar responsabilidades, no podemos asegurar completamente qué y por qué ocurrió aquella noche del 26 de septiembre. Lo que sí es cierto es que este hecho representa la triste realidad mexicana: narcotráfico, represión, ingobernabilidad y colusión del crimen organizado en la política mexicana. Pero lo más importante es que 6 jóvenes perdieron la vida y que desconocemos el paradero de 43 más. ¿Cómo es posible que desaparezcan 43 personas a manos de la policía que tenía la responsabilidad de protegerlos?

43 jóvenes con familia y aspiraciones, fueron privados de su libertad y probablemente de su vida. Lo que ocurrió en Iguala, es, independientemente de la razón, un crimen de lesa humanidad y llamamos a la solidaridad, no porque son normalistas, ni por ser estudiantes, sino por ser humanos.

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