Cuando pensamos en desnutrición lo primero que se nos viene a la cabeza es la falta de alimentos y el hambre, pero la desnutrición va más allá, es la falta de nutrientes necesarios para el desarrollo, la acumulación de enfermedades infecciosas, la falta de alimentos en cantidad y calidad y la falta de cuidados que generan un círculo vicioso que puede acabar con la vida de un niño; en esto igual se incluye las causas básicas que son los factores sociales, económicos y políticos como la pobreza, la desigualdad y la falta de educación.

Muchas veces la desnutrición crónica comienza antes de que un niño nazca, el embarazo es el momento para prevenirla. La desnutrición crónica no solo tiene consecuencias en el desarrollo físico y cognitivo del niño, sino que también tiene implicaciones en su educación ya que impide que el niño pueda aprender con normalidad.

La desnutrición crónica no se puede tratar, pero si se puede prevenir en los llamados 1,000 días, que abarcan desde el embarazo hasta que se cumplen los 2 años de vida del niño. Al momento que la madre da a luz se actúa fomentando la lactancia materna, hábitos de higiene, creando instalaciones de agua y saneamiento, asegurando la atención a la madre y al niño.

En Guatemala, uno de cada dos niños tiene desnutrición crónica, en los últimos 20 años únicamente se redujo un 8.7 por ciento según la Procuraduría de Derechos Humanos, lo que coloca al país en el primer lugar de América Latina y el sexto en el mundo.

La desnutrición crónica es una cadena perpetua para nuestro país, porque implica que el niño no va a tener un futuro adecuado, no va a tener oportunidades de estudio, empleo y no será un adulto productivo que afecta grandemente al desarrollo del país.

Es un problema invisible el cual se debe de tratar y concienciar a la población guatemalteca, incluso a las familias que la padecen, es importante crear alianzas con instituciones para crear distintas estrategias y así disminuir el índice de desnutrición crónica.

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