write

Cristina Figueroa/Corresponsal/Opinión/

Ok, ya tenés la historia armada, ya sabés qué va a pasar con tus personajes, ya tenés el final perfecto… ¿lo vas a escribir de una vez por todas?

Y ahí estoy yo, viendo la hoja en blanco como si fuera un nido de arañitas flotando por mi cuarto. Siempre es lo mismo, lo tengo todo, pero el pánico, sí, el pánico no me deja acabar con mi estornudo cada vez que estoy a punto de expulsarlo.

Y realmente no entiendo de dónde viene esa fobia a escribir, si durante el proceso todo termina siendo tan divertido. Tal vez alguien por ahí dirá que se me debe hacer fácil, pero si me pongo a reflexionarlo, paso bastante tiempo rodando por mi cuarto tratando de sentarme a contar una historia que llevo repitiendo todo el día (a veces hasta pasan meses) en mi cabeza. Escribir me trae problemas.

¿Cómo sucedió este amor/odio? Pues todo comenzó siendo una niña muy reservada, que de alguna forma descubrió que sacándolo todo en poemas y relatos lograría evitar sufrir de tumores emocionales. Escribir me trae problemas, pero también se los lleva.

Luego de convertirse en una de mis formas de ignorar a la humanidad, empecé a darme cuenta de algo importante, la ortografía. Ese pequeño detalle que todos prefieren pasar de largo se volvió parte esencial de lo que aprendía leyendo. Y así empecé a notar estructura, gramática, construcción de personajes, lo imprescindible que es saber escoger bien las palabras que se van a usar, por qué, para qué; si se deberían de repetir en un mismo párrafo o no. En fin, la escritura se volvió esa clase de infierno que preferí, pues, ignorar.

Así que decidí solo contar, a mi manera; contar y hacer sentir cosas a las personas aunque no entendieran qué demonios estaban leyendo. Simplemente me dejé llevar por lo que supuse que era creatividad, me fui descubriendo en esta particular dimensión, encontrando mi estilo sin dejar que todas esas reglas me limitaran a hacer lo que quisiera.

Las letras lograron volverse una forma de identificarme, y después de las transformaciones que hicieron en mí, se volvieron una forma de divertirme y entretener mi mente en algo interesante. Es ahí cuando llegó la fobia, tal vez por la razón por las que escribo ahora, siento que la historia o el poema que tengo en mi cabeza no va a ir por ninguno de esos caminos. Quiero escribir por el simple hecho de causar algo en alguien, y ahí es cuando hay una guerra entre mi mente y mis dedos. Quiero hacerlo, pero pienso “¿realmente vale la pena?”, hasta que todo lo que vale y lo que no vale en este planeta me da lo mismo y me doy el gusto de divertirme con el único juego que me ha obsesionado permanentemente.

Y es eso, creo yo, lo que estoy haciendo en este oficio al final de todo, alimentar, con miedo, mi obsesión.

Imagen: http://i2.wp.com/www.arturogoga.com/wp-content/uploads/2010/10/Screenshot20101011at12.54.18PM.jpg%3Fresize%3D555%252C360

Compartir